El encuadre conceptual de la revolución que derrocó a Perón y se llamó a sí misma “revolución libertadora” consistió en señalar que el gobierno que había sido derrocado era tan desastroso como el del tercer Reich. Así, si la tarea de los aliados había sido la de desnazificar a Europa, la de ellos, los libertadores de Argentina, no podía proponerse menos. O sea, una erradicación del peronismo en todos los ámbitos de la república, a la que había agraviado seriamente. Perón era el tirano. Su gobierno había sido totalitario y corrupto. Se exhibe la corrupción del peronismo como un espectáculo obsceno. Se exponen los trajes y las joyas de Evita. A la salida de la exposición hay grandes tachos con la leyenda: “Si usted quiere tirar su carnet de afiliación al partido hágalo aquí”. Varios dirigentes peronistas van presos. Aparecen libros contra el gobierno tiránico: Ayer fue San Perón, Libro negro de la segunda tiranía. Se hacen películas: Después del silencio, El jefe. La primera muestra escenas de tortura impiadosas.

Se dicta el decreto 4161. Se prohíbe nombrar a Perón, a Eva Perón, al Partido Justicialista, pronunciar la palabra “peronista” o “peronismo”. Se hace desaparecer el cadáver de Evita. El gobierno se postula como “la democracia”. Se fusila a los responsables del golpe de junio de 1956 y a sus adherentes se los asesina en José León Suárez. Se persigue todo aquello que se considere “peronista”. Se prohíbe cantar la marcha partidaria. Se abre la puerta al Fondo Monetario Internacional. Eugenio Blanco, Ministro de Hacienda, da una conferencia en la Facultad de Derecho y dice: “Es hora de volver a la patria de nuestros padres y nuestros abuelos”. Hay listas negras por todas partes. Los artistas y escritores peronistas son prohibidos. Bioy Casares, refiriéndose al cuento La fiesta del Monstruo que escribe con Borges en Montevideo, dirá: “Estábamos llenos de odio durante el peronismo”. Todos odiaban a todos. Los últimos discursos que dio Perón (el del cinco por uno) no trasmitían precisamente serenidad. El bombardeo a Plaza de Mayo fue la guerra, sin más. Era una sociedad tramada por el odio. Peronistas y antiperonistas. Cooke habrá de decir: “Peronismo y antiperonismo es la expresión de la lucha de clases en Argentina”. Entre unos y otros, no una grieta, un abismo. Se revisa, para liquidarla, la Constitución de 1949. Se deroga su artículo 40. El de la propiedad privada en función social. El del Estado intervencionista. El que declara inalienables los productos minerales y petrolíferos. Los antiperonistas decían que los tratos de Perón con la petrolera California traicionaban ese artículo. Frondizi escribe Petróleo y política. Luego, ellos, los airados defensores del petróleo en 1954, harían arreglos vergonzosos con el capital imperial.

Cuando Frondizi decide privatizar el frigorífico Lisandro de la Torre estalla una de las mayores huelgas de la Argentina. Una de las más puras. Son obreros y es el barrio de Mataderos. No hay conducción de Perón ni vanguardias armadas. Es la Comuna de Mataderos. Son 9.000 huelguistas. Frondizi declara el Plan Conintes (Conmoción interna del estado) e interviene con fuerzas poderosas para frenar a los huelguistas. Gana esa lucha pero sus días están contados. Como sea, esa huelga consolida al sector obrero como fuerza de oposición. Surge la resistencia peronista. Cae Frondizi y lo llevan a Martín García, algo que a él le agrada. Sólo tres presidentes estuvieron presos en Martín García, dice, Yrigoyen, Perón y yo. Los militares ponen a Guido en la Presidencia de la República. Con el peronismo proscripto, sube luego Illia. Se presume que dará elecciones libres y permitirá participar al peronismo. Lo derrocan en 1966. Illia le dice al Capitán Julio Alsogaray: “Usted es un bandido que se alza contra un gobierno constitucional”. No era democrático el gobierno de Illia. Aunque buscaba serlo, no podía permitirse esa frase:había subido con la proscripción del peronismo. La democracia sigue ausente. 

Durante estos días ya se habla de “democracia en peligro” o el filósofo Rubén H. Ríos da cursos sobre el eclipse de la democracia. Mientras sigan el odio y las política antipopulares seguirá el eclipse de la democracia, uno de cuyos mayores enemigos es el neoliberalismo que, con tanto fervor, se aplica en Argentina y en el mundo.