La situación es aparentemente quieta, las tres hermanas viven en una especie de burbuja permanente; pero habrá fantasmas. Vienen del pasado, tocan el presente, y hacen patente el paso del tiempo. El mito de civilización y barbarie arrastra las aguas de la propuesta, que bajo el título Voces que el viento trae, Armando Durá dirige a partir del texto de su autoría. Se estrena este domingo a las 20 en Espacio Bravo (Catamarca 3624) y continúa durante todos los domingos del mes, con las actuaciones de Temis Parola, Nives Paschetto, Jorgelina Farioli, Eugenio Tamburri y Cecilia Murillo.

“Trabajé todo el año pasado con la dramaturgia, que surgió de un cuento que había escrito en relación a tres hermanas, que viven sometidas, digamos, a un loop permanente, dentro de una casona, como si fuera una cajita musical. Esa fue la imagen precursora. Obligadas a someterse a una constante coreografía y una música que ellas no eligieron, las hermanas están permanentemente inmersas en ese mundo. Al intentar llevarlo al plano de la dramaturgia, se me ocurrió la idea de situarlo justamente en el desierto, y en un determinado contexto histórico, justamente el de la Conquista del Desierto, que también es ilusorio, ya que nunca hubo un desierto, estaba habitada; más bien, es la historia del extermino y del mito fundante de ‘civilización y barbarie’, que fue la idea de una nación para ese desierto. A partir de ahí, la obra toma una densidad, otra carga, y otra dimensión”, comenta Durá a Rosario/12.

“Esa cajita musical se nutre también de un contexto que no deja de ser una especie de loop, porque todas estas cosas lamentablemente siempre vuelven, como esta idea de imponer una ley, un orden, una civilización sobre lo que supuestamente se piensa que es lo bárbaro; todo esto aporta un contexto más que interesante. Yo cito un concepto de Walter Benjamin, que dice que ‘todo proceso civilizatorio encierra un acto de barbarie’, y vaya si es cierto eso, ¿no? Todo eso derivó en una masacre y en heridas que lamentablemente nunca cierran y siempre vuelven, tanto la idea de imponer una ley, un orden civilizatorio, como el peligro latente de que la barbarie siempre vuelve, con distinto ropaje, mientras se alienta el miedo a su vuelta. Eso es lo que, en principio, me impulsó a escribir la obra”, continúa.

-Para la cual, hay todo un material de consulta que es fascinante.

-Me puse en contacto con mucho de la literatura de esa época: Una excursión a los indios ranqueles de Mansilla, el Facundo de Sarmiento, La cautiva de Echeverría, Radiografía de la Pampa de Martínez Estrada, Historia del guerrero y la cautiva de Borges, hasta llegar a autores contemporáneos como pueden ser Las aventuras de la China Iron de Cabezón Cámara, Los cautivos de Martín Kohan, textos de Selva Almada, incluso ficciones muy contemporáneas como las Ficciones gauchopunks de Michel Nievas, y una imagen que fue muy inspiradora para mí, sobre la que también escribí un cuento, que es el cuadro La vuelta del malón de Ángel Della Valle, donde se ve muy bien graficado la vuelta del malón después de un saqueo a una iglesia, con crucifijos en la mano y una cautiva montada a caballo con el cacique, que lejos de verse sometida o torturada, se ve muy gozosa; fue una imagen muy impactante para lo que yo quería decir.

-Estas hermanas parecen estar tironeadas entre el legado familiar y los fantasmas oriundos del lugar, ¿no?

-La obra logra una dramática muy potente con la aparición del padre muerto, que era un general del ejército de Roca, quien al irse su mujer con el malón, se pega un tiro y no termina de morir; se le aparece a una de las hijas, a la manera de un espectro hamletiano, para decirle que ella se tiene que hacer cargo de todo ese legado de exterminio y de crueldad, algo que en definitiva es un guiño a la actualidad, porque ese legado se mantiene presente; basta pensar en algunos personajes que manejan la seguridad en este momento, que vienen justamente de esas mismas familias, encargadas de ese exterminio y de llenar las calles de humo, de venganza, de crueldad, siempre con la excusa de la inminente vuelta del malón.

-¿Qué elementos tomaste en cuenta para la puesta en escena?

-Varios elementos. Por un lado, la época histórica, pero también en lo literario, en su forma de expresar y todo lo que tiene que ver con lo que fue el romanticismo de ese momento; en ese sentido, hay muchos elementos recurrentes en cuanto a la forma de hablar, al lenguaje y a la estética. Pero abreva también en otras corrientes muy interesantes, como el absurdo; o sea, hay muchas situaciones absurdas dentro de la obra y desde una estética que también tiene que ver con lo gótico, con esa cosa del encierro, de no poder salir, con la aparición de fantasmas, espectros; la estética del gótico es algo que particularmente me gusta mucho.

-Pareciera que elegís esa situación de encierro para escarbar y ver qué pasa.

-Es más, en un momento ellas se dan cuenta de que el tiempo inevitablemente pasó, y que dejaron de ser niñas para ser mujeres grandes, con canas y arrugas. Ahí es donde aparece ese personaje más telúrico, que es un guiño a la literatura, y es -en lugar del Viejo Viscacha- la Vieja Viscacha, que en definitiva viene a corporizar todas esas voces dormidas, y que también es el escape hacia una situación, por qué no, utópica, en un momento en donde lo predominantes es justamente lo contrario y lo distópico. Cuando el mundo no tiene salida y no hay posibilidad, este personaje viene a abrirles una puerta, una posibilidad de conversar con esas voces dormidas y proponer salir de ese loop.

-Una figura, la de la Vieja Viscacha, cuya función, de alguna manera, viene a ser la que cumple la propia obra de teatro.

-Exacto, para que no nos deje indiferentes, por lo menos.

Las actuaciones de Temis Parola, Nives Paschetto, Jorgelina Farioli, Eugenio Tamburri y Cecilia Murillo conforman, en palabras de Durá, “un elenco muy sólido, son personas de mucha experiencia. También participa Alita Molina como asistente de dirección y mucha gente importante en el tema escenográfico. Colaboró con nosotros Carlos Romagnoli, que también es director de teatro, alguien de mucha formación; junto a Lorena Fenoglio en el vestuario, Mercedes Luisetti en asesoramiento coreográfico, Juan Pablo Giordano en la parte de fotografías, Gustavo Chinelatto en la realización de máscaras, Susana Cavalieri en la voz en off, y Pablo Read en la edición de sonidos. Es un grupo grande, importante, con el que venimos trabajando desde hace más de un año, y queremos en estos momentos poner el cuerpo y decir cosas que para nosotros son importantes, para ver esta realidad desde otro ángulo, que nos deje pensando, meditando, y que a su vez nos meta en una fibra más emotiva”.