En un mundo atravesado por múltiples crisis, Maristella Svampa no se queda quieta: activa mientras investiga, lucha con otres y produce un conocimiento que es crucial para entender esta época, siempre desde el corazón de las luchas socioambientales. Es investigadora y escritora, pero nunca en soledad, siempre entramada, en colectivos que se empeñan en defender la vida, todas las formas de vida. En esas coordenadas escribió su último ensayo político Policrisis, un libro editado por Siglo XXI que traza un mapa de complejidades que interactúan y se potencian.
En la misma semana que Scott Bessent postuló que haría “todo lo que sea necesario” para sostener el régimen de Javier Milei, pocos días antes del decreto que habilitó el ingreso de tropas estadounidenses al país, Svampa conversó con Las12.
“Tenía necesidad de ampliar el diagnóstico y mostrar el entrelazamiento de las distintas dimensiones de la crisis”, dice esta filósofa y doctora en Sociología, que integra el Equipo Transiciones, el Pacto Ecosocial Intercultural del Sur, la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas y el Colectivo de de Acción por la Justicia Social y la colectiva socioambiental Mirá, todos espacios que funden acción y pensamiento.
¿Por qué es necesario plantear ese entrelazamiento entre las distintas crisis?
--Existe la tendencia, o bien de fijarse solamente en el aspecto ambiental, la crisis climática, crisis energética o simplemente en la cuestión política, la expansión de las extremas derechas, la erosión de la democracia, entre otros. Y desde mi perspectiva son crisis absolutamente ligadas, intrínsecamente ligadas y además uno podría afirmar que la crisis no es solo ambiental, es profundamente política. Eso es algo que nos interroga de manera novedosa en el actual escenario.
El tercer elemento que aparece en Policrisis es “la crisis de los imaginarios progresistas de izquierda, de los imaginarios emancipatorios como mapas que guían nuestra acción. Y ahí hice énfasis, sobre todo por nuestra experiencia latinoamericana, en la crisis de los progresismos”.
Para Svampa es claro que en 2015 se agotó esa experiencia, y critica el llamado “mandato exportador”, al que adhieren los economistas de las más diversas escuelas. Es uno de los puntos que desarrolla en su último libro la autora de otros títulos como Antropoceno (2019), Del cambio de época al fin de ciclo (2018) y, junto a Enrique Viaje, El colapso ambiental ya llegó. También escribió la novela El muro.
La vida en el centro
Hay un eje común entre los reclamos socioambientales por el agua -”los extractivismos son sedientos de agua”, dice Svampa-, la lucha de las personas con discapacidad, les jubilades, los reclamos por la salud y la educación pública.
“Lo que une a estas luchas es la defensa por la vida, porque el proyecto de Milei es un proyecto de muerte, claramente, por eso yo hablo de las narrativas pancapitalistas del fin, porque implican una exacerbación del neoliberalismo, del extractivismo en todas sus facetas, por sobre los territorios, pero además la supresión de derechos que conlleva la la supresión de la vida en sí”, considera Svampa.
La investigadora y escritora pivotea su vida entre Buenos Aires, donde desarrolla su vida laboral, social, militante (aunque viaja por todo el país) y Dina Huapi, a 15 kilómetros de Bariloche, el lugar que eligió como refugio para escribir, en su amada Patagonia.
El eje vertebrador de los cuidados
Si de unir las luchas se trata, Svampa considera que “los feminismos han sido a través de Ni Una Menos, también los que más lejos han ido en la interseccionalidad y en la capacidad para interpelar a la sociedad, y que incorporen otros lenguajes a su propia narrativa para ampliarla, es muy prometedor”.
Svampa hace alusión a la reciente visita de Yayo Herrero, que participó de talleres y conversatorios en Córdoba, Rosario y Buenos Aires, invitada por la Fundación Rosa Luxemburgo.
¿Cómo fue ese encuentro?
--Las distintas vertientes de los feminismos y ecofeminismos estaban ahí. Fue una hermosa oportunidad para pensar en esto que requiere construir, en un horizonte de transición ecosocial justa y sostenible, donde -como eje vertebrador- un sistema nacional de cuidados para nosotros es fundamental. Y cuando hablamos de cuidados, hablamos de cosmovisiones relacionales, de interdependencia, de complementariedad, de cuidados que tienen que ver con la vida humana, pero también con la vida no humana, cuidados en relación al territorio, cuidados en relación al trabajo, cuidados en relación a la educación, a la salud, el autocuidado. Digamos, la noción de cuidado es muy integral o global, pero la entendemos desde una perspectiva relacional, como clave de bóveda a la hora de pensar una propuesta de transición ecosocial justa.
