En las profundidades del Atlántico sur yace el misterio sobre el destino del ARA San Juan y sus 44 tripulantes. La ausencia de acompañamiento por parte del gobierno ha sido otro misterio que quedó asentado en la memoria social emotiva. Varias portadas de diario dijeron que había muerto en un enfrentamiento. PaginaI12 dijo: a Nahuel lo mataron por la espalda. No hay un misterio en esa aparente contradicción, hay una mentira evidente, y otra vez el síntoma de la insensibilidad del gobierno, que se ubicó también en ese sustrato donde crece la memoria y se cocina el humor de los argentinos. La reforma previsional fue al mismo lugar y confirmó los dos rasgos que tienen en común los tres hechos: insensibilidad y mentira. El Instituto Di Tella informó esta semana que el Índice de Confianza en el Gobierno, en diciembre cayó en picada un 20 por ciento por esos tres hechos.  

Los medios oficialistas operaron sobre las tres situaciones para ocultar la responsabilidad del gobierno y no pudieron. Quisieron enfocar la culpa del hundimiento del submarino sobre la Armada, demonizar a los mapuches y magnificar los enfrentamientos durante la represión de las fuerzas de seguridad. Pero la carga emotiva es tan fuerte en los tres hechos y las consecuencias negativas de la reforma jubilatoria son tan extendidas que mellaron el blindaje mediático por primera vez desde que asumió Mauricio Macri.

El informe del Instituto Di Tella indicó que el gobierno conservador terminó el año mal parado. Y lo afirma pese a que el Índice de Confianza no toma en cuenta el formidable factor de malestar que acecha en la política económica. Los índices macro que han promovido esas políticas se perfilan entre los peores de estos años de democracia. La devaluación del peso que no puede ser controlada por las altísimas tasas de interés que pagan las Lebac constituye un fenómeno extremo de desorden económico: desalienta la producción, es inflacionario, destruye el salario, alienta la especulación y profundiza la fuga de capitales, todo al mismo tiempo. El caos está contenido por otro factor de tormenta que es la deuda externa que crece en tiempo récord.

Aprobar un presupuesto y al día siguiente informar que aumentaron las expectativas inflacionarias en un 50 por ciento fue desprolijo y muy arriesgado. La desprolijidad y el peligro que asumió esa maniobra dan una idea aproximada de los grandes riesgos que trata de evitar. La misma tarde del jueves circuló la versión de que los grandes bancos estaban presionando a los gremios para que realicen un paro. Si se producía una corrida, los bancos estarían cerrados por un conflicto laboral. Fue sólo una versión, pero también da la idea de lo que estaba en juego mientras el dólar rompía la barrera de los 19 pesos. La ola de malestar social que puede producir el desorden económico todavía está en proceso de formación. Si se produce, marcará la suerte de este gobierno y no habrá blindaje mediático que valga.

Cada una de estas situaciones de erosión y pérdida de confianza han sido creadas por el mismo gobierno. Aunque alguna pudiera ser inesperada, como fue el hundimiento del ARA San Juan, resulta difícil de entender la falta de sensibilidad frente al drama del submarino y sus tripulantes. Los medios oficialistas trataron de minimizarlo, de hablar lo menos posible y hasta incluso de buscar la culpa en el gobierno anterior. Rápidamente lo sacaron de los titulares principales. Lo que sucede siempre en estas situaciones es que antes de discutir sobre la responsabilidad, el interés se centra en la forma que reacciona el gobierno. El cuadro fue impactante: un gobierno que se mostraba insensible ante un problema que sensibilizaba a toda la sociedad. Fue insensible por la especulación política permanente y por el maltrato a los familiares de la tripulación. En ese contraste, incomprensible, hay que anotar el impacto negativo.

Siempre hay una responsabilidad que el gobierno debe asumir y además constituye un drama que sensibiliza a cualquiera, independientemente de su pensamiento político. Y este caso se refiere a miembros de las Fuerzas Armadas, cuyo comandante en jefe es el presidente. Y además se trata de un sector de la sociedad que ha simpatizado con el gobierno. No era un terreno hostil, bastaba un mínimo gesto de humanidad. La frialdad y la distancia en un tema que conmovió a la sociedad fue un factor de fuerte disgusto con el gobierno.

