"Me dije: 'pongo un punto final al Single'. Sentía que, en Dobles, podía soñar con metas que en Single me quedaban bastante grandes: luchar por un Grand Slam o ser número uno del mundo", relata Horacio Zeballos en diálogo con Página 12. De fondo se escucha el coro de los pájaros, típico de los patios hogareños, cuando las aves se posan sobre los árboles o pasan a beber o a bañarse aprovechando el agua para luego retirarse. El pleno enfoque en Dobles fue un acierto: el marplatense de 40 años lo convirtió en el patio de su casa. Lo cosechado junto a su pareja tenística actual, el español Marcel Granollers, lo refleja: obtención de Masters 1000 entre el año 2019 y 2025, coronación en el presente año de los Grand Slam de Roland Garros y US Open, primer doblista argentino de la historia en alcanzar el número uno en el ranking ATP en 2024, entre otros logros. Pasar de ser singlista a doblista tiene un propósito de fondo: "busco ser el mejor doblista que pueda ser", dice Zeballos, quien buscará a partir del 18 de noviembre, junto al equipo argentino, cuando enfrente a Alemania por el Final 8 de la Copa Davis, alcanzar su mejor versión.

–¿Cuándo empezaste a sentir que el tenis era el camino que ibas a tomar?

–Nací en un club de tenis. Mi papá tiene su club desde el año 84 y a los dos años agarré mi primera raqueta. Mi mamá era docente y estaba muchas horas en el colegio. Entonces pasaba miles de horas dentro del club. Fue una infancia hermosa porque me crié al aire libre, no solamente jugando al tenis, sino al fútbol, al básquet, a las escondidas, a la mancha. Un ambiente muy sano, donde hice mis amigos. Y como es un club especializado en tenis, me quedaba viendo jugar a los chicos más grandes. Yo con 7 años, miraba a los de 15 y los consideraba ídolos. Es en esa infancia donde me fui enamorando del deporte.

–¿De qué manera la raqueta se convirtió en esa extensión de tu cuerpo?

–Yendo todos los días al frontón y haciendo ejercicios que me hacía hacer mi padre. También era un momento para poder divertirme con 5 o 6 amiguitos de mi edad. Creábamos nuestro propio calendario, torneos y jugábamos como se dice en la jerga del tenis, a la vela. Me pasé tiempo dándole a la pelota contra la pared, hasta mis 12 ó 13 años.

–¿Lo seguís haciendo hoy por hoy?

–Es algo que mantengo. Habitualmente hago canastos con el que es hoy mi entrenador (Alejandro Lombardo), y en su momento, era con mi papá. Recuerdo hacer cada uno de los golpes que existen en el tenis –de slice, de revés, de saque, etc– y practicarlos en los canastos que hacía con mi padre. Algo que siempre le agradezco es cómo trató de que fuera un jugador más completo.

–¿Qué tan importante es llevar esos ejercicios de antaño al alto rendimiento?

–Me sirve como jugador. La única forma de mejorar es con la repetición de un golpe. En una semana nos organizamos con mi entrenador, donde tal día entrenamos con algunos chicos, hacemos algunos partidos y algunos puntos, y otros días hacemos plenamente canastos, donde hago ejercicios que hacía 20 ó 25 años atrás; hoy adaptado a lo que es la competencia en Dobles.

–¿Cómo es convivir con el tenis habiendo sido singlista y doblista?

–Tenés que prepararte de distinta manera. El Doble es un deporte que no te cansás tanto, pero sí es un juego mental, porque es dinámico, rápido, que si te desconcentrás un minuto, se te va un game, perdés un set y con la velocidad que se juega, es difícil volver a dar vuelta un partido. El Single es un desgaste más físico, en el cual vas a pasar más horas dentro de la cancha y corriendo más. Además, cuando armás el calendario y tenés una lesión o algo, ya no estás solo. Tenés a una persona al lado y a tu equipo. Si te sucede algo anímico o te lesionás, ya no te afecta a vos solo.

–¿Gestionás esa voz interna de forma individual y con tu compañero?

–La voz interna positiva tiene que estar siempre. Esa voz interna que te ayuda a salir de momentos difíciles. No creo que haya tenista que se hable de forma negativa. Demasiada presión y circunstancias en contra tenés en una competencia para andar hablándote mal a vos mismo. Por eso esa voz interior es un extra. Y en Dobles se suma la oportunidad de tener a un compañero al lado, que, si ve que en algún momento te estás cayendo, te puede ayudar. La regla básica es "apoyá a tu compañero". Hay que inflarlo y darle confianza.

