La economía transita un proceso de estancamiento con ciclos cortos de dos años de duración. Los años impares, donde hay elecciones, la economía presenta breves recuperaciones montadas sobre el atraso en el valor del dólar y un incremento en el gasto público. El dólar barato reduce la inflación permitiendo cierta recuperación del poder de compra de los salarios, jubilaciones y asignaciones, que recomponen el consumo. El incremento del gasto público impulsa también la actividad, especialmente la obra pública empujando a la construcción, con repercusión en industrias proveedoras y en el empleo.

Los años pares, por el contrario, hacen sufrir a la economía. El gasto se reduce en un intento de achicar el déficit fiscal, mientras se hace sentir la sequía de recursos a gobernadores e intendentes que negocian alineamientos políticos a cambio de posiciones en la fila para próximo empujón fiscal. En materia cambiaria, la malaria se distribuye con racionamiento estricto de divisas (2012), un mix de racionamiento y devaluación (2014) o con una suba lisa y llana en el valor del dólar (2016). La escasez o encarecimiento del dólar restringen el acceso a insumos importados trabando la actividad y/o impulsan alzas en la inflación que reducen el poder de compra de la población y bajan el consumo.

Las antipáticas políticas cambiarias de los años pares tienen su folklore en materia de anuncios. Del pintoresco estilo del “polémico secretario”, pasando por la teoría conspirativa por el elevado precio que pagó Shell por millones de dólares, hasta la tesis de que los precios estaban fijados al valor del “blue”. En esa tradición hay que anotar el reciente “recalibrando” con que equipo económico del gobierno anunció un cambio en la meta de inflación del presente año.

El cambio en las metas no tiene relevancia por su impacto directo sobre la inflación. La evolución de los precios nunca se enteró de la existencia de tales metas y demás rituales ortodoxos del Banco Central. La inflación de 2016 superó en 15 puntos la cota máxima anunciada, y la del año pasado en unos 10. Es que la inflación viene montada sobre un componente inercial que crece al calor de tarifazos y devaluaciones y desciende cuando se planchan tarifas y se retrasa el dólar. De ahí que la política de tasas del BCRA no tenga efecto relevante sobre su evolución.

El cambio de metas de inflación permitió anticipar una reducción de las tasas de interés y, a falta de intervención del Banco Central en el mercado cambiario, un mayor valor del dólar. Al menos así lo entendió el “mercado”, eufemismo que encubre a un grupo de “amigos” del gobierno que “estaban en el secreto” y salieron a comprar dólares antes del anuncio. Finalmente, la baja de tasas de esta semana fue extremadamente moderada. Queda por ver si es el comienzo de un descenso gradual o si se esta en presencia de una excesiva puesta en escena para un hecho económico irrelevante.

@AndresAsiain