Obras. Obras está en la mesa, el primer tomo de la reedición de las obras de Copi realizada por Anagrama: tres novelas y un texto autobiográfico. Está ahí de manera frecuente o permanente, no es la primera vez que se ve. Lo que sí, ahora, el pequeño living de Carca, otras veces tan prolijo, está revuelto de discos de vinilo por todos lados, como si estuviera yéndose o viniéndose. Se ve el Erótica de Jorgelina Aranda, el de T-Rex y uno de Curtis Mayfield, entre otros, decenas, cientos probablemente. Él está sentado en su sillón Chesterfield de cuero negro. Se toca el pecho, ahí donde va el corazón, el que está estrenando, donde se apoya la guitarra y dice: “Cuando volví no podía tocarla, me dolía por la presión en el pecho, y en las piernas. Tenía dos guantes de box por manos, los dedos no me respondían. Pero de a poco, de a poco...”. Lo repite, se convence, se asegura. Pasos indispensables para (volver a) aprender un instrumento, todos.
Carca estuvo muerto durante cinco minutos el 30 de noviembre de 2024. Volvió a la vida, lo trajeron. Y antes de su trasplante de corazón, durante diez meses de internación, compuso un disco, el noveno de su carrera. Exultante es un viaje de ensoñación, un estadío de suspensión, 34 minutos en un limbo entre la vida y la muerte. Tiene más del tráfico de géneros de Copi –un gesto de travesura irreverente– que de la barca pesada de Dante. “Hoy alguien corrió el velo/ Hay fiesta en el cielo / Unamos nuestras almas para ir /Fundamos nuestras almas y a subir”, empieza, en un riff de inspiración oriental, de encantamiento serpentil, de indudable invitación a una celebración.
La tarjeta para esa ceremonia puede tener cobras, lápidas, guitarras, imágenes de gente que baila, que bebe bajo una tormenta. “Quiero ser tu Akenaton y hacerte mi Nefertiti”, canta picarón. Y ahora, en su casa, dice que no es un disco testimonial, para nada. Lo subraya. “Y... son todos personajes. Me parece re denso el exorcismo”. Se impone la pregunta: “¿No querés que este disco sea leído ligado a la circunstancia que viviste? ¿Eso es lo que estás diciendo?”. Repite cinco veces la negativa automática. “No, no, no, no, no, claro que no”. Pero es inevitable asociar las letras, el tono, con la vivencia. “Claro, admite”, pero no se ríe ante la contradicción. Es un juego muy serio el que propone: Carca quiere despabilar la mente, ponerla a pensar, crear un personaje parecido, múltiple, un Carca de mil cabezas que no es él pero podría serlo. Romper la literalidad, la línea recta e indivisible de los mensajes chatos de la era en la que vivimos para alimentar una multidimensión. “Rescatemos un personaje a ver qué le pasa. Yo no soy ese que esgrime la canción que dice ‘Hoy no pude encontrar mis cosas buenas / Solo toparme con tristezas y blues’. Ese es un llorón”.
En la oscura, divertida y electrónica “Lodo”, Carlos Carcacha canta: “Ya sabés cómo es, se siente bien a su lado/ El tipo del tridente ya está aquí”, y desata una mini rave de las tinieblas, una banda sonora para una fiesta en el cementerio, para cavar tu tumba una noche de tormenta. En este disco, creado en la clínica, en el estudio que improvisó a partir del piano, los teclados, una guitarra con presencia mínima y un iPad, el multiinstrumentista de los nueve discos, de los mil sonidos, el comodín de Babasónicos, el actor extravagante (ahora en Los mufas, una serie recién estrenada en Disney+), el discípulo inesperado de Luis Alberto Spinetta, el guitar hero, se planta en su sonido y festeja.
APRENDIENDO A MORIR
Carca ya venía mal de salud. Vive con una enfermedad congénita, el Síndrome de Marfan, que lo tuvo los últimos años maltrecho del corazón. Donde se atendían le dijeron que ya no había mucho más por hacer. Él perdía su tiempo y su vida, hasta que alguien le dijo que fuera a atenderse de urgencia con la doctora Mirta Diez en el ICBA. Logró un turno, pero no llegó. Su novia lo encontró un día desmayado en su casa y entró al instituto por la guardia, como dice él, “casi por morir”.
Una vez estabilizado, le informaron que el cuadro en el que estaba era irreversible, que iba a tener que quedarse ahí internado y enchufado a una droga vital. “Me ponen al tanto de que la única solución es el trasplante de corazón y que no iba a salir nunca más de ahí hasta que solucionáramos el asunto, hasta que llegara un corazón”. La paradoja es que, conectado a ese remedio, él estaba bien. Tan bien que los otros pacientes llegaban, recibían su trasplante y se iban, y él seguía ahí. “Me re zarpaban”, se ríe. “Mis amigos me decían que tenía que dar más lástima, que estaba ahí re frívolo con la guitarra y los teclados, que así no me iban a dar el corazón”. La cuestión es que no podía ser cualquiera, tenía que ser uno XL, de su tamaño, y él podía esperar. Estaba mal, pero no tan mal.