–Jugaste con diferentes parejas en Dobles, ¿cómo se juega con compañeros que tienen distintas características y personalidades?

–Cuando cambiaba constantemente, era porque aún le daba prioridad al Single. No quería quedar con nadie obligado. Una vez que empecé a enfocarme en Dobles, me di la posibilidad de ver cómo iba la pareja durante varios meses. Jugué con Machi González (campeones en 2019 del ATP 250 de Buenos Aires), que duró más de medio año, y sufrió una lesión que lo dejó varios meses afuera. Tuve que buscar un compañero, que en este caso fue Marcel (Granollers). Tuvimos un buen comienzo y una buena relación. Es mucho mejor jugar con la misma pareja el máximo tiempo posible, porque uno toma provecho del juego y las virtudes del otro, y utiliza sus armas para jugar en cada superficie. Si funciona, no hay que cambiar.

–¿Fuiste descubriendo tus límites como tenista?

–Hoy en día me sigo conociendo. La experiencia me ayuda a ver las cosas de otra manera. Cuando era más joven lo único que importaba era ganar y si perdía era lo peor del mundo. Desde el 2003 hasta el día de hoy, fue transitar una experiencia de vida para ser mejor. Especialmente en un deporte donde debés conocer cuáles son tus limites, cuáles no, hasta dónde estás dispuesto a dar lo que tenés adentro. Es un juego mental de ir mejorando como jugador y como persona para buscar la propia excelencia. Enfrentás a un jugador que está al frente tuyo, pero la batalla real es con vos mismo.

–¿Hay distintos Horacio Zeballos en la victoria y en la derrota?

–Si hay un consejo que le daría al Horacio Zeballos de hace 20 años sería "aceptá todas las circunstancias". Ya sean las positivas como las negativas. Las rachas que no son buenas, aceptarlas y jugar con ella. No tratar de ocultar o negar los miedos. Cuando trataba de ocultar la presión, como cuando estaba match point arriba y me decía "no importa, no pasa nada", o cuando minimizaba la presión de estar por jugar una final de torneo, a la larga me llevaba a jugar mal. Mejoré como jugador y persona cuando aprendí a aceptar eso y a jugar con la presión. A decir: "estoy jugando por ganar mi primer campeonato, en el fondo no estoy relajado, pero voy a jugar lo mejor que puedo, sabiendo que es un momento importante".

–Se puede sufrir en el tenis…

–No es que se puede, se va a sufrir. Es la vida. No todo es fácil. Ni siquiera a Messi, el mejor futbolista de la historia, se le dio todo desde el día uno. Cuántas situaciones adversas pasó, para consagrarse campeón del mundo. Miro mucho a mis ídolos para ver cómo lidiaron con las frustraciones. En el deporte va a ver momentos duros, y si no sufrís, no vas a conseguir lo que soñás.

–¿Qué rol juega la salud mental en el deporte?

–Es tan importante como sacar bien, pegarle bien de drive o estar bien físicamente. Le di más importancia ahora que estoy más cerca del final de mi carrera, que en mis comienzos. Hubiese sido un mejor singlista, si le daba importancia a la salud mental de joven. Por suerte estuve a tiempo. Todos le pegan bien a la pelota y están bien físicamente, pero lo mental es lo que hace la diferencia.

–¿El rodearse bien tiene su cuota de importancia?

–Fundamental. Rodearse de personas capaces y que te marquen el camino cuando te estás desviando. Hasta diría que mi don es rodearme de personas más inteligentes que yo. Gente que me han puesto en el camino correcto.

–¿Qué significado tiene el tenis?

–Aspectos que aprendí del tenis los llevé a mi vida e intento inculcárselo a mis hijos. El ser perseverante, el caerse y volver a levantarse. Aprendí a conocerme a mi mismo, a luchar, a sacrificarme, a repetir las cosas hasta que me salgan, a mejorar sobre las cosas que hice mal, a transitar momentos que hubiera querido hacer otra cosa, pero igualmente tuve que ponerle cabeza y pecho para triunfar, a abrir mi mente al conocer distintos países y culturas. Sin el tenis, esto no lo podría haber hecho. Es un estilo de vida.