A veces se impone volver a lo archisabido. El voto es esencial en democracia, gravita en las instituciones, constituye un modo calificado de participación. Ejercitando su derecho (deber en Argentina) el ciudadano se implica, se expresa, influye en los escenarios, designa o remueve autoridades. Puede revisar o ratificar sus preferencias en períodos prefijados. La decisión es individual pero el veredicto es colectivo.

La respuesta a un sondeo es contingente, a menudo distraída, casi nuncameditada. Los sesgos o desviaciones por clase social y nivel educativo devienen cada vez más mayores. Compararla con el voto constituye una necedad, equipararlos una falacia.

El repaso lo provocan las declaraciones de Jaime Durán Barba, asegurando que la inmensa mayoría de "la gente" está a favor de la pena de muerte, criterio que él (un bon vivant) no comparte. Pero divulga, sugiriendo que un consenso amplio avala el espaldarazo presidencial al policía Luis Oscar Chocobar.

  Las mediciones son irrelevantes para zanjar  un debate político-moral de primer nivel. De cualquier modo, es bien posible que Durán Barba macanee.

Lo refuta el sociólogo Gabriel Kessler, mucho más riguroso y creíble que el gurú-sofista de Palacio. En un comentario a un post del jurista Roberto Gargarella en su blog explica que "los datos existentes desmienten que la gran mayoría de las personas aprueban la pena de muerte. Las encuestas de las últimas dos décadas muestran que entre un 25-35 por ciento de personas que lo hacen dependiendo de la encuesta y la coyuntura. Los indicadores de autoritarismo extremo (…) desde la restauración democrática se encuentran siempre en torno al 30 por ciento (con más data del área metropolitana que de otras provincias). (…) Es un porcentaje no muy diferente a otros países, salvo excepciones de más autoritarios (p.ej. en países de América Central el apoyo a la pena de muerte y al punitivismo es estremecedor) y otros menos, fuera de nuestro continente".

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El presidente Mauricio Macri, como tantos de sus colegas, lee con fruición encuestas. Quizás los números que difunde Durán Barba  a los medios sean distintos de los reales que muestra a su comitente; una regla del oficio.  En una de esas, Macri sabe que no complace a una mayoría sino a un núcleo duro de votantes de derecha, que son su base electoral y social, aunque no le basten para revalidarse en las urnas.

La inferencia es hipotética, lo que sí es seguro y se subraya es que el primer móvil para premiar a Chocobar no es mimar a "la opinión pública" sino granjearse el favor de las fuerzas de seguridad y construir un método para combatir (valga la expresión) a la protesta social opositora.