La industria manufacturera atraviesa una delicada situación debido a una serie de elementos que configuran un panorama adverso para el desarrollo de esta actividad. Entre ellos se encuentran la retracción del dinamismo del mercado interno -principal destino de los bienes finales industriales-, explicado centralmente por la caída del poder adquisitivo de los salarios en años consecutivos. Además se suman los aumentos de tarifas -gas y electricidad- y también de los combustibles que impactan de lleno en la estructura de costos de la industria.

También interviene negativamente la política de altas tasas de interés reales implementada por el Banco Central, pues a partir de éstas -y combinada con la apreciación cambiaria y la liberalización del mercado de capitales- se fomenta la valorización financiera en detrimento de las inversiones en la economía real. Pero además encarece de manera dramática el financiamiento de las pequeñas y medianas empresas industriales, que ven restringido su acceso al crédito configurando un panorama agobiante para el sector.

A estas trabas para el desarrollo industrial se suma la fuerte apertura importadora impulsada por el Gobierno y el consecuente aumento del déficit comercial, que alcanzó niveles históricos en 2017. Se trata de un doble golpe a la industrial nacional, ya que a la caída del consumo interno y, por consiguiente, de las ventas, se le suma el desplazamiento de producción nacional por importaciones.

EMI

Analizando el panorama industrial con el Estimador Mensual Industrial (EMI) publicado por el Indec, se observa un desplome de la actividad en todos los meses de 2016 y de 2017 hasta mayo, que es cuando comienza a verse un leve cambio de tendencia. 

A partir de dicho mes los indicadores comienzan a mostrar signos positivos. Sin embargo, la actual serie del EMI sólo contiene la variación interanual, la serie índice con base 2012 se actualizó hasta octubre de 2015 y luego fue discontinuada. Ello oscurece el análisis ya que no permite comparar los niveles actuales de actividad industrial con la de otros períodos previos a 2016, y tampoco permite neutralizar el efecto del “rebote estadístico” generado al utilizar indicadores de comparación interanual sobre un año de fuerte recesión como lo fue 2016. 

Así todo, luego del salto positivo en la variación operado en junio de 2017 comenzó un persistente descenso de sus tasas de crecimiento, para pasar del 6,6 por ciento en junio a 2,3 en septiembre, tener un leve aumento en octubre para volver a tener una tendencia de descenso en diciembre del último año, registrando 3,5.

Otro indicador a tener en cuenta para el análisis de la industria es la evolución de la utilización de la capacidad instalada. Cuando se analiza la dinámica entre enero 2015 hasta agosto 2017, se observa un gran incremento  en los primeros meses de 2015 estabilizándose entre el 68 y el 72 por ciento, explicado por programas públicos de expansión de la demanda como el plan ProCreAr, ProCreAuto, Precios Cuidados, Ahora12, entre otros. 

A partir del cambio de gobierno y la implementación de nuevas políticas económicas, la utilización de la capacidad instalada sufrió un desplome que lo llevó hasta casi el 62 por ciento, y recién a finales de 2016 mostró signos de recuperación para luego caer a los niveles más bajos del período analizado (60 por ciento) a principios de 2017; luego de lo cual se estabilizó entre 64 y 66. El resultado entre los períodos es claro: el promedio de utilización de la capacidad instalada entre enero y octubre de 2015 fue de 68,7 por ciento, y entre enero 2016 y agosto 2017 fue de 64,5.

Al analizar la evolución del empleo asalariado industrial sobre la base de las series trimestrales publicadas por el Ministerio de Trabajo observamos una persistente caída de los empleos industriales en todos los períodos. Si tomamos el mes base diciembre de 2015, el total acumulado hasta octubre de 2017 fue de 62.113 empleos industriales perdidos. 

Estos datos son consistentes con la situación general de la industria: caída de la producción y subutilización de la capacidad instalada, que, si se le suma la apertura importadora, genera un combo que lleva irreductiblemente a la destrucción de empleo industrial.

El impacto de las importaciones crecientes puede observarse en la mayoría de los sectores. A través del análisis de las posiciones arancelarias de cada complejo, se estableció un diagnóstico del saldo comercial que muestra tres realidades distintas al interior del sector manufacturero: 

  • La primera (contiene a los sectores de textiles terminados, calzado, juguetes y artículos deportivos y marroquinería) tuvo una dinámica de fuerte expansión de las importaciones en 2016 y luego durante 2017, si bien continuaron su crecimiento, lo hicieron a una tasa menor que el período anterior. El sector de textiles terminados fue el que tuvo la variación más alta entre los cuatro (56,5 por ciento), seguido por el de calzado (43,4), juguetes y artículos deportivos (34) y marroquinería (26,9).
  • El otro grupo de sectores tuvo una dinámica inversa: durante 2016 los rubros tuvieron un crecimiento de las importaciones no tan explosivo como el de 2017. Aquí encontramos a la industria del mueble y el complejo automotriz que han tenido un comportamiento similar entre sí, incrementando sus importaciones en 41,5 y 39,9 por ciento, respectivamente (acumulado).
  • Por último, el sector de insumos textiles evidenció una dinámica de retracción de las importaciones en ambos años, acumulando una caída del 8,3 por ciento explicado fundamentalmente en la caída de la producción textil local. En este punto es interesante profundizar el análisis sobre el complejo textil como un todo. En el caso de los insumos, las importaciones caen reflejando una disminución de la demanda para la industria; por otro lado la importación de bienes finales textiles creció en todos los períodos analizados por un total acumulado de 64 por ciento; poniendo de manifiesto que la problemática del sector no se vincula a una retracción de demanda sino al reemplazo de producción nacional por bienes finales importados. 

Industria automotriz

Por su tamaño e importancia al interior de la matriz industrial, es importante destacar una realidad del sector automotor. Al realizar una clasificación al interior del complejo, distinguiendo entre autopartes y bienes intermedios para la industria y vehículos terminados, se observa un sostenido incremento de la importación de bienes finales. Entre 2015 y 2016 el aumento superó el 33 por ciento, mientras que entre 2016 y 2017 el mismo fue de 44 por ciento, superando los 6.115 millones de dólares importados en los primeros nueve meses del año pasado.

Ahora bien, las importaciones de autopartes y bienes intermedios para la industria automotriz tuvieron una variación negativa entre los primeros años (-11 por ciento) incrementándose un 15 entre el 2016 y el 2017, para finalmente ubicarse prácticamente en los mismos valores observados para el 2015, con un crecimiento entre puntas de apenas el 1,83 por ciento. 

En este sentido, resulta central destacar que mientras la importación de bienes intermedios e insumos para el complejo automotriz se mantuvo relativamente estable, las importaciones de vehículos finales se expandió fuertemente, reemplazando producción local por extranjera.

Lo que estos datos ponen de manifiesto es que el aumento de las ventas de vehículos se asienta sobre un aumento de las importaciones de bienes finales. De este modo, no sólo se malogra la oportunidad para que el crecimiento de la demanda contribuya a un mayor dinamismo del complejo industrial, sino que además contribuye a un empeoramiento de la balanza comercial, experimentando en este 2017 el peor déficit comercial de la historia económica nacional.

* Integrantes del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).