Cuando el sistema necesita culpables, una mujer es, sin dudas, la presa fácil para transformarla inmediatamente en una víctima de violencia institucional. Entonces, la condenan sin miramientos y las reglas no escritas advierten que, cuando de tapar se trata, esa mujer pasará el resto de su vida tras las rejas sin haber cometido un delito. Ahora, ¿qué sucede cuando alguien repara en esa injusticia patriarcal y le hace frente a la violencia institucional? Hackear un sistema perverso que acomoda la culpabilidad de una mujer en el casillero más a mano es un camino sinuoso en el que se necesita mucho más que una heroína: se necesita un movimiento de mujeres que acompañe.
¿Cómo posicionarse frente a un cuerpo torturado y devastado, condenado y encerrado?
Las mujeres de Belén, no se ubican atrás: la rodean, la abrazan, la sostienen, la escuchan y le dejan espacio para todos los silencios.
A Belén la fue a buscar Soledad Deza, abogada feminista, al fondo del mar de mierda en la que la había sumergido el sistema de salud, la policía y la injusticia, y la llevó a una orilla a salvo para devolverle la palabra justicia. A las mujeres nos rescatan otras mujeres, las mujeres de la manada.
Es reparación. Es la maniobra de primeros auxilios para revertir una muerte en vida.
En abril 2016 los jueces Dante Ibáñez, Néstor Rafael Macoritto y Fabián Fradejas, condenan a ocho años de prisión a Belén. La carátula decía Homicidio agravado por el vínculo. No la miran, no la escuchan, no les importa. La condenan por ser mujer, por no saber que estaba embarazada y por tener un aborto espontáneo en un momento donde la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo no existía.
Unos meses más tarde, las manos de Dolores Fonzi sostienen un cartel en la entrega del premio a mejor actriz por "La Patota”: Libertad para Belén. Una imagen que corre como pólvora encendida por el mundo y un grito infinito sosteniendo el trabajo inconmensurable de Soledad como abogada defensora.
Hoy, Dolores Fonzi, en este largometraje extraordinario, logra llevarnos de las narices a través de una pieza audiovisual sin fisuras en la que describe cómo la herramienta institucional, teniendo el poder y la posibilidad de salvar, elige, sin ningún tipo de autocrítica, destruir.
Si la privación de la libertad en un contexto de una mala praxis jurídica, violencia institucional y tortura médica extrema, donde la salud mental tambalea por un hecho dramàtico como la pérdida de un embarazo, es equiparable a una forma de perecer, la vida de Belén era la crónica de una muerte anunciada. En ese mismo instante en el que esa mujer era arrastrada al matadero, aparece, como es su costumbre, el feminismo, corporizado en Soledad Deza, abogada, madre, militante por los derechos humanos, sexuales y reproductivos. Ella escucha, al pasar, el caso de la boca de la madre de Belén en los pasillos de tribunales. En este punto de inflexión ineludible, en el que Soledad debe tomar una decisión, su vida da un volantazo, de esos que dejan el camino tapado de polvareda y a nosotres, espectadores en una butaca, nos deja el gustito incomparable de escuchar el sonido único del llamado colectivo.
Belén nos devuelve las fuerzas no sólo para resistir, sino para conquistar los derechos que quedan en el tintero. Nos regala la memoria emotiva de una marea incomparable. Nos incomoda y nos alegra. Nos llena de orgullo al recordar las calles vestidas de verde y nos interpela frente a un cansancio que acecha.
Me gusta el detrás del telón de esa abogada que avanza contra todo: es una mujer, como todas las que reinventamos un tiempo en el que las tareas de cuidado, el trabajo y el propósito se van acomodando en el camino. La falta en las maternidades es una constante desquiciante. Le pasa a Soledad, a Dolores, a nosotras. En esta película no sólo necesaria, sino artísticamente incomparable, todos los matices que hacen a la cotidianeidad de una mujer pulpo, aparecen como pinceladas y guiños. Todas somos Belén o podemos serlo. Todas somos Soledad Deza y podemos serlo en el rol que ocupamos dentro del entramado social. Todas honramos la capacidad, el talento, la magia, el amor de Dolores, que abraza a esta historia renacida y nos invita a una aventura irreversible.
Hay un antes y un después del segundo largometraje de Fonzi.
