Una gran película protagonizada por Natalia Oreiro fue Infancia clandestina, con la dirección de Benjamín Avila. La actriz reconoce que fue "una gran oportunidad de poder abordar otro tipo de roles, personajes, temáticas". Siempre estaba la posibilidad y ambos charlaban seguido acerca de nuevos proyectos que podían llegar a concretar. Un día, el director le dijo: "Mirá esta charla TED". Era de Andrea Casamento, una mujer viuda con tres hijos cuya vida se transformó cuando su hijo de 18 años cayó preso. Así nació La mujer de la fila, el nuevo largometraje de Avila, que se estrena el jueves 4 de septiembre. Y si bien Oreiro logró actuaciones muy sólidas tanto en comedias como en dramas, el espectador se encontrará con la mejor actuación de la carrera de la actriz uruguaya. Por la intensidad, por el esfuerzo que implica interpretar el dolor y el sufrimiento, pero también la esperanza y el compromiso enorme de Oreiro en un papel más que difícil, duro, áspero, sin que sea fácil de digerir para una artista.
"La película cuenta la vida de Andrea Casamento; tiene ficción, pero en gran medida es su historia", explica Oreiro sobre su rol de Andrea, una mujer de clase media atrapada en una pesadilla. Su hijo, Gustavo, es encarcelado. Para visitarlo, ella tiene que hacer la fila afuera del penal, al igual que las demás mujeres, pero se siente muy diferente. Comienza a darse cuenta del difícil mundo que padecen los familiares de detenidos y, poco a poco, se va acercando a ellos, que la ayudan a enfrentar y sostenerse durante el tiempo que le lleva sacar a su hijo de la cárcel. Pero un giro inesperado obliga a Andrea a enfrentar el límite de su propio amor y fortaleza.
"Cuando ella llega por primera vez encuentra una fila muy larga de mujeres y la película se llama así porque, en general, son ellas las que están al cuidado de los familiares detenidos. Al principio le costaba mucho, nunca pensó que eso a ella le podía llegar a pasar. Es todo lo que la sociedad no quiere ver. Y la misma sociedad culpa a los familiares por lo que sucedió y también los hace, de alguna manera, culpables. Y ella empieza a atravesar las mismas circunstancias que atraviesan todas esas mujeres, el mismo maltrato, la misma injusticia, la misma burocracia", explica Oreiro, mientras agrega que la Andrea real comenzó a relacionarse con ellas.
A partir de eso, Casamento fundó la Asociación Civil de Familiares de Detenidos (ACIFAD) y se convirtió en una defensora internacional de los derechos de los presos y sus familiares. "Ella fue hasta representante de la ONU, representando no solo a la Argentina, sino a toda Latinoamérica", cuenta la actriz. Para Oreiro, La mujer de la fila no es una película más: "Son estas búsquedas de poder contar películas que pongan luz en lugares donde hay más oscuridad y que también visibilice temáticas que generalmente la sociedad no desea ver y que llegue a empatizar con esa situación", afirma.
-Y como madre, ¿cómo te pegó esta historia?
-Es que la historia es la lucha de una madre y qué está dispuesta a hacer por su hijo. Y yo creo que es donde más va a repercutir esta película. No es una película de género, pero sí atraviesa muy profundamente a las familias y a las mujeres. Yo estaba con el corazón en la boca todo el tiempo porque sin haber vivido una circunstancia semejante y deseando no vivirla, empaticé desde el minuto cero.
-¿El dolor de una madre se actúa sintiéndolo?
-En mi caso, trato de aplicar método de estudio y no trabajar tanto con la memoria emotiva o con la realidad personal, pero es muy difícil cuando atraviesan temas como estos que calan tan hondo, que son tan profundos. Y, además, la particularidad de esta película también fue que las mujeres de ACIFAD que se ven son todas reales. Ellas no son extras ni actrices. Todo el tiempo estás compartiendo con ellas, contando tus experiencias. Por supuesto que para hacer esta película fueron muchos años de trabajo, de investigación. Yo me uní al proyecto un par de años antes, fueron muchas reuniones con ellas, participar, comprenderlas, escucharlas, empatizar. Cuando llegamos a rodar ya nos conocíamos mucho, pero todos los días te enterabas de cosas nuevas. Cosas que uno si es más o menos sensible puede llegar a suponer, pero que no dejan de sorprenderte.
