La campaña aceleró en Santa Fe. A 20 días de las elecciones nacionales, el oficialismo provincial fue a buscar a quien cree su rival directo: Los candidatos de Fuerza Patria, ese peronismo con anabólicos que se levantó del sopor de la derrota del 2023 y se abrió camino en los comicios anteriores de convencionales y concejales. Un resurgimiento que tiene más que ver con el contexto de horrores nacionales y desgastes provinciales que con los propios méritos que también los hay. Dicho sea de paso, habrá que tomar nota de una vez por todas de que la autocrítica en política es una ficción que entretiene más de lo que transforma. Las coyunturas mandan y ordenan.
Ese escenario ubica a los libertarios en caída libre y a los gobernadores de Provincias Unidas con dificultades para recortar su perfil. Maximiliano Pullaro no escapa de esa encerrona en Santa Fe y no tiene más armas que recurrir a los aciertos de su gestión. Al revés que el presidente Javier Milei en la provincia de Buenos Aires, el gobernador provincializó estas elecciones nacionales en su territorio. Habrá que esperar los resultados de esa decisión.
Cómo y con qué velocidad cambió el mapa de estos comicios. Hace unos pocos meses todo indicaba que el gobernador tendría que optar por bajar la cabeza, dejar pasar la ola violeta por arriba y quedarse con sus conquistas provinciales -que son varias y muy importantes- y esperar paciente por el 2027 ya con la posibilidad de su reelección en el bolsillo. El esquema que siguieron sus antecesores en la Casa Gris en los comicios nacionales de medio término al que los gobiernos nacionales llegaban con impulso para la victoria. No hay que olvidar el 2017, cuando en Santa Fe ganó de punta a punta y con holgura un señor llamado Albor Cantard al que nadie conocía. La ola amarilla estaba de fiesta, meses antes de salir corriendo a golpear las puertas del Fondo Monetario Internacional.
Y en este rincón
Que Pullaro es un fighter nadie lo duda y conocida es su pasión por el deporte de los guantes. Con esa lógica, esta semana decidió subir al ring a Caren Tepp, la primera candidata a diputada nacional de Fuerza Patria y de todo el peronismo, a pesar de los que quedaron enojados con la entronización de una extrapartidaria. No hay aquí, como en otros territorios, un peronismo por fuera de la lista que con sudor y lágrimas blindó el PJ en Santa Fe.
Cuando se elige al rival, en política, es porque vale la pena dar la pelea. Nadie rivaliza con quien no es una amenaza para los resultados. Claramente, Pullaro siente que las posibilidades de ser derrotado por el peronismo, son muchas. Y no hay exabruptos, el gobernador pensó cada palabra al ningunear a la candidata, sin nombrarla y señalandola como “la mujer de Monteverde”. Fue un momento incómodo incluso para las mujeres de Unidos que seguían las palabras del gobernador desde la primera fila del multitudinario acto en el salón Metropolitano. Pero el mensaje tuvo varios objetivos: Ningunear a la candidata opositora, exponer a un hombre de izquierda como Juan Monteverde y señalar que detrás van los peronistas tradicionales que han tenido dificultades electorales en Santa Fe y son demonizados “kirchneristas” como Agustín Rossi y “La Cámpora”. Nótese que Pullaro excluyó del estigma al massista Oscar “Cachi” Martínez que tiene escasa gravitación en Rosario. En la ciudad de Santa Fe el oficialismo sí lo incluye a Martínez dentro del lote de peronistas que se cuelan tras la renovación que representa Caren Tepp, responsable de “edulcorar” al peronismo, como señala Pullaro.
Tan pensado estuvo el ataque que al día siguiente la vicegobernadora y cabeza de lista de candidatos a diputados nacionales de Provincias Unidas, Gisela Scaglia, amplió el estiletazo: “Caren Tepp representa a dos Juanes: Monteverde y Grabois”. El nombre del dirigente bonaerense siempre se esgrime para “asustar” al electorado de centro y demonizar al peronismo territorial y de base. Y la caracterización surte efecto incluso en algunos sectores del peronismo provincial. “Te imaginás si yo camino mi municipio al lado del amigo de Grabois, me prendo fuego”. Lo decía un intendente peronista a la hora de explicar por qué no se plegaba al armado con Monteverde, cuando se cerraban las listas de convencionales constituyentes.
Si el ninguneo machirulo de Pullaro a Tepp cayó mal entre algunas mujeres del frente Unidos, no fue el caso de Scaglia que está en las antípodas del feminismo y se reivindica públicamente como pañuelo celeste. Es una dirigente conservadora que, a pesar de pasearse ahora con una remera que reza “universidad pública y gratuita siempre”, cuando fue diputada nacional presentó un pedido de informes en el que trataba de averiguar “cuántos alumnos extranjeros estudian” en las universidades argentinas. Es la presidenta de un fragmentado PRO santafesino y la reciente cumbre de su jefe Mauricio Macri con Milei en Olivos, la obligó a desmarcarse: “Mauricio sigue insistiendo contra un tapial, ojalá lo escuchen”.
Una criatura de la política santafesina
La explosión de la noticia del financiamiento narco detrás de José Luis Espert, volvió a depositar la mirada sobre un personaje incómodo del que la política provincial no se hace cargo: El excarapintada José Bonacci que hizo una industria electoral de la creación de partidos políticos para alquilar, de la impresión de boletas y del cobro por sufragios obtenidos por sus sellos de parte del Estado.
Un hombre que bromea con una foto suya con el libro Mein Kampf de Adolf Hitler y que logró hacer diputada nacional por La Libertad Avanza a su hija Rocío, del lote de legisladores del mileismo que en su momento fueron a visitar a la cárcel a los genocidas de la dictadura militar.
Bonacci se despegó de Espert que intentó responsabilizarlo por el financiamiento de campaña del 2019 cuando se postuló a presidente por el partido alquilado Unite. Es muy probable que el dirigente rosarino diga la verdad sobre el tema y que las mentiras sean todas de Espert.
El problema es el lugar que Bonacci tiene en las sombras del poder político provincial. Distintos dirigentes han requerido sus servicios cuando necesitaron armar esquemas electorales por fuera de sus partidos. El único que criticó públicamente el rol de Bonacci que claramente habla de una hipocresía política en Santa Fe; fue el ex gobernador ya fallecido Miguel Lifschitz.