Qué quiere que le diga, yo oigo la palabra cultura y me preparo para lo peor: palos, incluso balas. Estamos gobernados por los descendientes y/o admiradores de los que decían "cuando oigo hablar de cultura, saco mi pistola", frase que no se sabe si es de Goebbels o de un fascista español, uno peor que el otro.

No voy a decir nada nuevo. La cultura está en jaque: el mercado editorial en caída, cierre de librerías, centros culturales, teatros alternativos, menos cine argentino, chau ballet nacional, bla... bla... bla... Es que a la derecha la cultura le molesta. La considera un enemigo. Y tienen razón, por lo general la cultura es izquierdosa, incordiosa, transformadora, reivindica a los desamparados, le canta a las injusticias y despierta las ganas de romper cosas...

La duda que tengo es si buscaron destruir la cultura o es un daño colateral. Ya sé que hubo casos de censura y proyectos interrumpidos. Pero me parece (sólo me parece) que no le apuntaron directamente sino que sabían que al bajar el consumo y los sueldos, al aumentar la luz y el gas, la cultura iba a decaer, en todas sus formas.

¿Por qué? ¿Para qué? Por un lado, para cortar los caminos de expresión, los micrófonos, la voz de los tipos que les iban a cantar las cuarenta. Es que la derecha no tiene artistas. Mejor dicho, los tiene pero uno cada cincuenta años: Celine, Lugones, Vargas Llosa. A Borges no lo meten en la bolsa porque antes tendrían que leerlo, algo que la derecha no hace. La derecha lee libros de economía que le dan la razón, es todo.

Pero, además, esta derecha nuestra tiene una idea complementaria: cambiar una cultura por otra, la que dice que ser burro es cool, leer libros es de maricones, saber hablar es de charlatanes, que hablar con sintaxis de mono se resuelve en la agencia de marketing... Si no fuera tan patético o peligroso, sería hasta gracioso.

Ese regodeo en la ignorancia es inversamente proporcional a la de nuestros padres y abuelos, que lamentaban no haber podido tener una mejor educación, más cultura... Era una oportunidad perdida que no querían que sus hijos heredaran. Y así salimos nosotros. Nos equivocamos con un dato histórico y no dormimos por dos días; los que nos gobiernan conjugan mal los verbos y se ríen... citan mal y se disculpan con un "mala mía".

La palabra cultura es confusa. ¿Hablamos de arte o de hábitos y costumbres? Yo me quedo con esa definición que algunos le atribuyen a Godard: "La cultura es la norma, el arte la excepción". Y en esta nota hablamos de ambas cosas. De la cultura que se intenta barrer para instalar otra, la de la risa fácil, la tontera a flor de piel, el baile en el balcón, el perro en el sillón.

Y también de la cultura artística que intentan borrar para dejar sin voz a los artistas que, nobleza obliga, son una manga de rompehuevos, ellos, con sus canciones de protesta y su literatura irreverente, además de muy pedigüeños, que plata para las películas, que subvenciones para esto, premios para lo otro.

Hasta acá todo es sencillo de entender. Odian a los artistas y quieren instalar la cultura del vacío. La idea que la sostiene es simple: se puede triunfar (otra palabra que habría que revisar; acá triunfo significa tener plata) siendo burro. Es un paradigma elemental y por eso poderoso, tanto que medio país está comprando el buzón.

Ahora, lo más difícil de entender es a los artistas que apoyan a los tipos que odian el arte. A la gente de la cultura que vota a los que desprecian la cultura. No son la mayoría, pero los hay. Algunos son conocidos, como Andahazi, y otros son respetados, como Campanella... seguramente piensan que a ellos no los va a afectar. Pero, ¿tanto desprecian a los suyos, a sus colegas, a su actividad? ¿Son idiotas útiles? Todo es posible, menos que lo hagan desde la ignorancia, porque si algo no son es ignorantes... son justamente cultos...

Si todos sabíamos lo que iba a pasar... ¿Macri apoyando la cultura? Como mucho podíamos esperar la puesta en escena de megaespectáculos, algo que ellos suelen confundir con cultura. Y ni eso le dieron a la gente, aunque seguramente unos meses antes de las elecciones tendremos Pimpinela para todos y todas, gratis en la esquina de cada casa.

Intentar destruir una cultura tan rica y diversa como la nuestra, es una pérdida de tiempo. La cultura es indestructible. Van a hacer daño, eso sí. Lo están haciendo. Pero para destruirla habría que acabar con todos los artistas, arar la tierra que pisan y regarla de sal... y aun así...

Y no vaya a pensar que cultura es lo que pasa en el CCK o en el Colón. Eso importa, claro. Pero lo que mueve el amperímetro son los tipos que leen poemas en los bares, que componen canciones sin saber si algún día alguien las oirá, los que bailan en un teatro under para dos espectadores.

Como sea, los artistas siguen adelante, sin esperar demasiado del Estado. Yo desconfío de los artistas subvencionados. Si el Estado apoya, mejor. Siempre haciendo la salvedad de que hay actividades que dependen casi exclusivamente del aporte público, por ejemplo el cine. Esos están en el horno con fuego de arriba y de abajo.

De mi parte, creo que no hay que esperar mucho del Estado. El Estado puede apadrinar un evento o un espectáculo, administrar espacios, pero el artista debe trabajar sin más compromiso que lo que le interesa hacer y decir.

Entonces, ante la mala época, a leer poesía en los bares, a cantar en los bodegones, a pintar murales antes de que llegue la yuta, a grabar canciones y compartirlas en las redes, o lo que se pueda. Y ‑mala noticia para la derecha‑ los artistas son más productivos en crisis... Al que nace culturoso, es al ñudo que lo fajen.

 

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