Valentín Díaz Gilligan es algo más que un ex funcionario macrista que se vio empujado a renunciar a un cargo en el gobierno por no haber declarado una cuenta offshore en Andorra. Sus vínculos con el fútbol exceden lo que hasta ahora se conocía de él: su cargo de vocal en la comisión directiva de River y la relación comercial y de amistad que reconoció tener con el empresario uruguayo Francisco Paco Casal. Dijo que el representante y socio de Enzo Francescoli le había confiado la guarda de 1,2 millones de dólares en un banco privado de aquel paraíso fiscal. Pero el ex subsecretario de la presidencia también apareció vinculado en dos sociedades con el actual presidente de Banfield, Eduardo Spinosa. Son Terra Sport y DS Media SA. La primera dedicada al turismo y la segunda a la organización de eventos deportivos. PáginaI12 no pudo confirmar si ambos siguen relacionados. El dirigente del club no respondió a los llamados y mensajes de este diario.

Si un ex subsecretario de Estado aparece involucrado en una denuncia por presunto lavado de activos, el delito que se le imputa tiene consecuencias políticas, como ya pasó. Pero si ese ex funcionario mantiene vínculos probados con el mundo del fútbol, robustece cualquier sospecha e incursiona en otro terreno. Díaz Gilligan integra la conducción de River como vocal titular, donde ya recibió un pedido de remoción de seis integrantes de la comisión fiscalizadora del club, cuatro titulares y dos suplentes: Horacio Roncagliolo, Guillermo Maffeo, Daniel Belvedere, Daniel Lisera, Nicolás Fantasía Macchi y Alejandro Massip. El primero fue más allá en los detalles: “Le pedimos al presidente D’Onofrio la urgente destitución porque el propio Díaz Gilligan admitió tener una cuenta con Paco Casal, socio y apoderado de Enzo Francescoli, lo cual es incompatible con su función”. La nota ingresó a River el 20 de febrero.  

Roncagliolo incluso sugirió que podría haber pasado dinero de River por la cuenta de Andorra. Es opositor al oficialismo y no es la primera vez que realiza denuncias de este tipo. Las hacía cuando gobernaban Alfredo Davicce, José María Aguilar y Daniel Passarella. Su pedido de remoción para Díaz Gilligan hace tambalear el delicado equilibrio político interno del club. Ahí convivió D’Onofrio durante su primer mandato –y aún lo sigue haciendo– con varios funcionarios o militantes de la alianza Cambiemos. Una costumbre que se da con frecuencia en una asociación civil deportiva, no así en un gobierno.

Esa relación que mantiene con River el ex subsecretario de Estado no puede desvincularse de otra. Fernando De Andreis –su jefe político y actual secretario de la presidencia de la Nación– también fue dirigente del club. Díaz Gilligan ingresó al oficialismo por la agrupación del banquero y vicepresidente 1º de D’Onofrio, Jorge Brito. El empresario más cercano a Macri de la comisión directiva que inauguró en enero pasado junto al presidente un parque eólico en Rawson. Conduce Genneia, la compañía donde el verdadero poder es Darío Lizzano, un argentino que emergió del anonimato en nuestro país como representante de capitalistas con base en Wall Street. El mismo que le compró al grupo Socma otros molinos de viento. Macri, Lizzano y Brito tienen intereses en común. El fútbol contribuye a que se tornen más visibles.

River es una marquesina donde todo trasciende, aunque no sucede con la misma fuerza en Banfield. La historia de la relación comercial entre Díaz Gilligan y el presidente Spinosa no salió de las fronteras del club. Es un dato que pocos conocen. Los dos figuran al frente de un emprendimiento común que apareció publicado en el Boletín Oficial del 5 de enero de 2007. Se llama o se llamaba Terra Sport y lo compartían con Santiago Pereiro, cuya dirección es la misma que la del ex funcionario macrista: Pagano 2631, PB, C, Capital Federal. Su objeto es/era “la organización de eventos deportivos, actividades de turismo deportivo, invitando turistas extranjeros a participar de los eventos deportivos locales o llevando residentes argentinos al exterior”.

No se trata de la única sociedad de Díaz Gilligan y Spinosa. DS Media SA aparece creada el 10 de enero de 2011 por el contador y presidente de Banfield y el licenciado en administración y vocal de River. En este caso, su rubro es la “explotación comercial y administración de señales y eventos deportivos y espectáculos artísticos, la administración y explotación comercial de derechos de transmisión televisiva de tales eventos o de toda otra clase de espectáculos a emitirse por radiodifusión, televisión, por cable, codificada o no, por radiotelefonía, u otro medio audiovisual, gráfico, informático, de emisión, existente o que se cree en el futuro…”. para ser breves y no abrumar con los detalles. Spinosa figura como presidente y su socio como director suplente. Ya no aparece Pereiro.

DS Media SA declara domicilio en Viamonte 1453, a menos de una cuadra de la AFA. Es la dirección que un sitio partidario del club, Soy de Banfield, señala como la misma donde funcionó el fideicomiso Banfileños que Spinosa armó cuando llegó a la presidencia. Su objetivo había sido conseguir fondos para paliar la delicada situación económica en que había sumido a la institución el ex presidente Carlos Portell. Un dato curioso sobre los dos dirigentes deviene de la causa judicial del Fútbol para Todos. Mientras que a Spinosa la Cámara Federal le dictó la falta de mérito como ex tesorero de la AFA, a Portell –que también ocupó el mismo cargo– le confirmó el procesamiento de primera instancia en marzo del año pasado. El actual presidente que zafó del juicio es recordado en el club por haberlo endeudado con la AFA en un 322 por ciento. El dato lo publicó Soy de Banfield. 

Díaz Gilligan es o ha sido socio comercial de Spinosa. También figuró en el padrón de Banfield con el número de carnet 58.348. Se declaró amigo de Paco Casal para prestarle su cuenta bancaria. Ingresó a la comisión directiva de River como hombre de confianza del funcionario De Andreis. No era un recién llegado al fútbol cuando el diario El País de España descubrió su cuenta en Andorra. Tampoco es difícil advertir que el ambiente de la pelota es un territorio fértil para concretar operaciones político-financieras. Huellas como estas suelen quedar expuestas en un club. Pero en dos clubes el doble.     

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