-¿Te generó un desgaste emocional esta interpretación?
-Y... es un poco el acuerdo que uno hace cuando elige esta vocación. Por supuesto que hacer una comedia lleva ventaja porque hace reír, la pasás bien. Acá fuimos un equipo de filmación muy unido. Realmente creo que todos los que participaron lo hicieron sabiendo que estaban haciendo, además de un hecho cinematográfico, un trabajo social. De hecho, la película, a partir de su estreno, va a proponer por primera vez todo un trabajo de impacto social que va a estar controlado, regulado y monitoreado. Van a trabajar muchas instituciones para acompañar esto. La película tiene un QR que acompaña para que la gente, cuando termine de verla, pueda entrar y que conozca más de ACIFAD, de qué forma puede hacer voluntariado.
-¿Y se va a pasar en cárceles?
-Probablemente. Yo participé dos veces en proyecciones en cárceles, con Infancia clandestina y Gilda, pero en la de mujeres. Y otra cosa: ésta fue la primera película que se rodó en la cárcel de Ezeiza de hombres, porque Leonera se filmó en la de mujeres. Nunca se había entrado a filmar en la de hombres.
-¿Y cómo fue la experiencia?
-Fue fuerte. Por supuesto que nosotros éramos un equipo de trabajo, entrábamos y salíamos, pero pasábamos por las mismas requisas que pasaba el resto de las personas. Y se siente la energía y uno sabe que las cárceles no son lugares lugares apropiados para la reinserción. Deberían ser lugares para reinsertar en la sociedad a las personas que están cumpliendo condena por el delito que hayan ejercido. Pero sabemos que en la mayoría de los casos eso es muy difícil porque afuera también tiene que existir una apertura de la sociedad para darles trabajo, para reinsertarlos. Dentro de la misma cárcel también es muy importante que ellos puedan reencontrarse con su labor, aprender, estudiar. A veces sucede. Hay mucha gente que trabaja para que eso suceda y, a veces, sabemos que eso no sucede.
-¿Por qué crees que no se da esa apertura en la sociedad?
-Bueno, creo que es una película que, básicamente, trabaja sobre el prejuicio de la sociedad. Mi personaje, en particular, era una mujer muy prejuiciosa. Es una mujer de clase media.
-"A mí no me va a pasar", ¿no?
-"A mí no me va a pasar. Eso no me va a pasar". Seguramente haya sido una de esas mujeres que pedía justicia. Y cuando le pasó se encontró con una realidad absolutamente desconocida y descreída de que eso le podía llegar a pasar. Justamente esta película hace foco allí: a través de la mirada de Andrea, se ve una sociedad prejuiciosa que cree que todos los que están adentro se lo merecen y que mejor que no salgan. Incluso hasta con las familias, porque también lo que me contaban los familiares es que ellas han perdido hijos dentro de la cárcel; o sea, los han matado y no se han enterado. Es muy difícil, a veces, la comunicación, y llegar a poder llevarles algo y por todos las vejaciones que, en su momento, se pasaba. Ahora se trabaja mucho para que eso no suceda. Gracias a ACIFAD también. Pero en su barrio les costaba decir que tenían un hijo preso. O en sus trabajos, por miedo a quedarse sin trabajo porque mucha gente las culpa: "Al tener un hijo preso vos hiciste mal tu trabajo como madre".
-¿Cómo trabajaron con Benjamín Avila la desesperación del personaje? Hay algo que impacta: la desesperación. ¿Cómo se trabaja esa intensidad?
-Nosotros en Infancia clandestina ensayamos mucho, estudiamos mucho, nos juntamos mucho. Llegamos aquí con muchas charlas con las mujeres, pero como era un caso tan real y cercano, teniéndolas a ellas era más absorber lo que pasaba y ser lo más verdaderos posibles con lo que iba surgiendo. Además, el guión proponía eso. Y trabajé con los niños, con el que hace de mi hijo. Yo estuve en todos los castings. Eso también hacía que fuéramos encontrando el tono. Pero después un poco es confiar. Yo solía ser una actriz con mucha estructura, que me gustaba llegar a los sets con muchas propuestas. Comprendí con los años que, en realidad, eso me quitaba la posibilidad de absorber lo que pasara en el momento y dejarme llevar también por esa realidad. Y esta película fue eso. Por supuesto que yo llegaba al set con todo lo que tenía que tener, letra, situación, personajes, charlábamos mucho con Benjamín, pero después había algo de la realidad que era muy fuerte. Mis compañeras, las locaciones, el resto de los actores. Era ser permeable a eso que estaba pasando y todo lo que tenía que ver con la desesperación era muy difícil no transitarla. Y todo lo que le pasa a ella por todas las situaciones a las que se expone, ¿no? O sea, cómo te convertís realmente en una persona sin miedo para salvar a tu hijo. Y se termina metiendo en lugares super oscuros, dispuesta a todo.
