Pedro Tuella y Monspesar (Villa del Naval, Huesca, 1738 - Rosario, 1814) llegó al poblado del Rosario hacia 1759. En 1801 escribió la primera crónica histórica de la aldea y un año después fue publicada bajo el título de “Relación histórica del Pueblo y Jurisdicción del Rosario de los Arroyos en el gobierno de Santa Fe, provincia de Buenos Aires” en el “Telégrafo Mercantil, Rural Político Económico e Historiógrafo del Río de la Plata”, periódico de Buenos Aires, en dos entregas: en la edición número 15, del domingo 11 de abril de 1802, y en la 16, del domingo 18 de abril.
El director del Telégrafo se llamaba Francisco Antonio Cabello y Mesa. El periodismo en tiempos de colonia se ejercía a partir de lo que virrey autorizaba para su publicación en su territorio para agilizar la comunicación de medidas gubernamentales a cierto público.
Cabello debía imprimir y distribuir un “prospecto” que se caracterizaba por la llamada miscelánea, artículos de interés general. El público del periódico se reclutaba casi exclusivamente en la élite económica y cultural del virreinato. Los suscriptores del periódico –entre ellos Tuella, que se jactaba de ser su único lector en el pueblo de la Capilla del Rosario- eran unas 200 personas, españoles de 30 y 45 años en su gran mayoría.
En rigor, Tuella inició sus colaboraciones en el Telégrafo con unas décimas para estimular las limosnas destinadas a levantar el nuevo templo destinado a Nuestra Señora del Rosario. La buena recepción entre los lectores, animó al editor a publicarle la crónica “Relación…”.
Un trabajo académico llamado “Los relatos fundacionales de la ciudad de Rosario” realizado por Santiago Javier Sánchez para Université de Montréal Section d’Études hispaniques, en 2013, dice: “En el texto de Tuella, la aldea del Rosario se confunde con un territorio más amplio, comprendido entre el río Carcarañá y el Arroyo del Medio. Pueblo y campaña son tratados como una unidad, no sólo desde el punto de vista geográfico sino también histórico. Es que, para Tuella ‒como luego para otros intelectuales rosarinos‒ ya desde la llegada misma de los primeros españoles la región conocida como Pago de los Arroyos, jugó un rol particular y aventajado. Cabe destacar que Pedro Tuella realizó también un censo, el primero que tuvieron Rosario y su área de influencia. El historiador Juan Álvarez lo considera ‘lo más sólido de Relación…’.
El párrafo clave escrito por el primer cronista del Rosario...", dice: Hacia el año de 1725 se descubre el principio de este pueblo que fue en esta forma. Había por las fronteras del Chaco una nación de indios reducidos, pero no bautizados todavía, llamados los Calchaquíes, o Galchaquiles a quienes hacían guerra e incomodaban mucho los Guaycurús, nación brava y numerosa.
Era de los Calchaquíes muy amigo don Francisco Godoy, y por libertarlos de estas extorsiones, los trajo a estos campos, que estaban defendidos de los Guaycurús por el río Cara-cará-a, que les sirve como de barrera. D. Francisco Godoy se vino con ellos y con su familia, a quienes siguió la casa de su suegro que se llamaba D. Nicolás Martínez. Este fue el principio de este pueblo; y no sería mucho si entre sus glorias hiciese vanidad de tener su origen de un personaje que tenía el ilustre apellido de Godoy.
"Este texto -recuerda el investigador Sánchez- mezcla de crónica histórica, leyenda regional, descripción geográfica y estudio económico y estadístico, tuvo una profunda influencia hasta el siglo XX, inclusive, y no sólo no fue cuestionado en lo que hace a la pretendida fundación de Godoy, sino que fue enriquecido o modificado con datos adicionales”.
