Chicos que son como casas célibes, nadie las quiere o las ha podio habitar. “No hay familia, no hay escuela, no hay instituciones, una especie de errancia que no está en el lenguaje, ya no hay frase (…) lo que hay es ‘Andá a la mierda’; ‘Concha ‘e tu madre’; ‘Hacete coger’. No tienen suelo, están desuelados.

La reflexión y el neologismo pertenecen a la serie de textos que componen Lo inhabitable de Roland Lethier, editado este año por la editorial cordobesa “Cielo Invertido”, bajo la forma de cuatro pequeños libros autónomos y conectados que recuperan la experiencia del autor en su trabajo con jóvenes marginales; eso que hace borde con la locura y es preciso salir a dimensionar.

Cada libro, pequeño objeto, se identifica con un color. El azul para “El paraje”, el rojo para “Ya es tiempo de…”, el verde para “Dimensionar lo inhabitable” y el naranja fuerte para “Un alivio habrá sido esta locura”. Ese es el orden de lectura que sugiere el mapa que acompaña a los cuatro. El mapa, un póster cuando se despliega, cuenta algunas cosas del autor: cuidó vacas en las montañas del Jura. Conformó equipos destinados a la prevención de la delincuencia en Besanzon. Vivió en París y fue miembro de la Escuela Lacaniana del Psicoanálisis. Integró finalmente, el dispositivo Thélèmythe, una asociación civil diseñada para abordar de manera ágil y dinámica la situación de niñas, niños y adolescentes enfrentados a fuertes situaciones de desestructuración. En palabras de Lethier: “jóvenes habitados por la ruptura”, con los que se necesita mucha delicadeza y ya nadie quiere trabajar.

El libro, cada uno de los textos que lo componen como peldaños de una colorida escalera, está plagado de citas a Lacan, detalles de obras artísticas, referencias a pintores y arquitectos, descripciones de las piezas de esos pintores y arquitectos, menciones geográficas situadas, nombres de paisajes extranjeros. Eso, que podría ser un obstáculo para quien se aproxima a la lectura sin conocimientos de psicoanálisis, arte o sin mucho viaje, funciona como una suave música de fondo que permite pescar un modo de hacer distinto con aquello que se desmarca.

Para hablar de los jóvenes fragmentados, del dispositivo, de los hilos de la locura y el desborde, Lethier acude a la noción de “inocentes”. No por posicionamiento piadoso, no hay nada de conmiseración ahí. La idea se gesta en un cruce entre Lacan -alguna de sus versiones- y un cuadro de Poussin: “La masacre de los inocentes”.

Los inocentes son esos tipos raros de los que nadie más quiere ocuparse, señala el autor, y dice, nosotros “Vamos a ocuparnos de ellos”. Ni las instituciones, ni los saberes establecidos quieren hacerlo, no pueden, no encuadran ni en esos saberes ni esas instituciones. Para ocuparse, “para hacerlo, hay que transpirar la camiseta”

¿Por qué inocentes entonces? ¿Qué tienen de inocentes? Inocentes de la palabra. Inocentes de la dialéctica. Inocentes de esas formas de agenciamiento que propone la sociedad de lo normal. Inocentes porque no saben; acaso locos. Otorgamos al lenguaje un elenco de conceptos unívocos y caprichosos, leer este libro nos hace pensar en aquellos otros muchos sentidos que ignoramos.

También está la ruptura. La ruptura es una forma de hablar de estos jóvenes que Lo inhabitable traza de un color a otro. El azul para los inocentes, el verde para la ruptura. De “Un paraje” a la posibilidad de “Dimensionar lo inhabitable”. El libro juega con sus partes, hace cuerpo con sus propios libros, propone un método de lectura inquieta, habilita la posibilidad de una absoluta falta de respeto. Se puede leer en el orden que la hoja de ruta indica o tomar otro camino, quizá emular los métodos de Lethier cuando recorría París “en su auto con esos chicos fuera de toda nosografía”. Ahí no había plan, todo era mientras estaba siendo.

Como dice: “No existe un término que nombre estas situaciones. Estas situaciones no están realmente habitadas, ni por un individuo, ni por una persona, ni por una personalidad, ni por un sujeto (…) Los habitados por la ruptura están sujetos a un principio económico muy eficaz ‘Esto no puede salir bien’”

Pero no se trata de limpiar la ruptura, sino de investigarla, explorar la zona de guerra y saber que para eso no se puede solo. “La locura se da siempre entre varios”, dice la hoja de ruta que se convierte en póster; la frase cobra sentido cuando el autor menciona la experiencia de Thélemythe.

Thélèmythe es un dispositivo grupal, una tríada integrada por un joven, un psicólogo y un referente. Lethier habla de un binomio para cada inocente; un psicólogo no tan psicólogo y una persona amable, sólida y competente, alguien que pueda ocuparse de acompañar el proceso de inscripción en lo social, algo así como un pequeño paso, una huella que comience a gastar un poco el estatuto de desuelado.

Es imposible leer Lo inhabitable y no pensar en nuestra actualidad fisurada. La pobreza y la exclusión, sumadas a una trama social en pleno proceso de divorcio vincular, encajan sin problemas en cada uno de los términos que el libro propone. Esos niños y adolescentes tomados por los servicios sociales, expulsados de cualquier forma de institucionalidad, son cada vez más. Mientras aumenta el número, disminuye la edad.

En Argentina las respuestas estatales descansan en una narrativa punitivista, tan precaria y tan ingenua como todo ejercicio autoritario de la autoridad. Infancias y adolescencias fuera de la palabra, fuera del lazo, muy al margen de cualquier manera de habitabilidad ¿Cómo creer que el castigo pueda fundar algo distinto? Sólo el tirano conoce la respuesta, que por supuesto, no es ni precaria ni ingenua.

Lo inhabitable, accesible en nuestro idioma gracias a la traducción de María Martha Boccanera y Luciana Zeballos, es un libro para atesorar. Además de los peldaños de color, la caja amarilla vibrante que los reúne y la hoja de ruta-póster, acompañan al libro una serie de postales, réplicas de pinturas e imágenes vinculadas con el tránsito y las palabras del autor. Podrían ser fotos polaroid, podría ponérseles un marco y colgarlas en la pared o, sencillamente, dejarlas extendidas sobre la mesa mientras se lee.