“Prefiero una amiga enojada y viva”: esas fueron las palabras de Lissa Vera, integrante del grupo Bandana, en un móvil para mi programa Los Profesionales en Canal 9. Se refería al caso de su compañera de banda Lourdes Fernández, que se encontraba desaparecida y fue hallada en el departamento de su novio, luego de más de 12 horas de búsqueda.

Mabel, mamá de Lourdes, había denunciado el miércoles por la noche que llevaba semanas sin ver a su hija. El 4 de octubre la había visto en persona por última vez. Ese día notó que tenía golpes en la cabeza y le preguntó qué le había ocurrido. Según Lourdes, se había caído por las escaleras. En su testimonio, la señora declaró que tres días antes de aquel último contacto, la policía había ido al departamento de Leandro García Gómez, ex de su hija, porque los vecinos habían llamado al 911 para avisar que en el lugar se estaba dando una pelea violenta con gritos y golpes. En ese momento, la policía se lo había llevado detenido. El historial de violencia de Lourdes y Leandro no era nuevo para Mabel.

La pareja se habría conocido en 2020, una semana antes de la pandemia, y ella lo denunció dos años después en 2022 por violencia de género. Las amigas y la familia lo sabían, veían las marcas en su cuerpo, además de las señales de cómo él la aislaba y controlaba toda su vida. Recuerdo haberle hecho una entrevista en Intrusos, el programa donde trabajaba ese año, y que Lourdes había intentado minimizar lo ocurrido, pero todo salió a la luz por un video que ella misma publicó con la cara golpeada y llena de moretones. A pesar de esta denuncia y de los golpes, como suele pasar en muchos de estos casos, volvieron a estar juntos y ella retiró la denuncia por violencia.

Este miércoles 22 de octubre a la noche, después de que la madre denunciara la desaparición de su hija, la policía fue hasta el departamento de García Gómez. Él les abrió la puerta y les dijo que no sabía dónde estaba Lourdes, que hacía dos meses que no estaban juntos y no los dejó entrar. El jueves 23, la noticia estaba en todos los medios y además de los policías, ahora había periodistas en la puerta del edificio en Palermo. Lissa Vera también decidió denunciar penalmente a García Gómez. “Yo sé que se va a enojar conmigo”, dijo al salir. Otra amiga declaró que había hablado con Lourdes el día anterior y confirmó que ella estaba en el departamento de García Gómez. La madre de Lourdes no dejaba de decir: “mi hija tiene que estar ahí”.

Pasaban las horas y la orden de allanamiento no llegaba, crecía la tensión y a medida que aumentaba la incertidumbre, más canales transmitían en vivo desde el lugar. Toda la televisión, incluso algunos canales de cable, estaba pendiente por la aparición de Lourdes. La burocracia e incompetencia de la justicia fue evidente. Dados los antecedentes y denuncias de García Gómez, ¿no deberían haber utilizado otro protocolo? El accionar de la justicia muchas veces no condice con el potencial peligro de la situación: se tardó más de 12 horas. Y mientras tanto, el acusado fingía frente a las cámaras, se burlaba de lo que estaba pasando. A la noche, cuando finalmente la policía logró entrar al departamento y revisarlo, encontraron a Lourdes encerrada en una habitación y a García Gómez, escondido en un placard. Trató de huir por una ventana, pero la policía lo detuvo. Lourdes fue trasladada al Hospital Fernández y a las pocas horas le dieron el alta. Según el parte médico, no encontraron golpes visibles, pero sí constataron que había consumido sustancias. La justicia imputó a García Gómez por privación ilegítima de la libertad.

La violencia de género es una emergencia: entre enero y septiembre de este año hubo 178 femicidios en Argentina. Una vida menos cada 36 horas. En más del 60% de los casos, el agresor fue la pareja o ex pareja de la víctima. Hoy quiero destacar la importancia de las redes de apoyo que generamos entre todas. Esto es el feminismo: actuar colectivamente, sabiendo que nada es suficiente cuando un Estado le da la espalda a la violencia. A veces, llegamos tarde, pero cuando se llega a tiempo, en muchos casos se salva una vida. Es posible que la mamá y las amigas hayan liberado a Lourdes.

Este caso me deja muchas preguntas. ¿Qué hubiera pasado si la madre no hacía la denuncia? ¿Qué pueden hacer las instituciones para ayudar a mujeres en situaciones similares? ¿Cuánto más hubiera tardado la justicia si el caso no se mediatizaba? ¿Qué obstáculos o barreras enfrentaron las autoridades para actuar con mayor prontitud? ¿Siguen pensando que el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad es innecesario? ¿El gobierno va a seguir negando la existencia de la violencia de género? ¿Qué pasa con la ESI en las escuelas en relación con este tema?

Hoy se vota. No sé ustedes, yo no quiero representantes que crean que la solución de un país son solo los números. Deseo un Estado presente, que escuche las necesidades de su pueblo, que busque herramientas y políticas públicas para mejorarnos la vida. Lo que pasó con Lourdes refleja un sistema que deja solas a las mujeres: bajo estas coordenadas, que una mujer no desaparezca depende del amor, la insistencia y la presión de madres, hermanas y amigas. Por supuesto que continuaremos en modo alerta, y estaremos atentas a activar estos reflejos que desgraciadamente hemos desarrollado, pero también seguiremos reclamando.