“Me quedo en el país y me alimento en el Este./ Con mis dichos, que me cuestan el pescuezo”. Estos versos del poeta, dramaturgo y novelista alemán Volker Braun explicitan un proyecto poético concebido en diálogo urgente con su tiempo. Poeta eminentemente político de la ex Re- pública Democrática Alemana (RDA) y luego de la Alemania unificada, es una voz crítica que siempre iluminó, con una ironía excepcional, las contradicciones entre los ideales socialistas y la realidad. Aunque padeció la censura y estuvo bajo la mirada vigilante de la Stasi, el órgano de inteligencia de la RDA, a diferencia de otros escritores en el Este, no buscó reubicarse en Occidente. “Y el juego ya se jugó. Por lo demás soy de la idea/ Que el socialismo debe ser destruido, y/ A mí me gusta la causa de los vencidos”, se lee en un poema titulado “El teatro de los muertos”. Qué joyita extraordinaria es La flora de los escombros, una antología publicada por la editorial El jardín de las delicias en edición bilingüe, con traducción de Silvana Franzetti, la primera obra de Braun que se traduce al español, gracias a un subsidio del Goethe-Institut.

El poeta y dramaturgo alemán, que nació el 7 de mayo de 1939 en Dresde, conoció muy tempranamente la herida irremediable que provoca una palabra: orfandad. Tenía cuatro años cuando quedó huérfano de padre en 1945, durante el bombardeo producido por las Fuerzas Aéreas de Inglaterra y Estados Unidos a Dresde, poco antes del fin de la Segunda Guerra Mundial. Cuando terminó sus estudios secundarios, trabajó como obrero en imprentas, en obras públicas y en minas a cielo abierto, hasta que en 1960 accedió a estudiar Filosofía en la Universidad de Leipzig, donde se graduó en 1964. Un año después se trasladó a Berlín –donde reside desde entonces– y por invitación de Helene Weigel se desempeñó como dramaturgo en el Berliner Ensemble. Los volquetes (Die Kipper), su primera obra, fue prohibida no bien se estrenó, en 1972. Entre sus libros de poesía se destacan Provocación para mí (Provokation für mich, 1965), Contra el mundo simétrico (Gegen die symmetrische Welt, 1974), Lenta mañana crujiente (Langsamer knirschender Morgen, 1987), El material para la vida 1-3 (Der Stoff zum Leben 1-3, 1990), El jardín de los placeres (Lustgarten Preußen, 1996), Túmulo (Tumulus, 1999), De las bellas burlescas (Auf die schönen Possen, 2005), El material para la vida 1-4 (Der Stoff zum Leben 1-4, 2009) y Sala de lectura de los sin hogar (Handbibliothek der Unbehausten, 2016).

“Braun es un poeta de una épica consustanciada con la plebeya realidad de un tiempo histórico contradictorio –plantea el poeta y editor Luis Bacigalupo en el prólogo de la antología–. Su antilirismo, heredero de la escuela de Brecht, es menos una pertinencia de anclaje ético o político del texto, social incluso, que del lugar que encarna la subjetividad en la dinámica de la enunciación. Es un desplazamiento cuya fuerza centrífuga permite dar, como quiere Braun, el paso/ Del yo al noso- tros”. Ricardo Ibarlucía, en el texto de la contratapa, afirma que los poemas de Braun se inscriben en la tradición de la poesía política alemana que se remonta a la Alta Edad Media, atraviesa la Reforma, la Guerra de los Treinta años y logra un primer apogeo con la Ilustración y, durante el siglo XIX, la épica de Klopstock, Los Himnos de Tubinga de Hölderlin, las sátiras de Heine y las baladas populares de Fontane. En el siglo XX, esta tradición exhibe dos grandes momentos: el de las vanguardias históricas, desde el expresionismo de Heym y Toller hasta Brecht, y luego de la Segunda Guerra Mundial, en la década del 60, con el “Grupo 47”, que integraron Paul Celan, Ingeborg Bachmann y Heinrich Böll, entre otros. “La política en la poesía de Braun (…) es una forma expresiva autónoma, que opera sobre la lengua como producto social transformándola, desviándola, redireccionándola, arrancando las palabras de su flujo cotidiano para imprimirles un sentido único, indelegable, imprescriptible”, explica Ibarlucía.

La antología, que abarca la producción poética de Braun entre 1963 y 2013, toma el título del breve poema “La flora de los escombros”, vinculado con la producción literaria de posguerra llamada “literatura de los escombros” (Trümmerliteratur): “Arbustos sil- vestres sobre las ruinas./ Desde las piedras negras un verdor resplandece/ Ciudades extintas. Ardientes lupinas/ Y flores de viuda entre los escombros crecen”. Bacigalupo advierte en el prólogo sobre “la tensión de fuerzas encontradas” que se manifiesta en la selección de poemas que realizó junto a la traductora. “Lo paródico (…) es parte de una pronunciación política de la lengua en el marco de sus distintas modulaciones. El lenguaje es nítido, a veces áspero y está, aunque libre de toda adherencia, al servicio de expandir una idea o de consignarla como embrión de un desarrollo eventual o redimensionarla conforme ciertas situaciones sintácticas que hallan en el poema extenso, en la deriva de su narratividad, de sus hiatos, de su plurilingüismo, el mejor proscenio”.