“No me puedo morir porque todavía no hice una película”, le dijo su papá a Martina Cruz, un día antes de fallecer. Ese amor inconcluso por el cine del padre se transformó en el motor de la hija, que decidió hacer esa película. A partir de guiones, filmaciones y fotos heredadas, la guionista, poeta y directora de Temperley dio forma a “Nuestra cosa perdida", un largometraje en el que busca seguir dialogando con su padre e imaginar, incluso después de la muerte, una película hecha entre los dos. En septiembre el film se proyectará en Kansas, Estados Unidos, y llegará a Argentina en marzo del año próximo.

Martina estudió guión en la ENERC y, como su papá Daniel, ama el cine. Durante la pandemia, cuatro años después de su muerte, su casa seguía llena de objetos de él que todavía no había podido soltar. Aprovechó el aislamiento para ordenar, revisar todo lo que Daniel le había dejado y hacerle lugar a lo nuevo. Fue entonces cuando encontró una bolsa de consorcio que contenía la esencia de su padre: un mapa compuesto por VHS, fotos, documentos, una computadora, borradores de guiones y obras de teatro, que recorría sus intrigas, intereses y sombras. “Estaba encerrada con eso y dije: ‘bueno, ya está, voy a aprovechar este momento para mirarlo todo por última vez y después tirarlo’. Me di el lujo de ver quién había sido mi papá antes de deshacerme de todo”, recuerda, describiendo el puntapié que dio inicio a la película.

Al investigar esos VHS y guiones encontrados, Martina empezó a preguntarse cuál era la película que le hubiera gustado hacer a su papá. “Nuestra cosa perdida” es el resultado de esa pregunta. Cruz recuerda que durante ese tiempo se encontró con mucho material de archivo que la emocionó. Filmaciones de su papá de joven, ella y su hermana de niñas, su mamá jovencísima. “Encontré cosas nuevas de mi papá. Fue como volver a tener conversaciones con él: lo más frustrante del duelo para mí siempre fue que se cortara la conversación, y de golpe esa bolsa de consorcio me devolvía cosas nuevas. Sentí que estaba haciendo una película con mi papá, no sobre él”, precisa.

Entre todo ese material Martina encontró cosas movilizantes, pero también filmaciones enigmáticas. “Había un DVD que se llamaba ‘Marte en Marambio’. Yo no entendía nada, y mirándolo descubrí que él había viajado a la Antártida con el Servicio Meteorológico (para quien trabajaba) para filmar una prueba de la NASA: estaban testando trajes espaciales en condiciones similares a Marte. En la filmación aparecían imágenes de científicos con esos trajes, y yo pensaba ‘¿cómo no me contó esto? ¡Es increíble!’”, recuerda la cineasta, que en un momento estuvo obsesionada con entrar al mail de su papá para encontrar su guión perdido; razón por la que la película se organizó alrededor de los intentos fallidos por dar con esa contraseña, provocando que esa búsqueda se volviera la forma del documental.


En el film el acopio de archivo se entrelaza con la voz en off de la propia Martina, que guía el proceso como una invitación a acompañar el duelo y a hablar de cine. Porque, como explica la directora, su papá nunca decía lo que sentía, pero sí usaba y citaba escenas de películas para explicar su parecer. “Nuestra cosa perdida” hace lo mismo: recurre a escenas de otras películas para hablar de lo que no se puede filmar, o de lo que no hay registro. “Los momentos infelices no se filman”, señala Cruz.

Ese “espíritu collage” del film acerca una pista de quién era su papá. “Nuestra cosa perdida” estrenó en abril de este año en el BAFICI, a diez años de la muerte de Daniel Cruz. “Antes de morir me dijo que no podía irse sin hacer una película, y cuando se proyectó por primera vez en el BAFICI, el primer plano era uno filmado por él. Para nuestra familia fue muy satisfactorio”, recuerda.

