Treinta son los chicos que asisten al taller de construcción de juguetes con material reutilizado de La Desfábrica de Juguetes. El número sorprendería aún si no se tratara de una importante cantidad de la población de Rawson, un pueblo tranquilo de dos mil habitantes donde se instalaron a principio de año Violeta Argañarás y Martín Carrera, pareja creadora del emprendimiento que promete aprender a jugar con "juguetes hechos por sus propios jugadores". Después de años de trabajo, este fin de semana están expectantes de ser los organizadores de la primera edición de la Fiesta del Juguete Artesanal, un encuentro pionero en lo suyo que reunirá este domingo en Rawson a todos aquellos que creen en maneras alternativas no solo de jugar, sino también de crear.

En el 2018 decidieron que serían un taller itinerante. Comenzaron a hacer una colecta de juguetes rotos o en desuso, y también otros materiales que pudieran tener otros usos, como maderas, tapitas, y otros. Así visitaron Jujuy, Salta, México, dando talleres en escuelas y centros culturales. "Todo lo que recibimos de la comunidad lo desarmamos para que los chicos inventen otras cosas. Nuestro proyecto intenta hacer algo con todo ese residuo que viene de la industria juguetera, que se descarta muy rápido. Hay juguetes que son de un solo uso, por ejemplo, los que vienen en los huevos sorpresa o en las cajitas de comida rápida, que en seguida se tiran a la basura", dice Violeta, que también es docente de nivel inicial. 

A pesar de que en 2021 pudieron tener un local propio en Villa Crespo, cerca de la Plaza Benito Nazar, decidieron comprar una casa antigua con un local en frente en un pueblo de Chacabuco, de donde es Martín. "Queríamos un cambio de vida", afirman, y contra el prejuicio de que sería más fácil dar talleres en una ciudad tan grande, demuestran semana a semana que no es así. 

"Además del descarte, nos interesa que los chicos puedan resignificar las narrativas que tienen los juguetes. Todo juguete tiene un mensaje o una forma de contar el mundo, y la idea de la Desfábrica es que los chicos se puedan apropiar de lo que quieren que cuenten sus juguetes. Obviamente, no vamos a cambiar sus intereses, pero sí que lo lleven a su cotidianeidad, a su idiosincrasia, y que puedan resignificarlo", afirma. 

Los miembros más chiquitos del taller tienen tres años y los más grandes once. Aprenden tanto a crear sus propios juguetes como a imitar procesos mecánicos, a manejar herramientas simples, obviamente, con supervisión. Según la Desfábrica, el efecto es inmediato: las familias cuentan lo que empieza a pasar en la casa después de asistir a sus talleres. "Muchos empiezan a reciclar cosas en su casa. En vez de tirar algo a la basura se les ocurre una idea. Que exponen sus creaciones como si fuera un museo, se hacen una repisa para tenerlos ahí. A la mayoría les da mucho orgullo, se van muy contentos. La mayoría de las veces que vienen al taller construyen el juguete en el día y les gusta llevárselo. Creo que también les convoca poder llevárselo a sus casas", dice. 

Desde Rawson, la Desfábrica de Juguetes imparte talleres de construcción de juguetes.

La relación de los niños con sus propios juguetes no es solamente un anhelo de que puedan crearlos, sino también de volver en el tiempo a un momento en la historia donde hacer con las manos tenía un significado. Pero si bien la transmisión del oficio de la juguetería artesanal pareciera pertenecer al pasado, la Desfábrica de juguetes comprobó que continuaba viva abriendo una convocatoria para su fiesta. "Tuvimos muchísima respuesta, muchas más postulaciones de lo que esperábamos por ser la primera edición", afirma Violeta. 

Son veinte los emprendimientos de CABA y la Provincia de Buenos Aires que se dedican especificamente al juguete artesanal y formarán parte de la fiesta. Entre ellos, el Museo del juguete de San Isidro, con un taller de construcción de juguetes y también con un conversatorio sobre reparación, La Firulata, una compañía de circo de Chacabuco. O Boutique de muñecas, una tienda de confección nacida de la hija de una modista que hoy reliza a pedido muñecas, juguetes didácticos, regalos decorativos y demás. 

"Coser muñecas hechas a mano para abrazar me hace sentir una niña para siempre. El juguete artesanal se puede tocar, ver, armar, desarmar. Exalta lo humano por encima de la hegemonía de las plataformas y la inteligencia artificial. Los niños no solo juegan, son parte del proceso creativo", afirma Cecilia, que en 2010 se compró su primera revista de muñequeria, y se enamoró de lo hecho a mano. Además, durante el evento los niños podrán traer sus propias donaciones de juguetes rotos u otros materiales, para que después se utilicen en otros talleres y se conviertan en el juguete de alguien más.

"En tiempos de consumo masivo, elegir un juguete artesanal es un acto político", dicen.

Enbroma Juguetes también estará presente en la fiesta y comenzó hace seis años, en Chivilcoy durante la pandemia, cuando Marcela empezó a pensar en recuperar el valor del juego a través de la construcción. "Es una oportunidad para visibilizar el valor cultural, educativo y ecológico del juguete hecho a mano, y para encontrarnos con otros proyectos que comparten la misma sensibilidad. Esperamos que este espacio sea un punto de encuentro entre artesanos, familias y educadores, donde podamos difundir el mensaje de que el juego no necesita de pantallas ni plástico para ser mágico", dice Marcela. En la búsqueda personal de ofrecerle a sus hijos juguetes que inviten a imaginar, crear y conectar con la naturaleza, terminó ofreciéndoselos a todos los niños posibles. El material elegido fue la madera: "un material vivo, noble, que conserva la calidez del bosque y resiste el paso del tiempo". Hoy, después de años de trabajo, su relación con el proyecto se transformó. "Ya no es solo un emprendimiento: es una forma de vida, una manera de honrar los ritmos naturales, la infancia y la sustentabilidad, creando con nuestras manos objetos que acompañan procesos de crecimiento y aprendizaje reales", dice. 

La confianza en que la juguetería artesanal es, de alguna manera, una respuesta amorosa al ritmo acelerado del mundo actual es compartida entre los distintos emprendimientos jugueteros. "En un tiempo donde los niños están expuestos a estímulos constantes, los juguetes artesanales invitan a volver al silencio, a la calma, al juego sin instrucciones. Hablan del hoy porque nos recuerdan lo que estamos perdiendo: la conexión con la naturaleza, con lo simple y con lo hecho a mano. Aportan al vínculo con los niños desde un lugar de presencia y respeto por sus procesos. Un juguete de madera, sin luces ni sonidos, despierta la imaginación, desarrolla la motricidad y la autonomía, y además enseña valores: cuidado, durabilidad, sustentabilidad. En tiempos de consumo masivo, elegir un juguete artesanal es también un acto político y educativo. Es elegir que el juego vuelva a ser un espacio sagrado, donde lo humano, lo natural y lo creativo se encuentren", sostiene Marcela. 

Detrás de cada pieza no hay un "made in china". Hay historia, oficio, diseño consciente y sobre todo, una intención, o varias; de cuidar, no solamente al planeta sino a otros, a los chicos, y acompañar infancias cada vez más libres y conectadas. La Fiesta del Juguete Artesanal tendrá lugar este domingo, de 14.30 a 18.30 hs, en la Plaza San Martín de Rawson, Chacabuco, con entrada libre y gratuita.