Por primera vez llega a Salta el payaso, clown y artista callejero Chacovachi, en el marco del Encuentro Internacional de Mimo y Clown Salta, proyecto sociocultural gestionado en forma independiente desde hace 16 años en la provincia.

“Chaco”, como lo conocen y lo llaman cariñosamente sus fanáticos y colegas, lleva más de 40 años de carrera, en los que cosechó los frutos de andar de calle en calle, de plaza en plaza, y hoy, luego de tanto tiempo gastando suelas, en más de un teatro.

Con más de 20 países recorridos, experiencias e historias inabarcables, sumadas a un libro que hoy es de culto, sobre la vida del artista callejero, desembarca en el norte argentino con la idea de compartir, intercambiar y, como él mismo dice, “llenar el mundo de artistas callejeros”.

A pocas horas de llegar a Salta, Chaco se presta para una distendida charla que invita a robar sonrisas combinándola con una profundidad asombrosa, algo que pocos tienen el don de lograr.

(Imagen: gentileza Víctor y Barco Villafañe)


¿Cuándo y dónde nace Chacovachi?

—Yo hice el servicio militar durante la guerra de las Malvinas. No fui a la isla, pero sí estuve movilizado, como miles y miles. Cuando salgo de ahí, mi familia me dio unos meses sabáticos, porque venía de una familia de trabajadores, tenía que ir a trabajar en cualquier momento, tenía que empezar a trabajar, pero en esos meses me pongo a estudiar en una escuela de mimo, en la Escuela Argentina de Mimo. La verdad, no porque pensaba que iba a ser artista, porque para mí los artistas vivían en otro lado y eran otro tipo de personas, mis amigos eran otra cosa, no eran artistas. Pero pasó algo particular. Yo en la Escuela era alguien, uno más, funcionaba, me gustaba; y yo soy histriónico, ya había tenido una banda de rock y sabía lo que era un escenario, pero era fines del 83, todavía estaban los militares en el poder y en ese contexto llaman a la Escuela a pedir a algún alumno, algún profesor que quisiera hacer algo en una plaza. Los artistas siempre adelante, los artistas empezaban a hacer reuniones en las plazas, apurando un poco a los militares y a mostrar que estábamos vivos. Y yo fui a la plaza. Hasta ese entonces, para mí los artistas trabajaban en tugurios a las 2 de la mañana para 10 personas, se cagaban de hambre y yo tenía que encontrar una forma para vivir. La cuestión es que cuando conocí la plaza, mi vida cambió; la gente me rodeó, la gente era un público muy variado, el público era como las personas que vivían al lado de mi casa, no era un público de teatro que tiene un colador. ¿Quién va al teatro? alguien que tiene costumbre, cultura, dinero, por lo menos para ropa, para ir a un teatro. Y a mí me enamoró eso, sentí algo que muchos años después pude de alguna manera ponerle palabras. Sentí que la gente veía en mí, porque yo no tenía mucho para dar, y eran mis principios artísticos, veía en mí lo que se ve en un artista de calle, la libertad. Eso me pareció maravilloso y empecé a ir a las plazas todos los domingos.


—Enseguida entendí que se podía pasar la gorra, porque lo vi en una serie de los años 80, que eran unos artistas de arte de Nueva York, y veo al mimo de la serie pasando la gorra en el Central Park. Yo no sabía que se podía pasar la gorra, lo hacía porque me gustaba, porque parecía algo social, maravilloso. Pasé la gorra, y ese día con la primera gorra me alcanzó para invitar a comer pizza y hasta me tomé un taxi, cosa que yo nunca había hecho. Entonces dije, "ahí cierra, es algo que me gusta y puedo vivir”. Y como soy bueno en las matemáticas dije: "Una función, tanto dinero, dos funciones, el doble. ¿Cuántas semanas tiene el mes? Cuatro semanas, ¿cuánto?". Y nunca lo dejé de hacer. Así nació. No tenía nombre Chacovachi, era el mimo de la plaza. Yo hacía mimo en esa época, no hablaba, la cara pintada, en los principios de los 80. Y una vez andando de mochilero por el sur de Argentina conocí Ingeniero Jacobacci, tuve una historia particular ahí y me decidí a ponerme ese nombre, Chacovachi, que me sonaba a italiano, a un apellido, me gustaba porque hasta ese entonces, y todavía existe, el nombre de los payasos son tomatito, verdurita, fosforito y yo entendí enseguida que esto lo iba a hacer toda la vida porque me cerraba por un montón de lados, y no quería ser un tipo de 80 años y que digan “ahí viene Verdurita”. Ahí nació Chacovachi, a fines del 83, y nunca más dejé de hacerlo.


