Entre las piedras, en zona de guerra, ella habla como una cronista, como alguien que describe los pormenores de una vida en estado de excepción. Su voluntad de fotografiar ese mundo que se destruye la llevó a un lugar donde vive como una refugiada. Su condición de reportera gráfica no la salva de la falta de agua, de la inminencia de cualquier otro cuerpo que pueda meterse en esa casa compartida donde el peligro de ser abatida, capturada por cualquier proyectil, hace de todo momento un instante culminante.
Paz (producida y estrenada en el marco de la programación del club de artes escénicas Paraíso) es una obra de teatro que toma el conflicto bélico como tema y escenario pero, al mismo tiempo, es una pieza intimista. La protagonista interpretada por Laura Paredes experimenta esa forma de soledad que se lee desde la condición de extranjera. Su profesión de fotógrafa le permite retratar una situación que le resulta ajena, mientras comparte esa cotidianidad austera y desmembrada con extraños. Ese rasgo etnográfico es, tal vez, la principal cualidad del texto escrito y dirigido por Antonio Villa.
La protagonista escribe con la voz y describe imágenes desde su posición de fotógrafa. La escena está construida como una instalación (Antonio Villa es artista visual y el concepto del espacio sabe de la síntesis y de la potencia narrativa) el rectángulo de piedras que marca la dificultad, la hostilidad del lugar y cierta precariedad al momento de desplazarse, generan una suerte de trinchera. Los pocos objetos de los que se vale la actriz juegan con un contraste o tensión a nivel visual, la luz de la linterna demarca otro cuadro en relación con la propuesta de iluminación a cargo de Jésica Montes de Oca pero los objetos también se refieren a otros espacios. Cuando la protagonista regresa a su departamento después de un periplo que es narrado con precisión y justeza y que se desarrolla ante nuestros ojos como si realmente lo viéramos, el espacio sigue inconmovible porque el estado interno del personaje no ha cambiado tanto.
Paz es una historia sobre las secuelas de la guerra en un personaje que ha participado en ella de manera lateral. El drama personal de la protagonista se enreda con esa realidad donde la muerte es presencia y antagonista. Cuando la guerra aparece en el teatro siempre remite a la tragedia. En Paz lo que sucede se aplica a los términos del realismo, de la interioridad más extrema. La desolación del personaje, su desinterés por el trabajo, incluso cuando las fotos que sacó en el campo de batalla le proporcionan notoriedad y variadas propuestas laborales, hablan de un desacople, de una separación entre esta mujer y su regreso a la ciudad, al país, a la casa donde debería recuperar su cotidianidad. Algo se ha roto en ella y no tiene que ver sólo con el final de su relación de amor con su novia, esa mujer con la que intentaba comunicarse en planea zona de conflicto para rescatar algo de ternura y seguridad mientras las bombas estallaban, sino con un vínculo distinto con ese presente que ya no le resulta reconocible.
Paz es también una obra que permite reflexionar sobre los modos actorales de abordar un monólogo. Laura Paredes está en el tono exacto. La identificación no la obliga a exacerbar la emoción sino que mantiene una forma contenida con pequeñas alteraciones de humor donde lo que prevalece es el relato y, de este modo, conserva cierta distancia sin perder la sensibilidad hacia lo que sucede. No hay grandilocuencia pero tampoco monotonía, en un acertado trabajo de dirección. Somos capturados por su palabra y afectados por la contundencia de las imágenes sin énfasis, con la premisa de narrar y de establecer una relación con el espectador para que la historia se desarrolle.
Hay en el personaje que Laura Paredes interpreta con profundidad y mesura, cierta deserción. Un desencanto que tiene una dimensión política que nunca se manifiesta directamente. La guerra que sucede en un lugar lejano quedó en ella como el tránsito por una dimensión de lo real que su entorno no conoce. La desconexión que sufre es la de alguien que ha visto el núcleo de la razón instrumental en su forma más monstruosa y ya no quiere participar de la simulación social.
El trabajo sobre el espacio da cuenta de esa forma natural, salvaje en la que la protagonista queda entrampada. El modo de insertar la escenografía en el medio del salón del teatro Verdi de La Boca, un lugar señorial ya en decadencia donde conviven una placa que nos informa que allí se fundó el partido comunista argentino con un palco que lleva el nombre de Darío Vittori, permite entender cierta escala teatral donde lo suntuoso de un pasado que permanece en su versión más apagada, ampara una escena tan poética como deliberadamente real.
Paz se presenta el jueves 9, el viernes 10 y el sábado 11 de octubre a las 20:30 en el Teatro Verdi.