Se armó un estudio-laboratorio, recibía amigos de día y laburaba de noche: “Entre las 12:30, el último electro, y las 2:30 de la madrugada, que venían a cambiarme la droga de la vida, era el momento en el que me dejaban tranquilo y ahí aprovechaba, pero no todos los días podía tener el ímpetu o la energía de llegar a esa hora”. Empezó a componer ahí, en la clínica, junto a Panky Malissia (baterista de Julieta Venegas) en la producción desde Estudio Primario –con quien viene tocando desde Carcasutra, el disco pandémico que no pudo presentar en vivo– y poco modificaron después, cuando grabaron ya en la casa de Carca.
Él ya había averiguado que la persona que más tiempo esperó un corazón ahí había estado seis meses, y él ya había superado ese tiempo. Se empezó a inquietar, pero al mismo tiempo estaba sostenido por una red de amigos y afectos que lo cuidaban. Estaba decidido a hacer de ese espacio su lugar, y al mismo tiempo se sentía como en una habitación de hotel, como si estuviera en una gira interminable. “Tenía un ventanal hermoso, gigante, en una habitación superluminosa y vi las cuatro estaciones pasar. El otoño, el invierno, la primavera, el verano, el soundtrack de los distintos pájaros y las crías. Había horarios espectaculares donde, en la primavera, empecé a tener un sol que pegaba en un rincón, y yo me iba a ese rincón y hacía uso de esa hora como como si tuviera un reloj solar. Medio japonés, de mucha contemplación. Todo ese encantamiento minimalista que había logrado con paciencia se hacía añicos cuando alguno hacía un asado y entraba el aroma por la ventana, ahí sólo quería un choripan urgente y no podía”.
Hasta que un sábado a la mañana, charlando con Robert su enfermero, se desvaneció en el sillón. Se murió. No se dio cuenta de nada, se despertó dos días después, sin saber por qué tenía el pecho quemado y las costillas quebradas sin haber sido operado. Le dijeron que se había descompensado por falta de potasio, nada más. Seguía con su viejo corazón, el original, pero no por mucho tiempo más. Puso quinta en la carrera del orden de mérito y urgencia, apretó el pedal de la distorsión, y quince días después lo operaron, llegó el corazón a estrenar en su cuerpo. “Cuando volví, sin entender nada de ese viaje al que tampoco supe cómo me metí porque me desvanecí, me querían tirar de la lengua. ‘¿Y qué viste? ¿Y qué sentiste?’, me preguntaban mis personas queridas, que me cuidaban. Esto es lo más pintoresco del asunto para mí. Y lo que les dije en ese momento, sin saber que había estado cinco minutos muerto, es que me vi desde arriba. Vi mi cuerpo desde arriba tendido en la cama en posición fetal, con una remera de Manal”.
No estaba parado ni estaba afuera, estaba suspendido horizontalmente, pegado al techo, y en esa experiencia disociativa se veía tendido en la cama en posición fetal. “Y me acuerdo que tenía esbozada una sonrisa, como qué bueno, ahora voy a descansar, qué lindo, estoy re bien. Como que ya no tenía que hacer más nada, el trabajo estaba terminado. Me pareció espectacular, que no aparezcan deudas, ni un juicio ni un tormento, había paz total”.
Un mes después, al cumplir los diez, le dieron el alta. “Igual, me quería quedar porque no estaba tampoco muy copado con la vida afuera”. Carca salió del suspenso, volvió a la vida exterior, a su casa. Como le dijo su médica: ahora empieza la vida. Ahora tenía que terminar un disco. Y eso hizo.
CHE, ¿QUÉ TE PASÓ?
“Wow, qué bueno. Milagro”. Cuando empezó la grabación de las voces algo había pasado. Panky, al escucharlo cantar le preguntó: “Che, ¿qué te pasó?” De golpe lo hacía mejor que nunca, muy natural, con aire, con profundidad. Decidieron aprovecharlo, llevar las voces al frente. “Me dijo: lo más importante del disco tiene que ser la voz. Bueno, genial, le dije, y él se puso adelante con esa empresa. Salió maravilloso”. El coaching vocal rindió frutos en cuanto a los matices, hay profundidad de ultratumba por momentos, sonidos más alados y alegres en otros. Se lo oye a gusto.
Desde que inició su carrera solista en 1994 con Miss Universo, Carca hizo discos versátiles que se emplazan e una tradición argentina del blues y el rock que se gesta con la cruza de Pappo, Vox Dei y Babasónicos, pero también con sus influencias personal que van desde T-Rex, David Bowie, Juana Molina a Los Espíritus. Hizo discos de género como pueden ser A un millón de años blues (1996), Nena (1999) o Divino (2003) a otros más difíciles de encasillar por lo resbaladizos, como Uoiea (2009) o Carcasutra (2023). Y el silencio de más de una década entre estos últimos fue porque no se encontraba en lo que componía, sentía que se repetía y que no estaba ofreciendo algo nuevo sino abonando una idea de rockero de la que él se quiere escapar. Tal vez haya sido el homenaje a Pescado Rabioso que hizo en 2022 con dos grandes shows, uno en el CCK y otro en el Coliseo, donde homenajeó y reinterpretó los amados clásicos de Spinetta con mucho de travesura, humor y valentía, lo que despertó la llama de un lenguaje propio. “Me revaloricé, pensé que estaba estancado”, dice, sobre todas esas ideas que aparecieron para adaptar las canciones del Flaco.
