Tinta indeleble
Durante los últimos diez años, Resistencias tipográficas se ha consolidado como una muestra itinerante y colectiva de un objeto tan lúdico y lleno de significados como es el afiche, un soporte tiene la potencia de ser manifiesto político, pero también podría ser una frase de autoayuda. Puede ser un objeto artístico poderoso o un aviso comercial de shopping. Es por eso que un colectivo iniciado en 2015, motivado por el ascenso de la derecha en el país, y por “la necesidad de organizar y reunir prácticas artísticas de protesta, que estaban dispersas”, quiso recoger especialmente ese poder callejero, comunal y combativo que puede contener un afiche. Para eso fue reuniendo especímenes con la extraña cruza entre texto y arte, tradición y vanguardia, poesía y política que en conjunto construyen a este objeto híbrido que es el afiche. La muestra, a cargo de Raquel Masci y Juan Pablo Pérez, está festejando entonces su decenio con varias acciones, entre ellas la exhibición Archivo resistencias tipográficas 2015-2025 que ahora mismo se puede ver en el Centro Cultural de la Cooperación y que en noviembre incluirá también la presentación de un libro con el trabajo reunido en el Museo Nacional del Grabado. “En estos diez años de acumulación compulsiva de afiches producidos con tipos móviles se gestaron lazos y redes solidarias entre artistas, activistas, militantes, diseñadores, imprenteros y tipógrafos de oficio, quienes asumen una práctica experimental liminal entre arte, activismo, poesía visual y política en territorios diversos”, han dicho los gestores, que en su viaje han reunido ejemplares de toda Argentina y también, de Latinoamérica.
Por mirarte
La NASA ha vuelto a poner los ojos en la luna. Es que después de aquel primer alunizaje, cuando Neil Armstrong decretó que ese era un gran salto para la humanidad, apenas han vuelto un par de veces y de hecho, desde los años setenta no ha partido hacia allá ninguna nave tripulada. Pero eso está a punto de cambiar, porque a inicios de 2026 la nave Orión emprenderá la llamada Misión Artemisa II, en la que cuatro astronautas orbitarán la luna para poner a prueba nuevas tecnologías, volver a poner a humanos en ella y, de paso, explorar Marte. Pero para devolverle a la misión esa consigna comunal que indicaba que esto era importante para todos, la agencia ha extendido una invitación simbólica a todo el mundo. Se trata de una llamada para “registrar tu nombre en la luna”. Ellos se encargarán de grabarlo en una tarjeta de memoria en la nave Orión durante su viaje, y así, el nombre de cada quien podrá orbitar alrededor de la luna e incluso descargar posteriormente una tarjeta de embarque como recuerdo. Ya son doscientas mil las personas que se inscribieron en la página de la NASA, que por su parte ha declarado que “es una oportunidad para inspirar a personas de todo el mundo y darles la chance de acompañarnos mientras lideramos el camino en la exploración humana hacia lugares más profundos en el espacio”.
Concierto subacuático
En el año 2019, la ciudad de Venecia sufrió la segunda peor inundación de su historia. En aquel episodio, un 80 por ciento del centro quedó sumergido y con él, mucha de la historia escrita de la ciudad. La fotógrafa Patricia Zelano recibió la noticia en su casa en Rímini, y desde allí inició un periplo a Venecia para “rescatar” todos los libros que pudiera. Lo logró con cuarenta ejemplares, al menos simbólicamente. Porque aunque esos libros son ahora ilegibles, forman parte de una serie de fotos que se está exhibiendo en la muestra de fotografía y sostenibilidad Prix Pictet en Londres. Se trata de hermosas capturas de viejos libros destruidos que en conjunto buscan alertar sobre la fragilidad de la historia y proponer soluciones de conservación. “Todo tipo de objetos, muebles, sillas, estaban amontonados, como basura; todo estaba completamente empapado”, contó la fotógrafa sobre su llegada a la ciudad aquel otoño. Pero mientras los propietarios se ocupaban de rescatar otros objetos, ella se concentró en sus libros “hermosos por su deterioro y simbolismo”. Según Zelano, la fotografía es fundamental porque puede dar testimonio, pero al mismo tiempo evocar sentimentalmente. “Esta es una memoria visual, donde la fotografía preserva el conocimiento y transforma la destrucción en significado. Es una forma de concienciación que busca soluciones”.
El club de la pelea
El suelo de un ring tapizado de billetes de cien dólares, música tecno y tubos de neón iluminando anuncios de vehículos voladores. Ese es el escenario de una nueva y extraña movida que está naciendo en San Francisco. Se trata de un grupo de gente –empresas, entusiastas, socios capitalistas y dementes– que busca crear un nuevo “deporte” en el que robots pilotados a distancia luchan dentro de jaulas. Resulta que en el cada vez más extraño mundo que habitamos, mientras más se inserta la IA y la conexión a pequeñas pantallas, más han resucitado y crecido los eventos presenciales. Y en aquella ciudad –famosa tanto por su movida cultural como tecnológica– hay varios que celebran la unión de ambos mundos: desde noches de trivia para programadores, hasta concursos de “hombres performativos” (como se conoce a aquellos pibes que sobreactúan su gusto por el té matcha y los Labubus) juzgados por una IA. Los eventos de lucha de robots son un escalón más allá y mucho más caro, claro. Uno de ellos, el Ultimate Fighting Bots, un evento clandestino cuya entrada costaba unos cien dólares, se transmitió hace poco por internet y de él participaron seis robots chinos: humanoides programados especialmente para los combates, manejados con controles de videojuegos y con historias, nombres, trajes y entrenadores interpretados por actores. “Esto va a ser el próximo UFC”, afirmó Cix Liv, que dirige la empresa REK en San Francisco, destinada entre otras cosas a construir y perfeccionar a estos humanoides. “Sabés en lo más profundo de tu alma que esta cosa podría matarte. Es como cuando ves un león y se te eriza el vello de la nuca. Una vez que la gente pueda sentir y ver esto realmente, se convertirá en algo totalmente mainstream”, declaró. Quienes han asistido a estas primeras competiciones cuentan que han sido entre emocionantes y ridículas, con los robots sobrecalentándose entre breves momentos de ferocidad. Esto porque, por ahora, por suerte, los robots no están hechos para luchar. Pero eso podría cambiar porque personas como Liv están empeñadas en que la cosa funcione. Y la empresa REK está desarrollando un complicado, y actualmente imposible –pero ya sabemos que el significado de aquella palabra es permeable por estos días– entramado donde los “pilotos” de los robots podrán ponerse cascos de realidad virtual y así controlarlos con su propio cuerpo.