“La familia es el primer teatro”, dice Vivi Tellas, directora y creadora de “biodrama”, el género que lleva a escena las biografías de personas “comunes”, y se interesa por las pequeñas historias que conforman la Historia con mayúscula. Es en el seno familiar en donde una persona da sus primeros pasos en el campo de lo afectivo, entre sus altos y sus bajos. En casa aparecen las primeras anécdotas, las primeras historias, los primeros conflictos, los primeros amores. Cruz define al film como un “policial emocional”: la búsqueda de la película que quería hacer su papá sí, pero también el intento por descubrir quién fue realmente. Así, uno de los recursos utilizados por la directora para intentar definir la figura de su padre fue el de la entrevista. Entrevistas a su mamá, a su hermana, a los amigos de su papá, todos puntos de vista que, de forma fragmentaria, construyen una imagen coral de Daniel. “Aparece la contradicción, no es solamente un gesto romántico de recordarlo a él. Si bien yo tuve un vínculo más de ‘amistad’, mi mamá y mi hermana lo recuerdan de otra forma, porque al lado de un hombre que pasó veinte años desempleado intentando filmar había una mujer sosteniendo económicamente la casa. Y la película habla de eso también: de fracasos, de sueños sostenidos por otros, de quién carga con qué, del rol histórico de las mujeres en la construcción de una familia”, puntualiza la directora.

Después del estreno en BAFICI, el film viajó a Brasil, Perú y Estados Unidos. Además, hace poco, tuvo una función especial en el Museo del Bicentenario. Ahora, el equipo está definiendo la sala para el estreno comercial en Argentina, en marzo del 2026. Mientras tanto, siguen girando por festivales: en septiembre van a estar en Kansas, (otra vez Estados Unidos), algo que a la directora le parece rarísimo: “¡imaginate lo que entenderán de Temperley en Kansas!”, dice entre risas, y explica que al principio pensó que el film iba a ser una película chiquita y muy argentina, pero que la recepción general la sorprendió. “En todos los países a los que fuimos la gente pudo empatizar con el material, porque trabaja sobre un terreno universal: todos los padres tienen muchas caras, todos tenemos sueños frustrados, todos sabemos lo que es el amor a algo, en este caso al cine”, dice.

Actualmente, la directora se encuentra en el proceso de posproducción de un segundo largometraje, también documental, y también en torno a su familia. En este caso, una comedia que une a la república de Temperley con Turquía y sigue la historia de la abuela de Cruz, que está segura de que su fallecido marido, Cacho, reencarnó en Burak Özçivit, un famosísimo actor de telenovelas turcas.

“Mi abuela nunca más se enamoró después de la muerte de mi abuelo. Fue su único amor, y estuvo treinta años sin dar un beso, completamente sola. Durante la cuarentena se enganchó con estas novelas y se emocionó: llenó las paredes de pósters de Burak, se tatuó en el pecho la inicial de mi abuelo junto a la del actor, unidas por un hilo rojo. Un día me dijo ‘quiero ir a buscarlo a Turquía’ y bueno, fuimos”, explica entre risas y siembra la intriga: ¿quién no querría conocer la historia de esta abuela y sus aventuras en busca del amor en Oriente Medio?

Sobre estos dos proyectos ーque Cruz piensa “juntos”, partes de una misma búsquedaー la directora explica que lo más lindo fue trabajar con amigos. “Éramos un grupo de cinco locos filmando nuestra primera película, y se sintió hermoso”, dice. Junto a “Nuestra cosa perdida” nació, además, la productora “Miriam Producciones", en honor a la madre de la socia de Cruz, Sarah Fernandez Oks, que falleció cuando ella tenía 15 años. “De alguna manera, sobre la mesa estaban los duelos de mi papá y de su mamá. Hacer algo juntas fue unirnos en eso, ser socias y cómplices. Y a mí me emociona haber encontrado una amiga y compañera creativa en ese proceso. Nunca pensé que el dolor pudiera unir de esa forma”, reflexiona Cruz.

“Nuestra cosa perdida”, dirigida por Martina Cruz, producida por Sarah Fernandez Oks y editada por Dante Perini, cuenta con la dirección de fotografía de Leonardo Litta, y la dirección de sonido de Gonzalo Palmieri. Además, los músicos Máximo Cantón, Bruno Pagano y María Florencia De Oto Gilotaux estuvieron a cargo de componer la banda sonora original del film, que se proyectará en Kansas en septiembre, y desembarcará oficialmente en Argentina en marzo del año próximo.