La imputación con prisión preventiva por seis meses al abogado Iván Carlos Méndez, quien presuntamente usaba su título profesional como “fachada” para triangular información con presos de alto perfil del Servicio Penitenciario Federal, mostró cómo el dos veces condenado por narcotráfico Julio Andrés Rodríguez Granthon, armaba desde prisión una supuesta compra de drogas con otro preso satafesino, Cristian Nicolás “Pupito” Avalle, que le dejaría “por lo menos ochocientos dolaritos para cada uno para arrancar un poquito del año”. Además, el convicto se queja de las restricciones que posee en el régimen de alto riesgo porque, afirma en una escucha, “confinado estuve vendiendo 120 kilogramos hasta hace un año”.

Julio Andrés Rodríguez Granthon, un piloto civil de nacionalidad peruana asentado en Argentina en su adolescencia, cumple una condena a 21 años unificada en dos causas por narcotráfico. También recibió una sentencia a prisión perpetua como partícipe del homicidio del ex concejal de Ciudad Futura, Eduardo Trasante, padre de uno de los tres chicos asesinados en el triple crimen de Villa Moreno en Año Nuevo de 2012.

Según la investigación de los fiscales de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar) Matías Scilabra y Matías Mené, el abogado Méndez ofrecía servicios que no eran los estrictamente profesionales. Por su condición de letrado -se recibió en un instituto universitario penitenciario mientras cumplía condena en una causa por venta de drogas- tenía acceso a sus clientes del Sistema Integral de Gestión para Personas Privadas de la Libertad de Alto Riesgo, cuyos integrantes están muy restringidos para comunicarse extramuros.

El visitante

De acuerdo a la causa, Méndez visitaba a Rodríguez Granthon; a Mario Roberto Segovia, conocido como "Rey de la Efedrina”, que cumple una pena a 17 años y 6 meses de prisión por tráfico internacional de efedrina y pseudoefedrina, y a 13 años por tráfico de armas; a Martín Lanatta, con perpetua por el triple crimen de General Rodríguez.

También frecuentaba a Uriel Luciano Cantero (hijo del asesinado líder de Los Monos, Claudio “Pájaro” Cantero); César Morán de la Cruz, referente narco del Barrio 31 de Retiro condenado por homicidio; al propio Avalle, sentenciado a perpetua como líder de una banda de Villa Gobernador Gálvez ligada a Los Monos; y al “Brujo” René Ungaro, preso por el homicidio del ex jefe de la barra de Newell’s Old Boys Roberto “Pimpi” Camino y asociación ilícita.

El abogado fue detenido el 17 de septiembre último al salir del Complejo Penitenciario Federal I de Ezeiza y quedó imputado con prisión preventiva por seis meses, que le dictó el juez de Garantías Carlos Vera Barros, por el delito de asociación ilícita.

Durante la imputación, el titular de la Procunar, Diego Iglesias, sostuvo que “no estamos frente a una relación profesional. Lo que hace es invocar su título para violar las restricciones que, por razones de seguridad, se imponen a los detenidos para comunicarse con el mundo exterior. No asesora jurídicamente a ninguno de los internos. No diseña estrategias procesales, no ejerce el derecho de defensa”.

Confinado pero activo

Como parte de las pruebas empleadas por los fiscales para la acusación, utilizaron escuchas realizadas al teléfono de Méndez, que dan cuenta de su vínculo con los “clientes”. Una de ellas pone en presunta evidencia que el “Peruano” Rodríguez Granthon triangulaba la compra de drogas a otro detenido, “Pupito” Avalle.

Una de las comunicaciones expuestas que puso en evidencia las triangulaciones ocurrió el 6 de agosto pasado, cuando Rodríguez Granthon le pidió al abogado que interceda para venderle droga a Avalle.

Rodríguez Granthon: Cuentan con el dinero, para hacer de última un pasamanitos y ganamos los dos

Méndez: ¿A quién le digo?

Rodríguez Granthon: Déjame a mí que yo le propongo a Avalle...Y nos pueden pagar hasta tres, ocho, por ahí nueve.

Méndez: Bueno.

Rodríguez Granthon: Con la plata.

Luego conversan sobre detalles como los “viáticos” para trasladar supuestamente estupefacientes y el “Peruano” dice: “Le ganamos doscientos y doscientos. Arrancamos ahí primero, pero pregúntale después, viste, capaz que a Avalle compre cuatro o cinco ¿entendés? Por lo menos ochocientos dolaritos para cada uno para arrancar un poquito del año”.

En otro fragmento, Rodríguez Granthon dice: “Bueno yo le comento a Avalle por el tema de la mercadería (...) Ojalá que me quiera comprar algo con la plata y después vamos a cuadrar cómo hacemos el viaje. Preguntale si te puede fiar algo. Si te llega a fiar algo, lo vendemos a cuatro o cinco, ganamos los dos, yo tengo para vender a cuatro o cinco”.

Los fiscales indicaron que en el extracto de la conversación con Rodríguez Granthon se reafirma la hipótesis sobre el caudal de droga que seguía coordinando desde prisión y su intención de reactivar el volumen de negocios a partir de la transacción con Avalle.

“Dile que si nos da una mano, aunque sea con poquito, yo te digo la verdad, si me dan un empujón... confinado estuve vendiendo 120 kilogramos hasta hace un año”, dice sobre lo que aparentemente comerció desde prisión “hasta hace un año”. Y explica que “después solo que nos salió mal esa inversión... porque vendía los 120... La gente me venía pagando, cumpliendo todo, me pedían más. Y yo dije invierto la plata así bajo 200, 300 kilogramos y ahí bardié”.

Si bien no da detalles del bardo, se esperanza con poder remontar el negocio ilegal: “Con poquito, como te digo, vamos a agarrar confianza, arrancamos con uno, cinco o diez, veinte, y de a poquito le vamos metiendo, después me quedo con mi ganancia”.

 

Para el fiscal Mené, “esta es una clara evidencia de que a partir de haber mejorado su situación, algo directamente relacionado con la comunicación con el exterior, Rodríguez Granthon pretendía volver a continuar sus actividades de tráfico”. En esa tarea cumplía una función esencial el abogado, a través de “una triangulación fraudulenta para burlar sistema restrictivo penitenciario”.