Al cierre de esta edición, la 90ª ceremonia de la entrega de los premios Oscar apenas si había arañado la punta de iceberg y faltaban entregar la mayoría de las estatuillas. El esperado leitmotiv de la noche, referido a las campañas #MeToo y Time’s Up estuvo apenas presente en algunos (muy pocos) vestidos negros en la alfombra roja y en un par de chistes del anfitrión de la velada, Jimmy Kimmel, pero no parecía tener la importancia que tuvo en la noche de los Golden Globes. “Los hombres se están portando tan mal últimamente que ahora las mujeres se enamoran de los pescados”, disparó Kimmel en referencia al romance central de La forma del agua, una de las favoritas de la noche. Por otra parte, Kimmel –después de mencionar con nombre y apellido al productor Harvey Weinstein, expulsado de la Academia por los repetidos casos de acoso sexual en los que se vio involucrado– se acercó a una de las estatuillas gigantes del Oscar que custodiaban el escenario del Dolby Theatre de Los Angeles y llenó al tótem de elogios: “Tenemos varias razones para apreciarlo: tiene las manos a la vista, nunca jamás dice una mala palabra y, lo más importante, no tiene pene”.

El papelón del año pasado, cuando en el momento culminante Warren Beatty y Faye Dunaway anunciaron al ganador equivocado en el rubro a la mejor película, también mereció algunos párrafos de los guionistas en el monólogo de apertura del show, que no fue particularmente brillante. “Por favor, les voy a pedir a todos los nominados que si escuchan mencionar su nombre desde el escenario por las dudas no salten de sus asientos y tengan un poco de paciencia”, chicaneó Kimmel. Y en referencia a la agencia Price Waterhouse, responsable del error histórico: “Nos aseguran que ahora se van a concentrar en entregar los sobres correctos... Me pregunto en qué estarían pensando los años anteriores”, dejó picando.

Un problema de todos los años, que demora el show y le hace perder agilidad, es el de la duración de los discursos. Esta vez Kimmel dijo que la Academia había encontrado una solución. Se corrió el telón y apareció una flamante moto de agua, a la que acariciaba de manera sensual nada menos que... Helen Mirren. Y como en uno de esos avisos de la peor calaña, apareció en pantalla el precio del jetski: U$S17.999. “Este vehículo es para el ganador o ganadora que haga el discurso más breve, por eso les pido que reflexionen: ¿para qué van a perder tiempo agradeciéndole a la mamá?”, bromeó Kimmel, que se ocupó de aclarar que el premio, por supuesto, no incluía a Helen Mirren.

El gag, sin embargo, no surtió efecto. El primero de los galardones de la noche, apenas 20 minutos después de iniciado el show, fue el Oscar al mejor actor de reparto, que ganó Sam Rockwell por su esforzada composición de un policía sureño en Tres anuncios por un crimen. Y no se privó de agradecer a su mamá, a todos los demás nominados en su rubro, a sus compañeros de elenco, al estudio que le dio la oportunidad... y así hubiera seguido si los productores no le tapaban la boca con la música que le tiraron encima.

Según todas las encuestas, Rockwell era el favorito en este rubro, aunque hasta último momento se hizo sentir el suspenso, porque allí estaba Christopher Plummer, con sus 88 años, por su excelente composición del millonario J.P.Getty en Todo el dinero del mundo. Al final, su presencia solamente sirvió para un chiste de Kimmel: “En el improbable caso de un empate en la competencia por el discurso más breve, la moto de agua será para Mr.Plummer”.

El Oscar a la mejor actriz de reparto fue para Allison Janney, por Yo soy Tonya (que se estrena este jueves en Argentina), pero en el primer tramo de la ceremonia un momento de alto impacto fue el triunfo de la película chilena Una mujer fantástica, de Sebastián Lelio, protagonizada por Daniela Vega, la primera actriz transgénero en subir al escenario de una ceremonia de la Academia de Hollywood.