La idea de un paro de mujeres es tan antigua como la Antigüedad. Tampoco es una paradoja menor el que una hipótesis muy sustentable a favor de la desnaturalización de la división sexual del trabajo propia del patriarcado provenga del campo de los estudios bíblicos.

En su libro Modelo de mujer (Laborde editor, 2017), la autora Rosi Mendicino (Rosario, 1953) reseña brevemente, entre muchos otros "modelos" históricos y literarios, una comedia de Aristófanes: Lisístrata. Contemporánea de la Guerra del Peloponeso en el siglo V antes de Cristo, "Lisístrata (nombre que significa la Pacífica) busca la paz" y "plantea una huelga sexual indefinida" como medida de fuerza para presionar a sus maridos a que hagan las paces. Hay asambleas de mujeres, como ahora, pero lejos de proponer un "protofeminismo" lo que hace el dramaturgo es recurrir al ridículo para criticar al poder. 

Otro hallazgo de Mendicino es un libro de Carol Lyons Meyers, Discovering Eve: Ancient Israelite Women in Context (Oxford University Press, 1988). Para estudiar a las mujeres de la Biblia desde un punto de vista centrado en las mujeres, Meyers no recurre a la crítica literaria sino a la crítica histórica. De este modo, sitúa a las profetisas en su contexto, que fue "el cambio de la Edad de Bronce tardío a la Edad de Hierro", como apunta Mendicino en su ensayo.

En aquella época, en la región de Canaán, la población estaba decreciendo debido a algún tipo de catástrofe; "no sabemos si por plagas, enfermedades, guerras, etc.", enumera la escritora rosarina. Esto hace "que la sociedad tome la iniciativa de salvar a las mujeres de esfuerzos, de situaciones de riesgo, y las concentre en el trabajo de la casa y de la familia, en un ambiente que teóricamente era menos agresivo que los campos de batalla, que ellas también acostumbraban frecuentar", resume. Continúa explicando Mendicino en su reseña de Meyers que "si ellas morían antes de procrear hijos, la extinción del ser humano en la región sería solamente una cuestión de tiempo".

Modelo de mujer es uno de esos raros libros donde el autor, la autora en este caso, tiene poder sobre decisiones editoriales sobre el formato material de la obra. Fue ella quien decidió un tamaño de libro que pudiera llevarse fácilmente en la cartera o en el bolsillo. Por sus pequeñas dimensiones, esta obra de 130 páginas evoca los misales de antaño, pero al mismo tiempo facilita la posibilidad de esconderlo, haciendo de su lectura un acto íntimo y privado. En las medidas del libro están previstas su circulación secreta y su eficacia política; en su estilo, la posibilidad de llegada a un público amplio. La tapa también fue decidida por la autora, quien explica al comienzo del libro que la ilustración retrata a Aspasia de Mileto junto a Pericles.

Hay que agregar que el autor de la pintura es el artista español José Garnelo y Alda. Es una obra tardía del género neoclásico de la pintura histórica, cuyo objetivo era hacer visibles al gran público escenas de la Antigüedad que sólo podían imaginarse como fantasías a partir de algunos pocos datos provistos por la historia y el mito.

A través de textos ágiles y breves, Rosi Mendicino despliega una galería de retratos más o menos novelados, más o menos precisos, de diversas mujeres de la historia y figuras femeninas de la mitología.

Las invitadas de honor a este libro son, por orden de aparición: Aspasia, Lilith, las profetisas hebreas, la reina faraona Hatshetpsut, Lady Godiva, Cristina de Pisan, George Sand, Olimpia de Gouges, Rosa Luxemburgo, Matha Hari, Juana Azurduy, las amazonas, Irene Sendler, "las trece rosas" (trece militantes republicanas fusiladas por Franco), las hermanas Mirabal, y en la ficción teatral: Lisístrata (del dramaturgo Aristófanes) y Nora (de Casa de muñecas, de Ibsen).

Y al final, una esquimal de ficción de un cuento propio que se permite incluir. Kiska es una mujer convertida en objeto, que piensa y vive como sujeto. En el medio, ciertas reflexiones puntuadas por citas espeluznantes de bárbaros tiempos donde la violencia de género era parte del texto de la ley. Aunque su discurso no se enrole en el feminismo ni se nutra de esa tradición de pensamiento crítico (es llamativa, en su galería de mujeres heroicas, la ausencia de Mary Wollstonecraft), ofrece argumentos a favor de la equidad de género.

El suyo es un libro atípico, anómalo, fuera de colección, más un capricho autoral que alguna obra de tesis que pueda sumar un ladrillo más a algún sólido edificio de pensamiento colectivamente construido. Sin embargo, resulta recomendable justamente por esto mismo. El que se lo pueda llevar en el bolsillo es congruente con el accesible estilo en el que se dirige a una lectora y a un lector no académicos ni versados en la literatura universal. Por sus páginas desfilan breves semblanzas que aportan material a nuevas identificaciones posibles: "modelos de mujer" que se destacaron por su autoridad, valentía, poder o inteligencia. Entre ellas cabe señalar a Cristina de Pisan, "la primera mujer de la historia que vivió de su pluma" (es decir, de su escritura como autora profesional) "hasta su muerte en 1430". Quizás abunden demasiado las mártires y falten autoras de teoría feminista.

Mendicino comenta, sin embargo (en un pasaje que ha de resultar tranquilizador y liberador a los lectores varones), La dominación masculina, de Pierre Bourdieu: "El privilegio masculino no deja de ser una trampa y encuentra su contrapartida en la tensión y la contención permanentes, a veces llevadas al absurdo, que impone en cada hombre el deber de afirmar en cualquier circunstancia su virilidad".

Rosi Mendicino coordina talleres de escritura y es tutora de trabajos científicos. Cuentos suyos integran diversas antologías.