El 10 de septiembre de 1979, a las 16.30, aterrizábamos en el Aeroparque Jorge Newbery. El vuelo debía llegar a Ezeiza, pero la dictadura cambió de planes.
El odio está. Siempre está. Está en el aire, en los huesos, en la carne. Ese odio pardo, salvaje, que anida en la deshumanización del otro.
Este fue un beso robado, embestido, forzado, sin consentimiento.
Uno conoce bien esos momentos íntimos, altamente inflamables, de fogosidad encendida y apasionada, también llamados comidas de domingos.
Con esta victoria España funda su patria y su bandera en la cima del fútbol mundial femenino. El fútbol tiene una verdad de la que carece el arte: no hay falsos prestigios.
Hace unos meses le preguntaron a Elon Musk como resolver el paradigma del impuesto a las grandes fortunas.
No es difícil discernir cuando el fútbol te habla desde el cerebro, el hígado o los genitales.
"Ellas también somos nosotros"
El soldado Filípedes corrió 38 kilómetros sin parar desde Marathon hasta Atenas para comunicar a sus conciudadanos que el ejército persa habían sido derrotado. Al llegar, cayó desvanecido.
Las desigualdades no se disuelven con el mito de la inclusión individual en sistemas excluyentes, sino con la transformación radical de los sistemas de dominación.