Creció en un barrio pobre del norte del Gran Buenos Aires. Hasta los 8 o 9 años, cuenta, no supo lo que era tener un cuarto propio: dormía junto con sus tres hermanos y sus padres en el mismo colchón, en el piso. Algún tiempo, durante su adolescencia, vivió en la calle y llegó a dormir en un banco de una plaza. De piba, recuerda, le gritaban “negra de mierda”. El fútbol, dice, le cambió la vida. Empezó a jugar alrededor de los 20 años. Y hace cinco años, en 2013, fundó la Asociación de Fútbol Femenino de Argentina (AFFAR) y prefirió salir de la cancha para dedicarse, como dirigente y DT, a promover el deporte entre las mujeres. Entre otros logros, llegó a conformar el primer equipo de jugadoras ciegas de Buenos Aires. La semana próxima, a los 31 años, Evelina Cabrera contará su experiencia de empoderamiento femenino y resiliencia en la sede de la ONU, en Nueva York: fue elegida para exponer sobre su historia de vida en el Foro de la Juventud del Consejo Económico y Social, que reúne a jóvenes líderes de todo el mundo. 

Está feliz. Emocionada por la posibilidad de transmitir sus vivencias en un auditorio tan relevante como es la ONU. Evelina no lo puede disimular. Lo dice. Aunque nunca llegó a ser una gran jugadora, supo aprovechar el fútbol para abrirse puertas. Y las que se le abrirán el 31 de enero, en Nueva York, seguramente serán unas de las más importantes.

–¿Qué es el fútbol para vos? –le preguntó Página/12.

–Cuando lo empecé a jugar lo pensé como un deporte pero después me apasioné. Lo tomo como una forma de reivindicación de las mujeres. Hoy es una bandera para luchar por los derechos de las mujeres. El fútbol es un deporte muy machista. Que las mujeres estemos en una cancha es todo un desafío. Los cantitos de las hinchadas son sobre la virilidad y cuán machos son los equipos. Es un campo muy complicado todavía para nosotras. Aunque vamos ganando cada vez más territorio. Me atrevo a decir que el 90 por ciento de los entrenadores son varones. Cuando empecé a ir a reuniones como dirigente, me gustaba ir arreglada. Y me daba cuenta de que los tipos me querían levantar. Entonces, me corté el pelo, empecé a usar ropa holgada, para que me escucharan. Hoy ya me gané el respeto. 

Evelina nació en Virreyes, San Fernando, en una familia de clase media baja. Su mamá se quedó desocupada con la crisis del 2001 y accedió a planes sociales. “Tuvimos que remarla feo”, dice ella. Hubo momentos, cuenta, que con sus hermanos iban a comer a una iglesia evangélica que les proveía un plato. Vivió un tiempo fuera de su casa, en la calle, dice. Iba y venía.  También cuenta que conoció la violencia de género de la mano de un novio adolescente que le pegaba. Y que tuvo un intento de suicidio, con pastillas. Hasta que el fútbol le abrió otros horizontes. Le dio oportunidades. Y ella ahora busca a través de AFFAR que otras pibas también las tengan. 

Al fútbol llegó por casualidad. Y un día, acompañando a una amiga, se probó en Platense y quedó en el equipo. Pero nunca descolló. Y decidió estudiar como DT en la escuela de la AFA. En 2012 dirigió el equipo argentino en el Homeless World Cup. Y después armó equipos de futsal femenino en varios clubes y creó AFFAR. Un día una chica ciega le escribió y le pidió que armara una equipo para mujeres no videntes, y ella se conmovió cuando se dio cuenta de que en Buenos Aires no había ninguno, mientras que “Los Murciélagos –como se llama a la selección masculina de futbol para ciegos– tiene ya veinte años”. “No sabía nada. Tuve que aprender todo”, aclara. Hoy hay dos planteles femeninos en el ámbito porteño, con uno de ellos entrenan en el Club Banco Nación. Los primeros equipos femeninos de ciegas nacieron en Córdoba y Salta. 

–¿Te considerás feminista?

–Por supuesto. Mucha gente piensa que ser feminista es querer ser superior a los hombres, como si fueras una renegada del sistema. Las feministas queremos los mismos derechos –dice ella. 

Ella está en pareja hace siete años con otra mujer, también jugadora de fútbol. Viven en una casa del barrio de Nuñez, “con patio y perro”. Evelina abrió una escuela de fútbol que lleva su nombre, y tiene dos sedes, en la ciudad de Buenos Aires. “El desafío es darle las mismas oportunidades a las chicas que quieren jugar en Buenos Aires, donde tenemos acceso a todo, que en el interior del país”, se propone.  

En 2016, la AFFAR adhirió a la campaña de la ONU “Únete Latinoamérica” para poner fin a la violencia de género. “La idea era organizar torneos para concientizar sobre el tema con la excusa del fútbol”, cuenta. Después, desde Naciones Unidas le propusieron unirse al programa “Agenda 2030 de los objetivos de desarrollo sostenibles” para promover con la asociación metas como la posibilidad de tener una vida sana, educación inclusiva y de calidad y lograr la igualdad de géneros.

La semana próxima, Evelina viajará a Nueva York, donde contará en la sede de la ONU, ante jóvenes de todo el mundo, sus proyectos, sueños y desafíos para que el fútbol le abra puertas a otras pibas.