En contraposición, al mismo tiempo era evidente su preocupación por proteger a las fuerzas de seguridad que utilizaba en la represión. Fue el contraste con el desinterés por el submarino. En los casos de Santiago Maldonado y de Rafael Nahuel, los funcionarios ordenaron primero, protegieron y encubrieron después a los que habían recibido las órdenes, y después los felicitaron. Lo mismo pasó con la salvaje represión a los dos actos masivos contra la reforma previsional. Mostró más preocupación por la imagen de los policías, prefectos y gendarmes que usó para reprimir que por las vidas de los tripulantes de un submarino supuestamente accidentado en el cumplimiento de una misión. Los familiares de la tripulación percibieron esa diferencia cuando les retacearon información o les demoraron el pago de los salarios o les sacaron los alojamientos en Mar del Plata.

Cuando se conoció el resultado de la autopsia que hicieron al cuerpo de Santiago Maldonado, el gobierno creyó que confirmaba su hipótesis de que los organismos de derechos humanos y la familia de Maldonado habían “inventado” a un desaparecido. Un concepto que buscaba proyectarse necesariamente hacia el pasado. Pero el asesinato inmediato de Rafael Nahuel, fusilado por la espalda, desarmado, cuando trataba de escapar, en el contexto del mismo conflicto por tierras que reclaman los mapuches, reafirmó la responsabilidad de la represión en la muerte de Maldonado, más allá del resultado de la autopsia. El ensañamiento en ensuciar a la familia de la víctima y las exageraciones ridículas en la demonización de los mapuches vencieron el efecto que buscaban con esas campañas mediáticas y generaron, en cambio, un clima de malestar con el gobierno.

Para algunos analistas, las imágenes de violencia en los actos frente al Congreso contra la reforma previsional pudieron neutralizar el efecto de los masivos actos de rechazo al proyecto de ley. Pero las consecuencias de esas reformas son tan extendidas en la sociedad, que sobrepasaron el intento de ocultarlas detrás de las imágenes de violencia. Y hasta lograron naturalizarla, y en alguna medida revertirlas contra la represión. De lo contrario, los cacerolazos de la noche del lunes no se hubieran producido.

Quedó demostrado que a la sociedad le disgusta que se afecte a los jubilados. Y que esa inclinación es más fuerte que el rechazo a la violencia o el miedo a la represión y por lo tanto, fue más fuerte que la campaña mediática. La medida fue muy pensada y decidida. Era una exigencia del FMI. Sin embargo, esta vez también el oficialismo se victimizó y quiso responsabilizar por los desmanes al kirchnerismo. Sus voceros hicieron correr versiones sobre reuniones conspirativas que luego fueron desmentidas. Pero a pocos les importaron las conspiraciones, en cambio quedó muy expuesta la actitud insensible del gobierno con los jubilados.

Son tres más uno en potencia. Las tres situaciones que menciona el Índice del Instituto Di Tella: el asesinato de Nahuel, el hundimiento del ARA San Juan y el saqueo a los jubilados con la reforma previsional. Y el elemento potencial es el que anida en el desastre económico que han ido generando las medidas que tomó el gobierno conservador. El índice no llegó a medir el impacto negativo de la escapada del dólar y de la impostura de hacer aprobar un proyecto falso de presupuesto. De todos modos, al señalar que la confianza en el gobierno cayó más de 20 puntos en diciembre por estos tres hechos, lo que está midiendo el Di Tella es la forma en que la sociedad percibió los dos materiales que constituyen la actitud del gobierno ante ellos: la insensibilidad y la mentira. El gobierno no tuvo esta vez un fin de año feliz, pero dejó en claro que no le va a temblar la mano para cumplir sus propósitos. Fue el fin de año con más represión desde 2001 y aunque la historia no se repita, envía sus mensajes.