Dolores, Lolita, para la tribu, es la actriz del cartel Libertad para Belén y es la misma que fundó Actrices Argentinas para la lucha por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Es la que atravesó, en medio de la lucha y poniendo el cuerpo como trinchera, un cáncer de mama, que jamás le arrancó las ganas, la fuerza, la fragilidad, la ternura y la alegría. Es la que se plantó con toda esa honestidad y contundencia, en el recinto y les tapó la boca a los que comparaban el derecho a decidir con una perrita. Es la que materna prácticamente sola a sus hijos y de vez en cuando llega, como Soledad Deza y como todas nosotras, tarde a los actos escolares. Es la que, antes de confirmar un trabajo, arma una logística impecable para que las tareas de cuidado sean cubiertas. Dolores es la que en esta entrevista se quiebra al decir: “Estoy contenta de estar viva, de poder celebrar y hacer estas cosas. Y que mi hija vea la película y me diga que está orgullosa de mí, y que sepa qué estoy haciendo cuando no estoy con ella”.
El estigma de mala madre o madre incompleta es una marca tatuada en nosotras hagamos lo que hagamos. La culpa se instala en el sillón de dos cuerpos y habita cada segundo. No siente predilección ni tiene contemplación según profesión, ni se deja seducir por el impacto social que recompense de alguna manera nuestra ausencia. Esta cuenta pendiente con nosotras mismas aparece en la pantalla para recordarnos que todas luchamos contra el mismo fantasma.
Hay algo en Belén que nos muestra sin atajos el camino de la injusticia que se desenmascara en el proceso judicial al que es sometido esta mujer :
“Con el mismo expediente que Belén es condenada a ocho años de prisión, Soledad Deza consigue su absolución”.
Por este dato jurídico inapelable, está película se transforma en un documento irrefutable que nos pone a todes en un lugar posible. La injusticia tiene la mano larga y nadie está exento de ser atrapado por esa telaraña. Sin embargo, las mujeres y disidencias somos presa fácil para la estigmatización.
“Lo importante de la película es que cualquier persona se puede sentir identificada con la sensación de injusticia y querer cambiar eso”.
Hay una claridad en el relato cinematográfico, una belleza en la forma de mostrar la vida y el abismo, la risa y el miedo, la importancia de la compañía y la frialdad del poder, que sólo se me ocurre agradecer el arte y la rigurosidad periodística.
Sobre la risa, Dolores pone en el mismo renglón la comedia con la humanidad. “ Si nos podemos reír de nuestras propias tragedias cotidianas, de las rutinas familiares, eso le da humanidad. Hay algo que nos protege en el humor y eso me parece fundamental. Yo quiero hacer películas que me gusten a mí, que me entretengan”.
Dolores escribe un nuevo capítulo en nuestra historia adaptando el libro de Ana Correa de una forma magistral. Y lo hace con otras mujeres de su talla: Leticia Cristi, la productora que todas queremos cerca, Laura Paredes como coguionista y actriz, Camila Plaate encarnando a Belén, entre otras. Belén es mucho más que una película feminista. Es un legado por la lucha de los Derechos Humanos. Es una advertencia contundente e implacable al sistema judicial, a la violencia institucional y la mirada sesgada social. Es una cirugía a corazón abierto sobre la mesa de los prejuicios y la ignorancia.
“Es un regalo, un homenaje al movimiento feminista a esta historia reciente que vivimos todos y todas, y tambien es una pelicula que habla de la injusticia y la injusticia la vivimos todos”, dice Fonzi.
De Tucumán al mundo, de la mano de Belén: el Festival Internacional de cine de San Sebastián recibió con ovación y pañuelos verdes a Belén y a cada una de las mujeres que hicieron posible este homenaje contundente e inabarcable, imprescindible, a las luchas feministas.
Belén fue elegida por la Academia de Cine para representar Argentina en los Oscar. Belén irá a los premios Goya.
Así, Dolores Fonzi devuelve, en plena fiesta festivalera, con euforia, alegría, capacidad de unión, talento y esa sonrisa que es la más linda que parió el cine argentino, todo el amor que recibe.
Belén no entra en un tuit de 140 caracteres, ni en un titular. Belén queda impregnada en los cuerpos, en la memoria y nos recordará siempre que ese patrimonio que es la unión es nuestro.
“Belén nos recuerda que si se pudo antes, se puede ahora”, concluye.