Nunca más dejaste de hacerlo y recorriste calles y calles, ¿Cómo llevás ser un artista callejero, y como te llevás con la responsabilidad que implica tener que sacarle una sonrisa o reflexión al público?

—Mirá, lo bueno que tiene ser artista callejero, ya llevo 42 años haciendo esto, y hace 20 años que tengo un cierto reconocimiento. Entonces, la mayoría de mis trabajos son en festivales internacionales, he trabajado en más de 20 países, pero también lo he hecho a la gorra furtivamente por España después del 2001 cuando acá no se podía trabajar, me fui a España a hacer las fiestas mayores. Y yo creí que había inventado algo, pero esto del artista callejero viene de la Edad Media, es algo que, por ejemplo, en España hay mucha cultura de todo eso, en todas las fiestas mayores, y hay tolerancia y se puede trabajar y está lleno de artistas de todos lados del mundo. A mí me pareció algo que me podía dar algo que ahora siento, una vida llena de aventuras, una vida con muchos viajes, con muchos amigos en todos lados y sobre todo haciendo reír. Cuando vos hacés reír, es como… yo nunca me piqué heroína, pero debe ser como una cosa así pero que no dura dos minutos como eso, es una satisfacción eterna. Cuando vos preparás, construís un chiste y ya sabés que cuando lo rematás todo el mundo va a reír… Yo soy un artista callejero que muchas veces trabajó en teatro donde la gente me va a ver, pero cuando trabajo en las plazas, que lo sigo haciendo, en centros culturales, ya más cuidado, tengo 64, o sea, no puedo andar tirando de un carrito hoy en día. Pero el 80% de la gente que me va a ver no me conoce, y es gente muy variada. Pero cuando vamos a hacer un teatro, ¿quién va al teatro? ¿quién va a ver un grupo de clowns? ¿a quién le gustan los clowns? el que tiene esa información, tiene una cultura parecida. En cambio, en la calle están todos, está el rico, el pobre, el inteligente, el tonto, el bueno, el malo, el de derecha, el de izquierda, niños, adolescentes, adultos, y hacerlos reír a todos a la vez, crear un ruedo en la calle, es algo como antropológico, a mí, la verdad, me enamoró desde todos los lados desde donde lo podía mirar, y es algo que espero hacer toda la vida, más allá de que también encontré un modo de sobrevivir donde estás un poquitito fuera del sistema.

(Imagen: gentileza Chacovachi)


Tenés más de 40 años de experiencia, transitaste calles, teatros y cuanto lugar sea, ¿cómo ves hoy al arte callejero en general?

—Argentina siempre exportó artistas callejeros. Yo hice 22 convenciones de payasos, artistas callejeros y malabaristas desde el año 93, y me enseñó que tenemos una particularidad; asi como la mayoría de los directores técnicos de fútbol de Sudamérica son argentinos, bueno, en todo festival del mundo hay artistas argentinos realmente triunfando. Yo no sé por qué será, y me siento un poco responsable de eso orgullosamente. Escribí un libro que se llama "Manual y Guía del Payaso Callejero", y se hizo un libro de culto, está dando vueltas por el mundo hace 10 años. Pero ahora cambió un poco, hay muchos artistas callejeros de semáforo, excelentes, buenísimos con su número de 2 minutos, el verdadero artista callejero para mí hoy en día es el semaforista. Yo soy un artista de plaza. Y la actualidad del arte callejero la veo de una manera extraordinaria en todo Sudamérica.

Te corro un segundo del artista callejero, del clown, porque antes hablaste de que encontraste en el arte una posibilidad de libertad, y es inevitable preguntarte, en este momento, en el que la palabra y el concepto de libertad está tan manoseado, ¿cómo lo vivenciás?

—Yo la sigo usando, como el color amarillo, como todas esas cosas, no puedo negarme a usarla, la palabra libertad. La verdad, las palabras empiezan a tomar otro sentido hoy en día y a mí no me gusta para nada, pero bueno, es la libertad, la libertad de decidir, la libertad de una plaza con todo lo que conlleva ser libre. La libertad es decidir por dónde querés ir y la libertad se acompaña de un pensamiento político. Me parece que es una palabra hermosa, una palabra donde el ser humano lucha desde la época de los esclavos, y no la voy a dejar de decir. Siento esa libertad en que el mundo está lleno de lugares donde trabajar. Yo tengo amigos que trabajan en Hong Kong, en toda Europa, en África, yo mismo he trabajado en Marruecos al lado de encantadores de serpientes, la libertad del artista callejero es algo inobjetable.

