Pareciera que hasta tanto se realice la marcha del 21F la disputa por la conducción de la CGT entró en una pausa. Pero la realidad es otra. Las negociaciones no se detienen y en todo caso se realizan detrás de los cortinados. Estos diálogos alcanzan incluso a los organizadores de la marcha que coloca nuevamente a Hugo Moyano como uno de los dirigentes en condiciones de disputar la futura conducción unificada de la central obrera. Esta posibilidad es para Héctor Daer, el triunviro referente de gordos e independientes, “un retorno al pasado”. Daer insiste en recostarse en su perfil institucionalista y dialoguista que para el moyanismo es sinónimo de oficialista. Ni tanto ni tan poco porque ni Moyano es absolutamente combativo y Daer es exclusivamente dialoguista. De todas formas, en este complejo escenario sindical aparece un tercero (¿en discordia?). Se trata del ferroviario Sergio Sasia que teje alianzas en silencio, incluso con sindicalistas de los otros dos sectores, con el objetivo de dirigir la CGT o tal vez una de las CGT.

No es extraña la reaparición de Hugo Moyano porque motivos para confrontar con el gobierno nacional sobran. Si bien es cierto que, como dicen los gremialistas que no lo quieren bien, tuvo razones de índole personal para retornar a las lides sindicales, también puede considerarse como una razón de su retorno la ausencia de un sucesor en el sector que lidera que pueda conducir esta coyuntura. Si se quiere, el representante elegido por Moyano cuando se normalizó la CGT en 2016 para ocupar un puesto en el triunvirato conductor, Juan Carlos Schmid, no pudo conquistar ese podio. Para colmo, el año pasado sufrió un severo proceso de desgaste ante la tendencia de Pablo Moyano a desconocer los acuerdos del triunvirato e incluso de avanzar en iniciativas que lo dejaron en un virtual off side. En ese marco, el resurgir de Moyano padre terminó por erosionar incluso el poder simbólico que representa el cargo que Schmid todavía ostenta. 

Una situación similar vive el también triunviro Carlos Acuña, el representante de Luis Barrionuevo, aunque sin el drama de Schmid porque el titular del gremio de los estacioneros de servicio no parece aspirar a dejar una huella en la historia de las conducciones de la CGT.

El estado de la amistad de Barrionuevo con Moyano también es un detalle a tener en cuenta porque luego de las flamígeras declaraciones del gastronómico, que incluyó la organización del asado en Mar del Plata y su consiguiente documento crítico a la administración de Cambiemos, no apareció el día en que los diferentes aliados de Moyano se mostraron en la sede de la Federación de Camioneros para anunciar la movilización del 21F. Tampoco estuvo Acuña y para algunos de los participantes de ese cónclave esas ausencias pueden responder al típico caso del “anímense y vayan” mientras abren un canal de negociación paralelo con el gobierno. En dicha reunión, donde se organizaron los detalles de la marcha, tampoco estuvieron los jefes de La Fraternidad y de UTA, dos gremios claves a la hora de reunir peso sindical.

El titular de los colectiveros, Roberto Fernández, está distanciado de los Moyano y mantiene una relación oscilante con los gordos. Por caso no fue al encuentro que organizó Daer el miércoles pasado. Sin embargo, se preocupó en hacer escuchar a los presentes su adhesión a través del teléfono. Con tal de contarlo entre los suyos, Daer decidió olvidar el mal momento que vivió cuando a poco de iniciarse el paro del 18 de diciembre último, Fernández anunció que su gremio no adhería. El titular del gremio de Sanidad ya no habla de eso. Tal vez porque en la política como en el sindicalismo la necesidad tiene mucha cara de hereje.

En tanto el ferroviario Omar Maturano, que mantiene una sorda disputa con Schmid en la poderosa Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), se acercó en cuerpo presente a la carpa de los gordos e independientes. Una decisión que le dibujó una sonrisa perenne a Daer. El triunviro no niega su deseo de ser secretario general de la CGT y aunque cuenta con el importante respaldo de su grupo, los gordos más independientes, el sumar a un gremio ferroviario le permite atraer aliados imprescindibles a la hora de enfrentar el congreso de la central obrera que se avecina. 

Daer tiene la dura tarea de contener a estos dos dirigentes pero Maturano no entrega su amor con facilidad (ninguno lo hace) porque desde hace un tiempo ha renovado el vínculo con otro ferroviario que también se perfila como candidato a disputar la conducción de la CGT, el titular de la Unión Ferroviaria, Sergio Sasia, quien junto al jefe de la UOM, Antonio Caló, construyen poco a poco un polo de poder con un discurso que gira alrededor de elaborar un proyecto que contenga una agenda programática que se imponga por sobre los intereses personales y sectoriales. Preparan para este mes un encuentro que incluye también a delegaciones regionales de la CGT. El esquema con el que buscan superar un virtual exceso de centralismo porteño que muestran los moyanistas y gordos.  

Por último hay un detalle común a estos tres sectores y es que todos mantienen relaciones y los anotan en sus listas particulares de aliados a una serie de dirigentes gremiales que por diferentes motivos se acercan y se alejan a uno u otro sector. En rigor, ninguno está en condiciones de distanciarse o de abrazarse pero no sólo por una cuestión de especulación, que puede existir, sino porque también es la prueba de que ninguno de los que se muestran como aspirantes a ocupar la Secretaría General deslumbra, convoca y lidera. Los tres sectores se necesitan, algunos más que otros, si es que pretenden una única CGT.