En los festivales internaciones clase A, como los de Berlín, Cannes, Venecia y San Sebastián, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) brinda apoyo económico a las productoras de las películas argentinas seleccionadas para participar. Sin embargo, la de Teatro de guerra estuvo a punto de no contar con ese aporte del Incaa. Es que la resolución E 1640/2017 de apoyo a la participación de películas en festivales internacionales, dice en su artículo 5: “Los aportes serán otorgados a películas nacionales de ficción, a excepción de los festivales de cortometrajes y documentales...”. Esto deja a todas las películas documentales afuera del apoyo en las muestras más representativas, quedando relegada la ayuda sólo para los festivales de documentales. A raíz del revuelo causado y, a pedido de la productora del film, se hizo una excepción para que Teatro de guerra recibiera el apoyo del Instituto. En principio, caratular a Teatro de guerra como “un documental” es tener una mirada sesgada sobre el largometraje de Lola Arias que, además, cuenta con representaciones más cercanas a la ficción. Por otro lado, la resolución resulta discriminatoria porque pareciera reflejar ese viejo prejuicio de que “un documental no es una película”, algo que año a año los directores de documentales y el público que los va a ver dejan en claro que ese prejuicio no tiene vigencia. Más prejuicioso aún es que desde un organismo oficial, el regulador de la cinematografía argentina, se elabore una normativa que discrimine una ayuda financiera a un largometraje de acuerdo al género.