-¿El hecho de que sea una mujer que batalla sola por su hijo te conmovió aún más?
-No sé exactamente, fue una conjunción de situaciones. Lo que pasa es que Andrea es una persona con una energía muy especial, con una luz muy especial que contagia. Y creo que el motor de la película ha sido ella y esa transformación que sucedió también con las mujeres de la fila ha sido ella. Y la fuerza que haya tenido también. Ella es otra persona, pasó de ser una mujer prejuiciosa, su preocupación era que se iba a tomar el té con sus amigas, y pasó a arremangarse y luchar por los derechos de los familiares presos, por la libertad de su hijo. Se enamoró de un preso, lo esperó diez años porque su pareja estuvo diez años más presa, tuvo un hijo estando su pareja presa, hoy están juntos.
-Tu personaje de Infancia clandestina también era una mujer aguerrida. ¿Encontrás puntos de conexión entre ambos personajes?
-Lo que pasa es que Charo, mi personaje de Infancia clandestina, era una mujer que tenía mucha convicción desde el minuto cero. Arranca la película y ella tenía una convicción. Este personaje tiene una transformación. En Charo ves una mujer que está decidida a darlo todo, incluso su vida por un ideal. Incluso exponiendo a sus hijos, que fue lo que pasó en Infancia clandestina. El personaje de Andrea en La mujer de la fila, en realidad, arranca siendo una mujer de clase media acomodada, absolutamente prejuiciosa de ese tipo de situaciones, no queriendo ver, culpabilizándolos. "Yo ahí no me meto, no me interesa, lejos de mí, algo habrán hecho". Y fue transformar la parte de víctima en hacedora. Y, además, se convierte en una mujer absolutamente luminosa para esa situación, porque la película tiene mucha luminosidad. Y eso, al mismo tiempo, también es la mirada del director. La película tiene una mirada muy luminosa. Y sin juzgar.
-¿La sociedad es responsable?
-La sociedad es responsable, pero no sé hasta qué punto es culpable. Creo que a veces estamos tan ensimismados en los problemas personales que nos convertimos en gente apática y egoísta, pero cuando tu propia realidad te enfrenta a una situación límite, si está en vos ese gen solidario, empático, te hace dar cuenta del porqué existimos, el porqué de la lucha de ella, que no es sola. Ella resignifica lo que le pasó para darle sentido a su vida y que la causa que, en principio, fue de ella, sea su causa de vida. Ella vive por eso, para eso. Y, además, tiene la posibilidad también de volver a creer en el amor desde un lugar completamente distinto y despojado de todo prejuicio.
-Muchas veces dijiste que te sentís muy a gusto en la comedia, pero ya hace mucho tiempo que tenés interpretaciones dramáticas muy buenas. También hace tiempo que en el cine se te dan roles que implican cierto riesgo como actriz. ¿Esta película te hizo sentir eso, como un desafío?
-Es que sabiendo que tengo el privilegio de poder elegir qué hacer, por momentos siento que eso se convierte en cierta responsabilidad. No porque yo crea que como actriz voy a cambiar algo social, pero sí creo que puedo llegar a ser un vehículo para que los proyectos de los que participe sucedan y, a su vez, sí sean transformadores de la sociedad. Yo creo que esta película con el contenido que tiene y con toda la campaña que se va a hacer de impacto social va a ser un vehículo para que la gente que esté abierta y receptiva a verla y a tomar esta realidad, pueda llegar a colaborar para modificar esos prejuicios y ciertas situaciones desconocidas o que no queremos enterarnos. Entonces, desde ese lugar elijo también los personajes. Yo tengo un hijo de 13 años y la película Campamento con mamá tiene mucho que ver también para poder hacer una película que mi hijo pueda ver. Pero también sé que mi hijo cuando pueda ver esta película se va a sentir orgulloso de que haya elegido hacerla.