El tema dura dos minutos. Bajo el tono melancólico de una guitarra portuguesa, en el video hay una vela encendida y un pie desnudo que baila alrededor de ella. Una cámara algo nerviosa y en movimiento que desenfoca algunos paisajes urbanos, y entonces Carminho aparece en un primer plano, etérea, con el viento en la cara y agitando su ropa. “Sabernos unir, conocernos, saber-ser, finalmente ser”, canta la cantante más famosa del fado en los últimos tiempos, a la vez que Laurie Anderson susurra algunas frases en inglés, con su inconfundible huella vanguardista haciendo un contrapunto: “Por fin siendo, nuestras barreras ocultas”.

“Saber”, la colaboración entre la nacida en Lisboa en 1984 y la leyenda norteamericana de casi 80 años es una de las canciones del flamante Eu vou morrer de amor ou resistir, álbum que presentará en Buenos Aires el sábado 15, cuando abra el Festival de Fado en el Palacio Libertad (ex CCK). “El concierto se centrará en mi nuevo trabajo, pero también habrá algunas canciones de otros álbumes. Siempre me gusta cantar algo especial en español, así que buscaré algunas cosas para llevar conmigo”, adelanta la joven y talentosa cantante desde Nueva York, donde completa una gira estadounidense.

Desde la renovación del lenguaje del fado tradicional, sin renunciar a sus raíces, Carminho sigue involucrada de pies a cabeza en cada fase de sus proyectos. “Tanto para mis discos como los conciertos escojo los temas, hago las músicas, me imagino los arreglos y la manera en que se van a producir”, dice, y en Eu vou morrer de amor ou resistir experimentó tanto con pedal steel como con melotrón, un teclado donde registró su propia voz con diferentes texturas, y el vocoder, sintetizador con el que trajo voces de su país como la de su madre, la de Beatriz de Conceição o la de Amália Rodrigues, que irrumpe como poeta más que cantante.

A la vez que reconoce una línea de continuidad con sus últimos trabajos, Maria (2018) y Portuguesa (2023), a Carminho le gusta afirmar su lugar autoral y en este disco homenajeó la influencia de artistas. Además de referentes portuguesas, cita también a Annette Peacock y Wendy Carlos, esta última pionera en el uso de sintetizadores y responsable de las bandas sonoras de La naranja mecánica y El resplandor. En el contexto de una industria que apuesta casi todo a los singles, defiende la grabación de un disco como algo esencial. “Este álbum dice mucho de las ideas de la voz de la mujer, de la transmisión interior, de la tradición del fado con todas las influencias que me atraviesan. Y también cómo se comportan los instrumentos del fado y de qué modo se pueden cambiar un poco sus funciones y roles. Para eso no se puede hacer una sola canción, es importante crear una narrativa”.

Portada de su último disco

La música popular argentina está entre sus favoritas. Dice que el tango es un género hermano del fado. Sus ídolos: Carlos Gardel y Mercedes Sosa, con la que se maravilló por “sus formas de interpretar” el folklore. Y nombra a Ginamaría Hidalgo: “La voz cristalina y su interpretación distintiva y trágica del tango”. Recuerda la primera vez que visitó Buenos Aires: fue a museos, bares de tango, comió alfajores y después viajó a Ushuaia y a las Cataratas del Iguazú. “La gente es increíble, y estoy muy contenta de volver porque todos los conciertos que he dado allí han sido únicos por la intensidad y la entrega del público. Parece que entienden bien lo que canto y lo que siento”.

Cuando tenía doce años, sus padres abrieron una casa de fado en Lisboa. La niña Carminho escuchaba a guitarristas como Jaime Santos y después conoció a Amália Rodrigues, Celeste Rodrigues, Beatriz da Conceição y Camané. “Aprendí el lenguaje de una manera muy pura y desde muy temprana edad”, asume. Hija de la prestigiosa fadista Teresa Siqueira, en 2009 publicó Fado, su primer álbum, que se convirtió en disco de platino y la catapultó como una figura internacional. Poco tiempo después grabó con Pablo Alborán y se expandió a la música brasileña, colaborando con Chico Buarque, Caetano Veloso, Marisa Monte y Milton Nascimento, dedicándole un disco a Tom Jobim, el exquisito Carminho canta Tom Jobim (2016).

Carminho

Inquieta y polifacética, adaptó las poesías de Pessoa como también participó en películas de Carlos Saura y Yorgos Lanthimos. “Deseo encontrar nuevas poéticas sobre la trascendencia de los ancestros y de las personas que nos guían. Lo que más me inspira son los demás artistas y sus obras. Poder extender mi música y cruzarla con la música de otros artistas es un honor y un aprendizaje”, dice, y le resta importancia a su exitosa presentación en el ciclo Tiny Desk, en la que siente que cantó de la misma forma que una casa de fado. “No puedo medir lo que he hecho. Sé que es algo que llegará a quienes antes no escuchaban mi música, es una plataforma de artistas de todos los géneros. Son pequeños y grandes pasos que se suman a mucho trabajo en equipo, a hacer giras, a grabar discos”.

En una última reflexión, y aunque suene a algo mil veces dicho, proclama el arte como un refugio vital ante lo que considera una humanidad amenazada en su integridad. “La música sigue llegando a lo más íntimo, a tu habitación, donde nada más llega”, suelta, y pone el ejemplo de los festivales populares que cruzan las fronteras como un acto de valentía y resistencia. “Porque no siempre se obtienen beneficios y a veces no es fácil montarlo todo y conseguir todo lo necesario para montar un espectáculo. Es muy importante no rendirse nunca. Las mujeres lo sabemos de sobra”.

Carminho toca el sábado 15, en la apertura del Festival de Fado que se realizará en el Palacio Libertad (ex CCK), Sarmiento 151. A las 20. Gratis.