Cuerpos-tierras-territorios
¿Los feminismos de Argentina le están prestando atención a los ecofeminismos?
--En los feminismos urbanos, quizás hace 5 o 6 años no había un diálogo tan establecido con las resistencias ecoterritoriales y particularmente con los ecofeminismos, sobre todo con aquellas cosmovisiones territoriales de las mujeres indígenas. No te olvides que uno de los últimos Encuentros de Mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales y no binaries se hizo en Bariloche, donde hubo una presencia muy fuerte de las mujeres del pueblo Mapuche. Creo que las narrativas ecofeministas están atravesando estas luchas urbanas.
En el libro, el capítulo “Narrativas relacionales y prácticas alternativas para un mundo en crisis” abre con una cita de Lorena Cabnal: “Es un acto de amor por la vida, por eso, defendemos la tierra y el río, porque todo tiene relación de vida, todo está interconectado”, es el comienzo de esa cita.
Svampa refiere: “Esta narrativa en torno al triple eje, cuerpo, tierra, territorio, que nos viene desde los feminismos comunitarios indígenas, de Guatemala, de Lorena Cabnal, una lideresa genial que desarrolló conceptualmente esta narrativa, atraviesa hoy todos los espacios del feminismo en América Latina, fuertemente, se ha instalado como un eje articulador. Y también acá en Argentina, las feministas urbanas, las feministas de Ni Una Menos, también han incorporado eso. Que luego las intersecciones sean más débiles o más fuertes depende también de la coyuntura”.
Svampa toma a Rosario como referencia, donde “la presencia de los colectivos ecofeministas con un fuerte arraigo en las luchas por la defensa del río, por la defensa de los humedales es fundamental”.
Lo que prenden Las Fuegas
Y también pone su mirada en Córdoba, en la experiencia de Las Fuegas, que está desarrollada en el libro y también forma parte de un podcast realizado con la Colectiva Socioambiental Mirá.
“Es muy interesante porque es una experiencia situada, un ecofeminismo muy arraigado a la lucha por el territorio, ligada a los nuevos problemas que instala el cambio climático, los icónicos incendios del Antropoceno, que desde 2020 en adelante se generaron en Córdoba”.
En 2020 hubo grandes incendios en esa provincia, que “generaron que la población se involucrara en la creación de brigadas comunitarias, de brigadas forestales comunitarias que se fueron formando, dotando de equipamiento y herramientas para intervenir en el territorio”.
“Y ahí, en las Sierras Chicas, surge un grupo de mujeres que forma otro colectivo, el de Las Fuegas, que plantea otro léxico, que plantea otras prácticas que van más allá de las brigadas forestales comunitarias típicas, que renueva el imaginario ecofeminista en Argentina, le da una vitalidad. Es fuente de inspiración en el territorio, más aún diría de manera general de los movimientos socioambientales en Argentina. Así que las mujeres y el ecofeminismo tienen mucho para aportar”.
Más ecorresistencias
Con la Colectiva Socioambiental Mirá hizo “casi una gira cuartetera” el mes pasado. “Estuvimos en recorrida por el Golfo San Matías y la Península Valdés, que están amenazadas por el offshore, la explotación petrolera del mar Argentino, pero también para el caso de Río Negro por la construcción de un oleoducto que implicaría la construcción de un puerto petrolero y también los este buques metaneros. Entonces, es ahí donde uno va de pueblo en pueblo”, relata ese recorrido del grupo que integra junto a Claudia Aboaf, Gabriela Cabezón Cámara, Dolores Reyes y Soledad Barrutti.
“Estuvimos en Viedma, en San Antonio Oeste, visitando Punta Colorada, en Puerto Pirámides y en Puerto Madryn, dando charlas. Y bueno, uno ve ahí ese tipo de resistencias ecoterritoriales en pequeñas y medianas localidades lejos del centro, de las grandes urbes, pero de todas maneras son entramados de luchas que están permeando también los imaginarios y las narrativas de las luchas más urbanas”, afirma Svampa.
Un nuevo Estado
Hay en Policrisis, en el capítulo 6, una descripción de diferentes experiencias locales iluminadoras, pero la pregunta es por la escala de estas experiencias.
--Creo que pensar las transiciones ecosociales desde un punto de vista que afirmen la justicia social y la justicia ambiental, la justicia de género, la justicia territorial, implica pensar multiescalarmente. Lo que sucede con las experiencias locales es que son ejemplares, tienen un efecto de irradiación en el tejido social y eso es fundamental, pero también son difícilmente escalables. Y en ese sentido no hay que pedirles más de lo que de lo que ya dan, que es mostrar que es posible habitar de otra manera los territorios.
