Tanta queda en Esmeralda 938. Horario de atención: de lunes a sábados, de 12 del mediodía a 1 de la mañana.

El corazón del hogar peruano 

Tanta es una de las grandes -y hace rato anunciadas- novedades en la gastronomía porteña. Es la primera sucursal porteña de la cadena dirigida por el prócer Gastón Acurio, en este caso apuntando al corazón de la cocina casera de Perú, con platos típicos y algunas libertades nacidas de la cabeza del genial chef Anthony Vázquez (el mismo que dirige La Mar Buenos Aires). 

El Tanta porteño se diferencia claramente de los Tanta de Perú, con un ambiente más formal, que incluye salón amplio, barra de cócteles, techo de triple altura y colores oscuros aligerados apenas por el verde de las plantas. Si los Tanta de Perú son más cafeterías relajadas, éste es más un restaurante.

La carta es amplia, diseñada para satisfacer toda una jornada, con buen énfasis en platos para mediodías rápidos. Los precios son amigables y no se aceptan reservas. Hay sánguches como el de peceto al jugo (con lechuga,  criolla limeña y palta, $180), hay barra de montaditos al estilo tapeo español ($30 cada uno), hay empanadas y ensaladas, todas rebosantes de sabores peruanos. Entre los piqueos, son adictivas las croquetas de ají de gallina ($90), ricos los anticuchos de corazón ($120), fresco el  cebiche ($220). De los platos principales, muy bueno el Quinua Airport (un chaufa de arroz con quinoa, pollo, verduras, con tortilla y salsa chifa, $220), orientales los ribs de cerdo con criolla de mango ($360), contundente (para compartir) el bife goloso de Anthony, servido jugoso sobre tallarines y papas a la huancaína ($490). Esto, entre varias opciones más. Se beben batidos de frutas tropicales (como el refrescante Agilito, con piña, naranja y limón), también limonadas, tés helados y cócteles como El Chingón (tequila, agua de manzana, limón y humo en polvo, $150). Hay carta breve de vinos, donde faltan algunas etiquetas de precios bajos. Postres bien dulces, como el conocido Tres Leches.  

Con una mirada revalorizadora de la deliciosa cocina hogareña de Perú, por fin Tanta llegó a Buenos Aires. Y es una buena noticia. 


La Noire queda en Bonpland 1173. Teléfono: 4857-6516. Horario de atención: lunes a sábados de 9.30 a 20.

Un viaje de Colombia a Francia

La Noire es un nuevo “café de especialidad”, es decir, una de esas cafeterías que de a poco ocupan los distintos barrios porteños, dándole al café el protagonismo que merece. En este caso, utilizan un equilibrado blend de granos colombianos -armado y tostado por el omnipresente LAB- como base de las distintas recetas de espresso de la casa, hechas todas en una preciosa Nuova Simonelli, la casa italiana responsable de algunas de las máquinas de café más bellas del planeta. De esta combinación salen espressos, machiattos y americanos (todos, $45), también capuccinos ($55) o el siempre recomedable flat white ($65, con doble shot de espresso y leche “microespumada”), entre otros. Todos bien servidos, a temperatura correcta y en una vajilla blanca y clásica (nada de excentricidades innecesarias). Un gesto bienvenido: apenas sentarse en la mesa, acercan una jarrita con agua filtrada. Hasta aquí, La Noire cumple, tanto como muchas otras cafeterías del estilo. Pero el lugar tiene a su vez sus propias particularidades, que la hacen sobresalir sobre buena parte de su competencia. Primero, la ubicación: en los márgenes entre Palermo y Villa Crespo, en una calle relajada que le asegura tranquilidad. Ocupando el frente de un PH, el ambiente es bohemio, con sillas y sillones salidos de mercados de pulga, con un piso de patio desvencijado y mesas de diversos tamaños dispuestas con buen espacio entre ellas. Por los parlantes se escucha jazz, hay buen wi-fi y abundan los enchufes. La segunda diferencia es la propuesta de comida: creado por la parisina Vendela (radicada hace ya 17 años en Buenos Aires), su idea fue mezclar buen café con pastelería francesa. Por eso, confió en CoPain, una panadería de Parque Centenario responsable de algunos panes y patisserie maravillosos, como proveedor. De ahí llegan los croissant de chocolate, también los panes para los sándwiches (como el que trae queso cremoso de cabra, pepino y eneldo, a $120). Y Vendela suma tortas caseras con recetas tradicionales de su propia familia. Todo simple, casero y rico. Como debe ser. 


Genovese queda en Nicaragua 5778. Teléfono: 15-3085-5000. Horario de atención: martes a sábados de 21 a 4:30.

Los siempre queridos años 20

¿Es necesario recordar de qué se trata un speakeasy? Esos bares a puertas cerradas, regenteados muchas veces por la propia Mafia, que florecieron durante la Ley Seca norteamericana para dar de beber a miles de consumidores a espaldas de la policía. Lugares que nacieron clandestinos, y que resurgieron en la última década como moda arrolladora, emulando la estética de los años 20. Tras cientos -mejor dicho, miles- de aperturas en todo el mundo, la pregunta se hizo necesaria: ¿hay acaso lugar para más speakeasies? El flamante Genovese, con unos meses de vida en Buenos Aires, ensaya una respuesta afirmativa. 

Genovese abrió detrás de una barbería (que es solo una pantalla escenográfica). Pasando por una puerta oculta, se llega al bar, un espacio intimista con señorial barra, mesas pequeñas, sillones con capitoné y arañas de cristal. A diferencia de otros destinos de moda, acá no hay inversiones millonarias, pero se compensa con buen gusto e inteligencia. Y, especialmente, con cócteles bien hechos (entre $150 y $200), fieles al espíritu de la época que retrata.

La carta, manejada por Luis Da Silva, deambula por diversos capítulos. De los clásicos, imperdible el Last Word, mezcla de gin Tanqueray, Chartreuse, Marrasquino y jugo de limón. Entre los Modernos (recetas circa 1950) hay cócteles como el Corcovo, del bartender argentino Pichín; también un buen Zombie. Luego están los Cosa Nostra, recetas inventadas en el propio bar, manteniendo una visión tradicional: el Colombo, por ejemplo, lleva whiskey Tullamore Dew, destilado de pera Christallino y almíbar de cardamomo. Y hay un apartado especial para tragos de lujo, con marcas como el ron Zacapa 23 y el gin Martín Millers. Para acompañar, hay algunas comidas ricas, si bien desentonan con la época: hamburguesa de waygu, provoleta, papas bravas, entre otros.

Genovese demuestra que sí, que se puede seguir apostando a los speakeasy en Buenos Aires. Especialmente si se lo hace con calidad, con buen trato en la barra y coherencia en la propuesta.