Si Mario Ortiz no existiera, habría que inventarlo. El escritor bahiense inauguró en el Malba el 17° Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba), que se realizará hasta el domingo 28, con la conferencia “Sartre y el mate amargo”. Cuando se enteró de que en esta edición el eje de la programación giraría en torno a “el otro”, le aparecieron varias imágenes y eligió contar la más insólita. La hermana del filósofo alemán Friedrich Nietzsche y su marido encararon un emprendimiento yerbatero en Paraguay en el último tercio del siglo XIX. Dice la leyenda, según comentó el autor de Cuadernos de lengua y literatura, que don Friedrich probó el mate y le gustó.
“Qué hermoso pensar que pudiese haber escrito las tremendas páginas de Zaratustra o su ensayo sobre la tragedia griega mientras se tomaba unos verdes”, exclamó ante un auditorio expectante por escuchar a este narrador y poeta que formó parte de los Poetas Mateístas, un grupo irreverente con algo de gesto vanguardista, jóvenes lectores voraces que en los años 80 se reunían para compartir poemas alrededor de una pava y un mate casi interminable.
Pablo Braun, presidente de la Fundación Filba que organiza el festival, anunció durante la apertura que está confirmada en 2026 la presencia de la irlandesa Claire Keegan, la autora de Recorre los campos azules, Cosas pequeñas como esas y Bien tarde en el día, entre otros libros de cuentos y novelas traducidos por Jorge Fondebrider, que estuvo por primera vez en el festival en 2008. Aplaudieron y celebraron la próxima visita de la escritora irlandesa la directora del Filba, Amalia Sanz; la escritora Claudia Piñeiro y la poeta Andi Nachón, que se encargó previamente de presentar a Ortiz, a quien definió como un escritor que "dibuja una galaxia en nuestra lengua" a partir de una escritura "hondamente bahiense".
Lejos de las solemnidades académicas, Ortiz recuperó al filósofo francés Jean-Paul Sartre para formular las mismas preguntas urgentes que hizo a la comunidad intelectual hace casi 80 años: ¿Qué es escribir? ¿Para qué escribir? ¿Para quién escribir?; “esas preguntas que nos siguen interpelando”, dijo el autor bahiense que participará de varias actividades de esta edición del festival que tendrá como invitados a los españoles Pol Guasch y Jon Bilbao, a la escritora trans canadiense Gabrielle Boulianne-Tremblay, a la chilena Lina Meruane, a los colombianos Juan Cárdenas y Lorena Salazar Masso y a la británica Sheena Patel, entre otros. Aunque entiende el punto esgrimido por los escritores que aseguran con entera convicción que cuando escriben no piensan en el lector, que se refieren a la autonomía del hecho literario, la libertad creativa y la no subordinación a los mandatos del mercado, a pesar de estar de acuerdo, asumió que siente “un cierto regusto amargo de perplejidad” porque “el ideologema de la autonomía absoluta puede y debe ser desmontado y sometido a crítica”.
Ortiz (Bahía Blanca, 1965) está seguro de que no pensar en nadie a la hora de escribir es “condenar a la literatura a un monólogo que se recita en una habitación cerrada sin público”. Como la práctica de la literatura es una actividad solitaria, festivales como el Filba “resultan esenciales para recordarnos que hay lectores de carne y hueso a los que queremos llegar, conmover, espantar o seducir”, subrayó el escritor y docente de literatura en los ámbitos secundario y universitario. “Cuando escribo, me gustaría rasgar la página y adivinar la mirada de ese lector que está del otro lado, darle la mano y agradecerle que se detenga en las palabras que vuelco sobre el papel”, confesó y destacó que la literatura, que el arte en general, es una actividad esencialmente social. A pesar de que la escritura y la lectura no coincidan en el tiempo y se verifique un “delay”, “hay una comunidad de seres que se encuentran a través de la página, y por esto mismo deviene una actividad profundamente política”.
Ortiz señaló que la literatura no es inmediatamente eficaz y que un libro “puede bien poco” frente a la potencia arrasadora de X o TikTok. El escritor bahiense leyó fragmentos de un artículo de Piñeiro, “La ignorancia jactanciosa”, en el que la escritora explica que el “no saber” “ya no es un vacío de conocimiento que moviliza al aprendizaje, sino ignoracia estratégica, producida por poderes -políticos, económicos, tecnológicos, mediáticos- para satisfacer sus intereses, a través de mecanismos como la información sesgada, las noticias falsas, la manipulación mediática o hasta conspiraciones globales”. En ese artículo, citado por Ortiz, Piñeiro observa que “la jactancia de la ignorancia se convirtió en un captial político y cultural” y que “el desconocimiento se exhibe hoy como bandera de autenticidad o rebeldía, reinterpretando la ignorancia como virtud”.
“La comunidad de lectores y escritores hoy se encuentra en zona de riesgo. Ya no se trata de denunciar ‘periodistas ensobrados’ o miembros de una “casta”. Se trata de que estamos atravesando una época de barbarie que hubiese asustado hasta al propio Sarmiento. Lo que parecía imposible de volver, ha vuelto como en esas malas películas de zombis clase B”, reconoció el escritor y recordó que Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi, advertía: “cuando escucho la palabra cultura, echo mano de mi revólver”. “Y Millán Astray, general franquista durante la Guerra Civil española, desafiaba orgulloso a Unamuno gritando: ‘¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!’”.
Ortiz precisó que “Sartre nos recuerda que el escritor está inevitablemente situado en su época y, aunque decida escribir sobre las magnolias o una pared descascarada, ese texto implica el compromiso con un proyecto de vida determinado”, pero aclaró que no se trata de moralizar o bajar línea. “El lenguaje se ha desfondado, vaciado de contenido y convertido en un arma de guerra que nos arrojamos unos a otros. Se habla para humillar al otro, para denigrarlo y, si fuese posible, eliminarlo. Que lo digan si no las víctimas de los trolls, los tuiteros y los que escriben comentarios al pie de las noticias de portales informativos”.
El escritor bahiense afirmó que “invitar al lector al encuentro con el espesor del lenguaje es un acto político”. “Apostar por el espesor de la palabra es comprometerse con un tiempo y espacio de calidad en que las relaciones humanas vuelvan a ser posibles. El cuidado de la palabra es siempre el cuidado del otro”, ponderó y admitió que “la situación del escritor argentino es precaria y que por eso mismo tiene una potencia inaudita”. Así como Jorge Dubatti propuso el término “teatrista” para referirse al artista que no se limita a ser actor, director, dramaturgo, sino que hace un poco de todo y juega en todos los roles, Ortiz postuló “escriturista” para aludir a la persona que escribe, edita, lee, critica, enseña y da talleres literarios. “Esta es nuestra agenda. Finalmente, descubrimos a partir del concepto ‘escriturista’ que el otro somos también nosotros mismos. Cada uno de nosotros es un ‘para sí mismo’ y ‘para el otro’”. Ante la pregunta para quién escribir, el poeta y narrador bahiense recuperó una frase del “injustamente olvidado Cura Loco”, el padre Leonardo Castellani: “Escribir libros buenos para Dios y regalárselos a la República Argentina”.