Lo que también señala Svampa es que no existe hasta ahora un inventario de todas esas experiencias en Argentina. “Es necesario verlas como proyectos y experiencias de alta intensidad que generan un un efecto contagio, de solidaridad, reciprocidad, cooperación en otros sectores, pero es necesario pensar a escala nacional y escala internacional la transición ecosocial”.
¿Y cómo se pasa a la escala nacional?
--Desde el equipo de Transiciones promovemos la construcción de un estado ecosocial y hablamos de la necesidad de instrumentar políticas públicas que tomen la agenda de protección de los bienes comunes, la agenda ligada a las políticas de adaptación, cambio climático y la agenda de la transición energética. Esto desde un punto de vista integral porque la transición debe ser productiva, económica, cultural, no solamente energética. En esa línea sostenemos que sólo un Estado con planificación puede lograr instalar, digamos, políticas de transición ecosocial justa. No es ni el mercado, pero tampoco son las pequeñas experiencias, o las experiencias locales, que pueden tener esa capacidad de irradiación, creo que ese es el término más ajustado, capacidad de irradiación, más que de contagio.
¿Hay experiencias desde el Estado hacia estas transiciones?
--De hecho, existe una red de municipios agroecológicos desde hace muchos años en Argentina. No es algo ligado solamente a las experiencias de base y a movimientos sociales, sino que también ya hay experiencias municipales. Hay empresas de producción de alimentos, como la que promueve Ciudad Futura (en Rosario), que es también muy interesante, porque en la línea de elaboración de alimentos, de fabricación de insumos también, es necesario pensar en empresas públicas que se gestionan desde abajo, pero tiene que haber un Estado que promueva políticas públicas que vayan en esa dirección. Y por supuesto que en términos más globales esto requiere también una reinvención de la arquitectura económica y financiera internacional, que va a todas luces en contra de cualquier hipótesis de transición ecosocial justa. Son diferentes planos, pero yo diría que no es posible renunciar a la lucha de ninguno de ellos.
En el libro dedicás un capítulo a lo que llamás “el colapso del progresismo y los límites del neodesarrollismo”.
--La propuesta que subyace al libro y que de alguna manera retomamos tanto desde el equipo de Transiciones como desde el Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur es pensar en una perspectiva o en un horizonte de transición ecosocial justa que implique una narrativa de derechos articulada, una narrativa que cuestione el neodesarrollismo o lo que (Francisco) Cantamutto y (Martín) Schorr llaman el mandato exportador (en el libro Con exportar más no alcanza), que todavía es un elemento fundamental en la visión productivista de nuestros políticos, de nuestra clase política y muy particularmente de los economistas, sean ortodoxos o heterodoxos, que abonan al consenso extractivo exportador.
¿Y cómo puede promover esa transición el Estado?
--Necesitamos más Estado, pero no cualquier Estado. Un estado ecosocial, que es lo que desarrollamos en el marco del equipo Transiciones, que incorpore las fronteras planetarias, que incorpore los riesgos sociales, en una nueva articulación. Entonces, en esa línea tenemos que dar la disputa por la construcción de un nuevo estado. No es posible tirar todo lo que se ha construido, más allá de los defectos y las distorsiones que existen y que es necesario reconocer.
El experimento que el mundo observa
Otro capítulo de Policrisis está dedicado a lo que llamás el Experimento Milei ¿por qué un experimento?
--Es un experimento a nivel nacional que está siendo observado a nivel global en la medida en que el ajuste ha sido tan acelerado y brutal que hay muchos que se preguntan ¿hasta dónde puede sostener o hasta dónde puede tolerar una sociedad tamaño despojo de derechos y deterioro de las condiciones de vida. Pero además porque Milei lo que ha hecho también, de acuerdo al ideal paliolibertario, es llevar a una mayor escala el modelo que los superricos desean hoy, que es un mundo sin regulaciones, un mundo en el cual los estados no les cobren impuestos y los trabajadores no tengan derechos. Este es el mundo ideal de los superricos que pareciera que hoy se está concretando debido a la fuerza presencia o el fuerte protagonismo político que tienen éstos y su articulación con el gran capital y la extrema derecha.
Un país ideal para los superricos
Para Svampa, Milei amplía esos ideales. “Lo que los superricos como Peter Thiel veía para ciudades o para casos muy pequeños, Milei lo está llevando -o lo quisiera llevar- a una gran escala. Es la primera vez que un estado nación y un gran país como la Argentina pareciera que es entregado a paquete cerrado a los grandes capitales para que estos hagan, efectivamente, lo que quieran”, plantea.