Ahora, en Exultante, no hay guitarras al frente, se nota el piano, la composición electrónica, incluso hay una aparición estelar del saxo de Gonzo Palacios (fundador de Los Twist, acompañó a Charly García en Clics modernos y tocó con Los Redondos, Sumo, Soda Stereo, Fricción) y un bandoneón con el que cierra el disco. “Es que no estaba en el mood de la guitarra, componer con el teclado propone una situación más íntima, de laboratorio. Estaba más pensando cómo compuso García Yendo de la cama al living que en hacer un riff para que lo coreara un estadio”.
Este disco, lo construyó no sólo con Panki, también con su ladero en el vivo, Tuta Torres (bajista de Babasónicos), y con los hermanos Martín y Sebastián Bergallo de Desdemona Estudio. “No hay discos sin ninguno de los que estamos”. Toma el cuidado de nombrarlos, honrarlos, agradecerles cada vez que puede, ser justo, generoso, medir el ego y valorar el aporte de todos. Eso se repite en cada tópico, en cada canción que nombra, presentación o historia: reconoce, agradece, quiere, une.
Como su historia con Babasónicos, donde seguirá en la medida en que ellos quieran y él pueda.
Esos hermanos de vida, como los llama, a los que encontró en los ’90 cuando él tocaba en su primera banda Tía Newton y los de Lanús tenían recién grabado su debut Pasto (1992). “Nos juntamos por empatía, eran unos parias como yo en lo mío, con diferentes referencias, pero a la vez convergíamos en los mismos gustos. Solo nos habíamos diversificado en los anhelos, ellos querían ser algo y yo quería ser otra cosa”.
Si bien siempre orbitaron cerca y colaboraron en múltiples ocasiones, fue en 2007 que Carca pasó a ser miembro estable de la banda. Primero como bajista durante la enfermedad de su amigo Gabriel “Gabo” Manelli, después a cargo de su instrumento cuando falleció en 2008. No tardó mucho en sentirse incómodo y ceder ese espacio a Tuta Torres y pasar a ser el arreglador todoterreno detrás de un sinfín de instrumentos cada vez que los Baba suben al escenario.
SEGUIR SU MAMBO
Antes de que Exultante se asomase a las plataformas digitales, Carca sacó un single adelanto con dos canciones, “Lodo” –que integra el disco– y un lado B, “Poseído del alba”, un cover de Pescado Rabioso interpretado junto a Daniel Melero, su amigo desde los comienzos en los sónicos ’90 cuando integraba la banda Tía Newton, hasta ahora, incluso en el día de su muerte, que estuvo presente en la clínica. Onírico y refinado, es un tema que no integra el disco, es una ofrenda previa, un adelanto de un universo musical.
“Dani nos regaló esa música antes y gracias a eso existe esta versión”, tan especial y espectral. “Con él tenemos muchísimos proyectos juntos, queremos hacer un disco”. Hay un par de canciones de Exultante que eran para ese dúo, pero Carca se las quedó. No importa, hay más. Y esas ganas de crear con colegas se repite como el gran incentivo para el futuro. Carca ama a sus amigos y su lenguaje es la música: con Miguel Mactas de Los Espíritus se junta una vez por semana a hacer canciones, en algún momento las grabarán; también dice al pasar que tiene una idea de hacer un disco de rockabilly con Sam (Santiago Almeida) de Motorama y Cadena Perpetua; y que quiere volver a los inicios, salirse del centro para poder aportar desde un lugar musical, sin la carga del cartel, de las obligaciones de la carrera.
Con este disco teme que le pase lo mismo que con Carcasutra, eso que a él le pasó, por ejemplo, con la obra del Flaco. “Le pasa a muchos artistas que quizás en un momento se vuelven de culto lamentablemente, pero porque pocos lo pueden seguir en su mambo. Spinetta en un momento fue de culto, pero yo estoy dispuesto a que sus discos me vayan pegando, los que no me pegaron me van a ir encontrando. Hasta ahora llego a Para los árboles y los Socios del Desierto, pero hubo un momento donde había llegado a Privé y ahí me había quedado. Yo entiendo que, salvando las infinitas distancias, Exultante puede llegarte después”.
El lenguaje universal de la vida y la muerte, del vaivén existencial, es universal. Y así como la voz clara, al frente, en estas canciones sale a la luz un Carca maduro, agradecido y sin deudas pendientes con la parca, en esta grabación de laboratorio, de celebración. Su personalidad queda a la vista. Este es él, exultante. Y este disco es la invitación a su fiesta en la Tierra.
Carca presentará Exultante el jueves 6 de noviembre en La Trastienda, Balcarce 460. A las 21.