A modo de breve biografía de Tuella puede señalarse que cuando llegó al Pago, fue designado en 1774 maestro de la única escuela del poblado. Posteriormente, fue recaudador de impuestos bajo la figura de Administración de las Reales Rentas de Tabaco y de la Receptoría de la Real Hacienda. Había logrado economizar lo suficiente para instalar un negocio de ramos generales –una pulpería-, lo cual le permitía vivir con holgura.
Al producirse la revolución de Mayo, en 1810, Tuella seguía fiel a la causa realista, sobre todo cuando dio su apoyo a su coterráneo, el aragonés Gervasio Algarate, embarcado en la flotilla española que venció a las naves revolucionarias en el combate de San Nicolás. Juan Hipólito Vieytes, uno de los próceres de la revolución de Mayo, lo despojó de sus cargos fiscales y el viejo Tuella, que no había tenido hijos de su matrimonio con Nicolasa Costey, se encerró en su casa donde murió súbitamente a los setenta y seis años.
Tuella es hoy una nomenclatura urbana de Rosario. En 1891, el intendente Gabriel Carrasco asignó su nombre a una calle en el barrio “Lisandro de la Torre”, popularmente conocido como Arroyito. También figura en una placa recordatoria en el Pasaje Juramento. El día del descubrimiento de la placa, una integrante del Consejo de las Comunidades Aragonesas en el Exterior recordó que Tuella Monpesar fue el padre adoptivo de María Catalina Echevarría, quien confeccionó la bandera que creara el general Manuel Belgrano, realizada con paños provistos por la tienda de Tuella Monpesar.
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Escribí un libro que se llama Desde el Rosario (Homo Sapiens Ediciones, 2019, dos ediciones), una crónica en tiempos de la guerra civil de la independencia que recordaba el incendio de la aldea en manos de las tropas invasoras comandadas por el general unitario Juan Ramón Balcarce y su derrota militar ante el Brigadier Estanislao López.
La crónica incluía desde los orígenes del pueblo, desde Romero de Pineda, Pedro Tuella, la llegada de Belgrano a Rosario el 27 de febrero, entre otros hechos relevantes de la historia local.
Un tiempo después de la publicación del libro me crucé con el intendente Pablo Javkin en las escalinatas del Palacio Municipal, quien suelto de cuerpo me dijo “qué buen libro que escribiste”. Le agradecí el comentario y le conté mi deseo de que el libro pudiera circular por las escuelas y ser parte de la materia –si existe- historia de Rosario.
En uno de sus capítulos, rescato la crónica de Tuella escrita en 1801 y fundamentalmente el párrafo del aragonés sobre "el principio de este pueblo” en 1725. Y recuerdo que una vez hubo una celebración del Bicentenario de Rosario en 1925.
El intendente retomó esta idea de celebración a partir de un papel escrito por Tuella, un documento histórico, como reclaman los historiadores, los escribanos de la historia.
El 5 de agosto de 2024, Javkin me invita a dar un discurso ante las “fuerzas vivas” en el marco de un nuevo aniversario de la declaración de Rosario como ciudad. Era la primera vez que iba a leer ante curas, militares, empresarios, funcionarios, entre otros, en una mañana fría en el parque Urquiza. Y ahí leí un texto propio que terminaba así: “Atención: el año que viene, en el 2025, se cumplirán 300 años de la fundación simbólica del Rosario. Recuerden esta palabra: Tricentenario”.
Tras los aplausos de rigor –recordados con cariños en este texto autorreferencial-, abandono el centro de la escena y me traslado a un costado del acto principal. Es el turno del discurso del intendente. Y ante mi sorpresa, escucho por los parlantes protocolares que inundan el parque y llegan hasta los departamentos que se levantan frente al Paraná, en barrio Martin, una mañana temprana y fría de agosto, como son las mañanas del fin de invierno, a modo de cierre de su discurso, pronuncia la palabra “Tricentenario”, como el hecho político trascendente del año 2025.
Cuando el acto termina, alcanzo a susurrarle al oído entre sonrisas a Javkin: “Como si lo hubiésemos acordado de antemano”.