“Wall Street predijo nueve de las últimas cuatro recesiones”, ironizaba Paul Samuelson, premio Nobel de Economía. Usted acaba de entrar en el oscuro mundo del capitalismo financiero global.
El hambre dibuja fronteras invisibles.
Hay que escuchar ese silencio viscoso, rotundo, ese borrado a conciencia de las partes incómodas del pasado. Esas voces que se apagaron para siempre en una orfandad infinita, como fantasmas mudo
Este Mundial ha podido con todo. Se lo merece. Padece de “horror vacui”: donde percibe una ausencia, coloca una prótesis. Rellena los huecos con realidades imaginadas.
Claude Eatherly tenía 26 años cuando el 6 de agosto de 1945 le tocó hacer el vuelo de reconocimiento sobre Hiroshima para escoger el blanco de la bomba atómica.
Desde siempre la derecha ha tenido a favor a la banca, las empresas, los jueces, los militares, los escribanos, los registradores, los fiscales, los medios, la policía, las cárceles.
El cuerpo posee una capacidad curiosísima, la propiocepción, gracias a la cual sabemos donde tenemos el brazo derecho incluso con los ojos cerrados. En una habitación oscura no te ves, no ves tu
El gran negocio del momento es el odio, el otro es el miedo.
El capitalismo de consumo no es más que un capitalismo de seducción.
El atentado fluye, cala, perfora, se filtra, rezuma. Quedamos ateridos, cegados, con el cuerpo ulcerado, con el estupor brotando como esas flores indomables que se abren paso en el asfalto.