El deporte, algunas veces, entrega momentos y escenas que nos conmueven a todos. Uno de esos hitos ocurrirá este viernes, cuando el piloto Romain Grosjean vuelva a subirse a un monoplaza de Fórmula 1 luego del dramático accidente que lo tuvo como protagonista y milagroso sobreviviente durante el Gran Premio de Bahrein en 2020. El francés será parte de una prueba TPC (Test of Previous Cars) -que los equipos habitualmente utilizan para extraer datos y experimentar nuevas configuraciones- tras haber sido invitado por HAAS, la última escudería que integró en la Máxima, y tendrá la oportunidad de dejar en su retina, en su mente y en su corazón un último recuerdo más feliz de sus días en el Gran Circo.

La emoción vibraba como siempre cuando el calendario marcó el 29 de noviembre de aquel 2020 y la máxima categoría del automovilismo mundial dio inicio al Gran Premio de Bahrein en ese triste año signado por la pandemia de coronavirus. Pero solo pasaron unos pocos segundos hasta que Grosjean quedó envuelto en un accidente brutal: el HAAS del francés, quien partía desde la 19ª posición, se tocó con el AlphaTauri del ruso Daniil Kvyat y salió estrellado contra un guardrail sin protección de neumáticos a esa altura del trazado, justo después de la tercera curva del circuito ubicado en Sakhir. Cargado de combustible, el auto se incendió inmediatamente. 

La escena terrorífica, que afortunadamente no tuvo un desenlace fatal, fue descripta por Página/12 en el comienzo de la crónica de aquella carrera. “La noticia que la Fórmula Uno puede dar este domingo es que Romain Grosjean, uno de sus 20 pilotos, está vivo -dice la primera oración de aquella nota del diario-. Aún cuando sea una noticia poco verosímil, porque la pantalla hiela la sangre por lo que llega y no llega desde el circuito de Bahrein, en la primera vuelta de la fecha 15 del calendario de la Fórmula Uno: un accidente del que inmediatamente sale mucho fuego, una televisación que deja en suspenso las imágenes de lo que sucedió, un auto partido literalmente al medio, un piloto que cruza el guardrail que pudo haberlo matado cual escena milagrosa de una película de acción: desde las llamas, Romain Grosjean logra salir vivo, puede caminar, aún cuando se le ve el estremecimiento en el rostro tras sacarse el casco derretido por el calor del fuego“.

En milésimas de segundo, Grosjean lo vivió todo: pensó en lo que habría vivido el tricampeón mundial Niki Lauda en su accidente en Nürburgring en 1976, intentó salir del cúmulo de chatarra en que se había convertido el chasis de su monoplaza, no pudo, probó otra vez más fuerte, se dio cuenta de que estaba atascado… “Entonces llegó el momento menos placentero en el que mi cuerpo empezó a relajarse. Estaba en paz conmigo mismo y pensaba que iba a morir. Me pregunté: ‘¿Me quemaré los zapatos o la mano? ¿Dolerá? ¿Dónde empezará?’. Para mí, fueron dos, tres, cuatro segundos. Supongo que fueron milisegundos en ese momento. Entonces pensé en mis hijos y en que no podían perder a su padre hoy“, recordó unos días después el piloto, quien en ese momento tomó el metal retorcido y prendido fuego con sus manos -esas que hoy tienen las huellas de aquella dolorosa hazaña física- y empujó con todas sus fuerzas para lograr salir.

Grosjean, durante sus días con HAAS en la Máxima (Imagen: AFP).

Los números también describen la violencia de lo vivido por el francés: la velocidad del monoplaza al momento del accidente era de 221kph, el impacto produjo 67 fuerzas G y Grosjean estuvo 28 segundos atrapado antes de poder escapar de su HAAS en llamas.

“No apoyaba el halo hace unos años, pero creo que es la cosa más genial que trajimos a la Fórmula 1 y sin él no podría hablarles hoy“, aseguró el francés el mismo día del accidente, agradecido con todos los que lo ayudaron. Hacía referencia a esa estructura de titanio -obligatoria desde 2018- que rodea la parte superior de la cabina y está diseñada para proteger la cabeza del piloto. “Verlo sobrevivir es francamente un milagro“, se había sincerado su compañero de equipo, Kevin Magnussen. En el paddock, lo único que todos celebraron aquella jornada fue el escape de Grosjean con vida.

El piloto que ahora tiene 39 años no pudo concretar el Gran Premio número 180 de su carrera aquel 2020 a causa de su recuperación, pero este viernes tendrá una alegría muy grande: invitado por HAAS, la escudería con la que compitió cinco temporadas en la Máxima entre 2016 y 2020, Grosjean volverá a subirse a un monoplaza de Fórmula 1 para dejar en el olvido el terrible accidente. Será en Mugello y estará acompañado por sus viejos compañeros, entre ellos su último ingeniero de carreras y su mecánico principal. Ayao Komatsu, actual jefe del equipo estadounidense, será el ingeniero de carreras de Grosjean en las pruebas sobre el circuito italiano, una escena que revivirá sus tiempos en Lotus, cuando desempeñaban esos mismos roles.

“Estoy increíblemente agradecido a Gene Haas (NdR: fundador de la escudería) y a Ayao Komatsu por invitarme -contó el francés este jueves-. Decir que estoy emocionado por volver a ponerme al volante de un auto de Fórmula 1 sería, naturalmente, quedarse corto. No puedo creer que hayan pasado casi cinco años, pero volver y disfrutar de esta experiencia con mi antiguo equipo es realmente especial“. Grosjean, quien desde 2021 ha competido en la serie IndyCar en Estados Unidos (consiguió seis podios y tres poles en sus cuatro temporadas), pintará con un color más que especial la que será ahora su última memoria en la Máxima: pilotará el VF-23 con un casco que sus hijos diseñaron en aquel 2020 para la última carrera de su papá en la Fórmula 1 de ese año, un Gran Premio de Abu Dhabi que quedó trunco para él tras lo sucedido en Bahrein.

Aunque se tomó su tiempo, la Fórmula 1 -y especialmente su exequipo, HAAS- llegó con otra oportunidad para Grosjean, quien podrá trocar su último recuerdo de la Máxima por otro más lindo, uno del que serán testigos felices todos los fanáticos y fanáticas y en el que él, al fin, podrá llevar puesto el casco con los dibujitos de sus hijos.