La actriz estadounidense Diane Keaton, ganadora del Óscar en 1978 por su papel en "Annie Hall", murió en California a los 79 años, según anunció este sábado un portavoz de la familia a la revista People. Según informó el semanario norteamericano, no se revelaron más detalles sobre las circunstancias de su fallecimiento.

Keaton debutó en Hollywood con "Lovers and Other Strangers" ("Amantes y otros extraños"), en 1970. Su extensa filmografía incluye un papel en "El Padrino", donde interpretó a la esposa de Al Pacino, y numerosos éxitos de Woody Allen, con quien mantuvo una gran amistad tras haber sido durante mucho tiempo su compañera, musa y actriz favorita.

Keaton, junto a Allen en "Annie Hall".

Su papel protagónico en la comedia romántica del director neoyorquino "Annie Hall" le valió el Premio de la Academia a la Mejor Actriz en 1978. Pero más allá del galardón logrado, recibió tres nominaciones más: por "Reds", película estrenada en 1981, "Simple Secrets" (1996) y "Anything's Gotta Give" ("Alguien tiene que ceder", en América Latina, y "Cuando menos te lo esperas", en España), en 2003. La actriz continuó actuando hasta mucho más allá de sus 70 años.

Destacó su participación en "Book Club" ("El club del libro"), en 2018, donde interpretó a una jubilada, así como en "Poms" ("Mejor que nunca"), en 2019. En su último papel cinematográfico, en 2024, Diane Keaton coprotagonizó "Summer Camp" ("Campamentos de verano"), con Kathy Bates y Alfre Woodard.

Keaton por Keaton

En su libro de memorias Ahora y siempre, publicado en 2012, la actriz entrelaza sus recuerdos con los de su madre, Dorothy, fallecida en 2008 tras una lucha contra el Alzheimer, y traza un entrañable autorretrato exento de glamour y narcicismo, dos “carencias” que confirman su desinterés por pertenecer al glamoroso mundo de las estrellas de Hollywood.

Portadora de una carrera irregular, enferma de bulimia durante años y madre adoptiva pasados los 50: sobre estas señas particulares hacen referencia gran parte de las confesiones que circulan por la obra. 

El primer tramo de la autobiografía está centrado en su infancia, aunque lo más interesante llega con su mudanza desde California hacia Nueva York: “No recuerdo el momento en que subí al avión que me llevó a tres mil millas de casa cuando tenía 19 años”, asegura, y agrega: “Nueva York era mi destino”. Fue allí donde un día descubrió que ya existía una Diane Hall –tal su verdadero nombre–, así que decidió comenzar a usar el apellido Keaton. “Dejar de ser yo me produjo cierta perplejidad”, reconoce.

Allí relata cómo en 1968 conoció a Woody Allen, con quien coincidió en la obra teatral Sueños de un seductor. “Durante los ensayos me enamoré de Woody Allen y del guión”, confiesa. “Formábamos una pareja curiosa”, agrega. La pareja se disolvió en 1975, lo que no le impidió mantener una excelente relación con el director. “Extraño a Woody. Se estremecería si supiera cuánto lo aprecio. Soy lo bastante lista para no sacar el tema. Sé que casi le repugnaría lo grotesco de mi afecto por él. ¿Qué le voy a hacer? Todavía lo quiero”, dice en su libro.

La actriz de El club de las divorciadas se hace tiempo para recordar a otras de sus ex parejas, como el actor Warren Beatty, de quien asegura que se sintió atraída desde el primer momento en que lo vio. “Levanté la cabeza y vi mi hombre ideal en persona”, confiesa la actriz, que se explaya con más entusiasmo todavía cuando evoca su pasión por Al Pacino. Ambos se conocieron durante el rodaje de la primera parte de El padrino y se reencontraron años después para iniciar una relación intermitente. “Estoy bastante segura de que para Al Pacino yo sólo era una amiga con la que podía charlar. Por mucho que me gustara escucharlo, yo quería más, mucho más. Quería que me quisiera tanto como yo a él”, admite. “Mientras rodábamos El padrino III en Roma, le di un ultimátum: cásate conmigo o al menos ten en cuenta la posibilidad(...). Pobre Al, nunca quiso”, acota con resignación.

La biografía también aborda sus trabajos cinematográficos. Así, Keaton asegura que Annie Hall le cambió la vida, que Reds fue una dura experiencia y que su favorita fue Alguien tiene que ceder, donde trabajó junto a Jack Nicholson bajo la dirección de Nancy Meyers. “Fue la oportunidad que me brindó Nancy (Meyers, la directora), el beso de Jack (Nicholson) y una parte de los beneficios –apunta–. Siempre será mi película preferida, no sólo porque fue algo inesperado a los 54 años, sino también porque me proporcionó la maravillosa sensación de estar con dos personas extraordinarias que me dieron dos regalos y un beso.”