Hace mucho que insisto, en el espacio pequeño que ocupa mi voz pública, en que hay que hablar. Hablen, no se callen, hablen, lo digo en el mismo idioma pero de muchas formas diferentes.
Ya el año pasado, Milei había dicho que antes de morirse de hambre, a la gente se le iba ocurrir algo.
Unos días antes de que los tres grandes diarios norteamericanos publicaran, esta semana, que la fiscal general Bondi le confirmó a Trump la inclusión de su nombre en los “archivos Epstein”, circuló
Desde hace un tiempo me acecha una idea que, a veces, es una imagen vertiginosamente editada: un día, todas las personas de todas las ciudades del mundo abren sus canillas y no sale nada.
Me pasan cosas con los carteles de agradecimiento que le dejan a Cristina en las paredes de su casa. Esos carteles cobijan la memoria de un país.
Siempre hay que elegir la rabia a la melancolía. El aparato de poder mafioso que nos oprime nos inculca depresión, desde Martínez de Hoz.
Cristina es una criatura humana extraordinaria, una hembra política como no se ha visto otra salvo Evita. Y como dice ella, no porque no tenga defectos.
Simplemente toman lo que quieren. Se sirven. Todo lo que existe sobre la faz de la tierra debe estar disponible para ellos. Lo tangible y lo intangible. Los cuerpos y las mentes.
No sé cómo se llama mi fe.
Esta gente extraña que hace que gobierna la Argentina mientras se la regala a Trump, ya inició la segunda campaña del desierto habitado.