(Imagen: gentileza Chacovachi)


Recorriste más de 20 países, pero casualmente me decías que nunca habías llegado a Salta. ¿Cuáles son tus expectativas en esta venida para el norte?

—No saben lo contento que estoy. Trabajé mucho en Brasil, en todo Brasil, he conocido cantidad de ciudades en Brasil y en Europa, España sobre todo. También he trabajado en otros lados, pero como no hablo bien inglés, y mi espectáculo tiene la palabra, lo he intentado, pero no me funcionaba tan bien. Y volviendo a lo que me preguntás, tengo muchas ganas de conocer Salta, muchas ganas y voy a dar unos talleres allá. O sea, yo quiero llenar el mundo de artistas callejeros, y me voy a encontrar con un montón de personas que aman lo mismo que amo yo, que buscan lo mismo, que tienen mucha hambre y yo les voy a dar de comer. Les voy a enseñar, porque no le puedo enseñar a alguien a ser artista, pero sí le puedo enseñar cómo vivir del arte, la tarea es transformar el arte en proteínas. No somos grandes artistas, artista mayor puede ser el director de El Padrino, artista mayor es alguien que mete 100 mil personas en el estadio de fútbol. Nosotros somos artistas menores en condiciones menores y a mí eso me gusta, me hace sentir que estoy en el lugar que yo pretendía estar, porque también esto de ser artista callejero te permite de alguna manera un número, una rutina, te puede hacer dar vuelta por todo el mundo. No hay que ser un cantante de ópera que se aprende 40 óperas en alemán, que deja la vida en esto, es una mezcla, somos mitad artista, mitad buscavidas, y eso también de alguna manera me hizo entender que era lo que yo hacía.

En tu relato está siempre presente un artista que no se aleja de la base social, por así decirlo…

—¡Pero por supuesto!, o sea, hay grandes artístas que no han salido de su pueblo, pero entretienen, divierten, asombran a la gente en la plaza de la esquina de su casa. Después, si tenés suerte, viajarás, si tenés suerte tendrás, entre comillas, éxito y ¿para qué sirve el éxito y la fama?


Contame qué es lo que venís a hacer en Salta.

—El 1°, 2 y 3 voy a estar dando un taller que se llama “Manual y guía del payaso callejero” en la Casa de la Cultura, apuntado a todos los artistas de variedades, mimos y payasos de la zona. Y después, el viernes a la noche, voy a estar haciendo “Cuidado, un payaso malo puede arruinar tu vida”, que es muy importante que se entienda que es un espectáculo pensado para mayores de 16 años, porque en estos tiempos hay que aclararlo, pero que los pibes se mueren de risa. Lo que puede llegar a pasar es que no entienda algún chiste, y que mucho tiempo después, algo que me pasa ahora, me escriban por Facebook y me digan, "Chaco, no sabés cómo me reí el día que entendí el chiste que escuché 5 años, 10 años atrás, y ahora que tengo 20 lo entiendo perfectamente”. Yo recomiendo que vengan los padres con sus pibes, no hay nada que no puedan ver, pero bueno está aclararlo. No hay ninguna palabra que no puedan escuchar, pero sí tiene una profundidad importante. Y esto es en el marco también del Encuentro Internacional de Mimo Clown, y esto es muy importante aclararlo, un Encuentro que ya tiene 16 ediciones. ¿Y por qué digo es importantísimo?, porque sostener durante 16 años un festival donde los chicos de Salta o cualquier ciudad o pueblo pequeño puedan ver cada año a personas distintas que vienen de otros lugares con su idiosincrasia, sus formas, tratando de hacer reír, de entretener, de bajar su visión personal del mundo, es muy importante.


—Y este año está difícil la cosa porque el Instituto Nacional del Teatro se está vaciando y no hubo mucho apoyo que digamos. En los grandes festivales del mundo tienen apoyo estatal, tienen apoyos privados y sobre todo el trabajo de los artistas que generalmente trabajan ad-honorem, los productores, los organizadores, que lo hacen con un amor infinito. Por eso la importancia del apoyo que tiene que tener un evento que ya tiene 16 años y que es independiente. Y me gustaría agregar que los grandes artistas del mundo comenzaron en la calle. Que el Cirque du Soleil era un grupo de artistas callejeros de Canadá, y que si buscamos hay grandes artistas que empezaron a tocar en el subte, o sea que le demos el valor que se merece. Y lo que tiene la calle es que tiene una continuidad, vos te podés presentar constantemente, en cambio, si vos sos artista, tenés que esperar que te suene el teléfono y trabajar meses para hacer dos funciones en un teatro. La calle tiene todos los domingos una revancha como con el fútbol.