El día de la entrevista fue el mismo en que Scott Bessent hizo su famoso tweet, en el vértigo del apoyo de Donald Trump. “Este nuevo préstamo de Estados Unidos puede llegar a traer consecuencias estremecedoras, porque estamos ante un programa que además implica un endeudamiento cada vez más veloz en función de un proyecto que ahora ya ni siquiera es un proyecto acabado, es un proyecto que está luchando por su sobrevida. Podríamos decir que se pondrá a prueba en el marco de las próximas elecciones”.
La afectividad en disputa
“El tercer elemento que tiene el modelo de Milei, que por suerte es todavía un experimento, no es un modelo consolidado, es la represión, el disciplinamiento social a través de la instalación de un modelo fuertemente represivo que busca desactivar la movilización a través de la inundación con fuerzas represivas o la prisión en lugares de de alta seguridad, de manera eh aleatoria a quienes se están protestando, sino que lo que busca instalar es la idea de que la protesta social es ilegítima”.
Se trata, eso es lo que va desgranando, de un modelo integral “en lo político, lo económico, lo cultural y lo social”.
Esto que desde el oficialismo animan como “la batalla cultural” es parte central del modelo de Milei.
“El gobierno ha hecho una apuesta fuerte, no solo para desmantelar el estado y sus instituciones, sino también para colonizar las subjetividades y los territorios con un nuevo régimen de afectividad. A mí eso me parece fundamental, en el libro hago el esfuerzo de desarrollarlo, para subrayar que ese es uno de los objetivos del modelo de Milei, lejos de ser un techo es más bien un piso en esa lógica de acumulación política de la extrema derecha”, plantea.
¿Eso lo ves en disputa?
-Totalmente. Nadie dice que Milei haya triunfado, ni siquiera en lo económico, así que cómo imaginar que ha conquistado ya, sin más, el sentido común. Lo que pasa es que durante un año y medio se creyeron invulnerables y creyeron que ya habían consolidado, que se habían apropiado de la estructura de sentir o del sentido común de los argentinos, lo cual es un error ante la alta volatilidad electoral que hay. Sí lograron expresar la ira, el enojo, la frustración, que sufrió una superacumulación durante la época de la pandemia.
¿El acumulado de luchas colectivas de Argentina es un límite a ese régimen de afectividad que postula el libertarianismo?
-Es algo que está en disputa y sobre todo porque tenemos un gran acumulado de luchas colectivas que no es posible, más allá de que estén en repliegue ante el desconcierto y la sorpresa que ha sido la aceleración del modelo neoliberal, destructivo que impone Milei, esta dimensión es inerradicable en nuestra historia. No seríamos Argentina si no fuera precisamente por este lugar que tienen las luchas colectivas de todo tipo.
Una historia de lucha en acción
“Recién ahora estamos viendo que, en definitiva, la acción colectiva a través de la acumulación y también de la articulación, comienza a ser más eficaz en la lucha contra el régimen de Milei”, considera Svampa.
La justicia social, la premisa que habla de derechos allí donde hay necesidades, son los principales blancos de ataque del discurso de Milei. “De manera muy destructiva, Milei no sólo impone un modelo de ajuste, de privatización, de desregulación y endeudamiento, sino que en lo cultural es fuertemente antiprogresista, como son las extremas derechas en América Latina y lo que busca es suprimir cualquier demanda de derechos”, analiza Svampa.
Es allí donde las diferentes luchas comienzan a articularse. “La noción de derechos, Estado, políticas públicas es algo que se está volviendo a instalar en el imaginario político de los argentinos, aún de aquellos que habían pensado que efectivamente el mercado lo resolvía todo”.
Todas las vidas importan
Y, como todas las luchas, “promueven otros regímenes de afectividad, están centrados en la cooperación, en la acción colectiva y en la defensa de derechos básicos”.
“Siempre detrás de cada sistema de poder hay un régimen de afectividad, que dicen qué es lo que debe tenerse en cuenta, qué es lo que se debe querer o no”, señala.
El que postula el gobierno de Milei, “es un régimen que lo que hace es promover la indiferencia, la invalidación del otro, sobre todo de los más vulnerables”.
Eso también se vio, con especial contundencia, en las reacciones libertarianas en redes sociales ante el triple femicidio de Brenda Del Castillo, Morena Verdi y Lara Morena Gutiérrez.
Todas las luchas con eje en la vida, para Svampa, están “haciendo retruco” al poner el acento “en la defensa de otra economía afectiva, diciendo: ‘Esta es una sociedad que tiene otros valores’. Y en definitiva esos valores, esos otros lenguajes de valoración, en relación al estado, las instituciones, los derechos, conllevan también una defensa amplia de lo que es la vida, la vida en sí misma, vidas que merecen la pena ser vividas también y que además deben ser reconocidas”.