El reggae tiene una ocasión especial, en una actividad que articulará conversación, libro y escucha en vivo. El Centro Cultural Contraviento (Rodríguez 721) presenta Kingston-Rosario!, hoy a las 18, con entrada libre y gratuita. Habrá ambientación musical a cargo de Litoral Dub Sound System, junto a la presentación del libro Jamaica no existe. En busca del poder del reggae (Gourmet Musical), de Daniel Flores, director de la revista Rolling Stone.

“Hace 25 años que soy periodista e integro una banda de música jamaiquina, Satélite Kingston; oficié muchas veces de DJ y acompañé a músicos jamaiquinos que vienen a tocar a Buenos Aires. Fui tres veces a Jamaica como periodista de viaje. Es decir, son muchos años de tener contacto con la música jamaiquina y desde distintos lugares: como melómano, acumulador de vinilos, músico, periodista. Y como músico, me tocó también tocar esta música e intentar entenderla, como intérprete y compositor. He ido a fiestas de reggae en lugares insólitos, a los que llegué por ser periodista de viaje. Y en algún momento me di cuenta de que todo eso podía ser un gran libro”, explica Daniel Flores a Rosario/12.

“Lo que necesitaba era un hilo conductor; la música jamaiquina puede ser un tema, pero es un tema con mucha bibliografía. Y empecé a pensar sobre lo extraordinario de la música de una isla chiquita del Caribe, subdesarrollada, que se extendió por todo el mundo y de esa manera. He encontrado bandas de reggae en bares de Argentina, por supuesto, los conozco bien, y también en Moscú, Indonesia, la isla de Taiwán, China, todo Estados Unidos, toda Europa. Además, hay gente en esos lugares que toca esa música y en algunos casos lo hacen muy bien. Hasta se mimetizan con la cultura jamaiquina, dejándose el pelo con dreadlocks, usando ciertas ropas, incorporando mucho del folclore alrededor del consumo de marihuana, o incluso adhiriendo a la religión rastafari. ¡Hay rastafaris en Japón! Si estoy en una playa en Brasil y suena reggae, quizás no me llame la atención inmediatamente, pero no es música brasileña. Y no hay razones tan evidentes por las cuales la música de Jamaica deba sonar en Brasil y no la música de otras islas, que también tienen su propia cultura. Hay algo especial con la música jamaiquina. Todo eso deriva en la idea de una isla medio fantástica, de un lugar con poderes especiales o con misterios, que todavía no pudimos entender”, continúa.

La explicación del periodista y músico sobre el título elegido para el libro, abre a un mundo que se desglosa en tantas posibilidades como capítulos: “Decir que Jamaica no existe, es un poco maravillarse ante un fenómeno cultural muy particular. Puede tener sus explicaciones, uno puede decir: ¿Cómo llegó el reggae a conquistar el mundo? Uno piensa en Bob Marley, en la dimensión de esa figura. Pero después, muy rápidamente, te preguntás cómo aparece Bob Marley en el mapa y cómo llega a ser conocido tan ampliamente. La explicación podría tener que ver con la diáspora jamaiquina, que fue muy importante hacia Inglaterra, y a partir de allí al resto del mundo. Y eso es cierto. Pero también es cierto que hay migrantes de muchos otros lugares en Inglaterra, y no estamos todos haciendo bandas de música hindú o ucraniana, pero sí jamaiquina. Ante cada respuesta volvemos a encontrarnos con tres preguntas más”.

Como señala Flores, existen otras influencias importantes de la cultura jamaiquina, como es el caso del sound system: “El último producto cultural jamaiquino que también se está contagiando por el mundo, menos que el reggae o el rastafarismo, pero con muy buena salud, es el sound system, un invento jamaiquino que surge de la necesidad, de la pobreza. Hoy tenemos sound systems en Rosario -Litoral Dub Sound System participará de la presentación del libro-, Buenos Aires, Montevideo, Asunción; y es llamativo, porque un sound system es una operación muy compleja; es muy demandante, exigente, difícil. Si bien el reggae nace a principios de los ’70 y bastante rápido se dio a conocer al mundo, el sound system se origina fuertemente en la década del ’50 y recién ahora está apareciendo en el mapa mundial.

Otro elemento sustancial son las entrevistas a los protagonistas, “todos músicos jamaiquinos, con un promedio de 70 años; o sea, son todos leyendas. Pero ninguno tiene una respuesta sobre este misterio. Los músicos jamaiquinos son muy intuitivos y espontáneos, también muy desbolados. No teorizan sobre sí mismos ni sobre la música. Cuando les preguntás: ‘¿Usted sabe que hay gente tocando reggae en todo el mundo?’, te dicen: ‘Bueno, es el poder de Dios que nos guía’ o ‘Es porque es una música sincera’. Cosas que uno puede decir de todas las músicas. Todo tiene una cuota de verdad, seguramente, pero no alcanza; hay músicas incluso de Estados Unidos que no han trascendido a ese punto. Cuando hablás con un músico jamaiquino de 70 años, estás hablando con la historia casi desde el comienzo, porque la música jamaiquin,a en el sentido que la conocemos -el reggae y el ska-, nacen con la misma independencia jamaiquina, es la banda de sonido de la independencia, que se produce en 1962. Estos músicos eran niños en ese momento, convivían con eso. Y eso sí te lo cuentan, te cuentan lo que era escuchar desde su casa, a lo lejos, un sound system, o a las bandas ensayando en el barrio, o haber ido a la Alpha Boys School, una mítica escuela de música en Kingston que hoy existe, manejada por una congregación de monjas, y de donde salieron muchos músicos, algunos muy importantes, otros anónimos, pero todos muy formativos para el desarrollo de esta música. Quizás ahí haya una pequeña clave de la música jamaiquina, y es el conocimiento musical de muchos de sus protagonistas”.