PLáSTICA › MUSEO CARAFFA, DE CORDOBA: FOTOGRAFIA ALEMANA

Imágenes sociedad anónima

Bernd e Hilla Becher, cuya obra modificó la fotografía actual, registran el final de la era industrial. Arte y documento.

 Por Fabián Lebenglik

Desde Córdoba

El museo Caraffa, en Plaza España, acaba de inaugurar –organizada por el Instituto Goethe– la muestra de fotografías Distancia y Proximidad, en la que se exhibe una serie de obras del célebre matrimonio de fotógrafos Bernd (Siegen, 1931) e Hilla Becher (Potsdam, 1934) y de varios de sus primeros discípulos, formados desde mediados de la década del ‘70 en la Academia de Düsseldorf.
La obra que los Becher realizan desde la década del sesenta resulta clave en la historia de la fotografía de los últimos treinta y cinco años.
Sus tomas de depósitos, contenedores, silos, construcciones industriales, torres refrigerantes y demás “monumentos” de la era de la industria pesada conforman tanto un registro riguroso de arquitectura “anónima” industrial y a la vez una exhaustiva documentación para la futura arqueología del trabajo.
A partir de la imagen de estas moles –generalmente pensadas por ingenieros en relación con la función de aquello que construyen y fuera de toda idea de autor–, Bernd e Hilla Becher también trazan la historia de la economía alemana del período postindustrial.
De hecho, la pareja de fotógrafos está dando cuenta de un período histórico y económico que se extingue velozmente: gran parte de las construcciones, depósitos y maquinarias que han venido registrando han sido destruidos, y buena parte de los que quedan están en desuso.
“No tenemos la intención –dicen los fotógrafos– de convertir estos viejos edificios industriales en reliquias, sólo queremos crear una cadena relativamente completa con las diferentes formas.” Esta asepsia en la actitud se emparenta con el contexto que le dio visibilidad y notoriedad a los Becher: el minimalismo funcionó como una tendencia que sirvió, provisoriamente, como intérprete para poner en valor el trabajo de ambos fotógrafos. Aquella tendencia, entre otros principios constructivos que la definen, propone la serialidad como elemento básico de su lenguaje y, a su vez, la escasa diferenciación de las series, de modo que el par “repetición-diferencia” resulta constitutivo del minimalismo. La serialidad propone la lógica del traslado de una obra a otra: allí, en esa secuencialidad, hay que buscar el sentido. Por un lado hay una repetición de pautas y patrones visuales, algo así como un proceso paradójico de indiferenciación e individualización simultáneo.
La aparente falta de contenido –producto de la serialidad, la repetición y la autorreferencia– es otro de los efectos comunes. Finalmente, otro vínculo con el minimalismo es la reducción a la mínima expresión de cualquier artificio de la tradición artística: “Menos es más”, decían los minimalistas.
Sin embargo, la producción de Bernd e Hilla Becher no sólo constituye una posible fuente documental –dada la precisión de las tomas, los puntos de vista, las completas referencias y datos de cada imagen– sino que muestran y permiten analizar la economía y el trabajo –y por lo tanto allí también hay elementos para conocer a la sociedad– durante un período clave de la historia. Desde tal perspectiva, no habría pura autorreferencia en estas fotografías sino una larga serie reveladora de una época.
También el conceptualismo resultó una plataforma adecuada de interpretación y una buena puerta de entrada a esta fotografía que en principio podría parecer anodina, o tan anónima como los objetos fotografiados.
El minimalismo y el conceptualismo, las más influyentes ideologías estéticas de las artes plásticas de los últimos treinta y cinco años, terminaron siendo, para bien o para mal, puerta de acceso no sólo paragran cantidad de obras y artistas, sino también para el llamado “arte internacional”. Desde estas plataformas de interpretación, la obra de los Becher entró cómodamente en la historia del arte, a pesar de su forma militante de dedicarse a registrar el anonimato de estilo en esos grandes objetos funcionales e industriales.
Uno de los puntos de partida del estilo Becher fue tomar los criterios que rigen los catálogos industriales. De esos repertorios se toman algunos elementos compositivos, como la vista integral de la construcción fotografiada, el punto de vista elevado, la iluminación pareja, la profundidad de campo, la ausencia humana.
La pura funcionalidad de estas construcciones, tanto como su carácter anónimo, fueron también fuente de inspiración para Le Corbusier y Walter Gropius, que en muchos casos transformaron su fuente no arquitectónica en puras formas arquitectónicas. La clásica y doméstica rivalidad entre arquitectos e ingenieros queda superada como discusión cuando se aborda este tipo de construcciones a partir de la concepción del funcionalismo, y de la contribución de ambos esquemas interpretativos aportados por el minimalismo y el conceptualismo.
“Estos objetos –explican los Becher– tienen en común que fueron construidos sin tomar en cuenta las proporciones y sin una retícula ornamental. Su estética consiste en que fueron creados sin intención estética alguna. El atractivo que el tema tiene para nosotros se encuentra en que construcciones que en principio tienen la misma función aparecen en una gran variedad de formas. Con ayuda de la fotografía tratamos de ordenar y hacer comparables estas formas.” Se trata de una descripción que al mismo tiempo resulta tan descarnada como específicamente artística.
La muestra se complementa con los trabajos de Andreas Gursky (1955), Axel Hütte (1951), Candida Höfer (1944), Simone Nieweg (1962), Thomas Ruff (1958), Jörg Sasse (1962), Thomas Struth (1954) y Petra Wunderlich (1954).
La selección de discípulos no es epigonal –algunos ya son fotógrafos consagrados–, pero hay una raíz básica en la formación y en ciertos aspectos compositivos y conceptuales. En principio, fieles a sus maestros, proponen en sus fotografías (que en ningún caso suponen manipulación digital) un mirada social, del entorno: casas, calles, construcciones urbanas, comportamientos, retratos... vida cotidiana. Nada heroico hay en las imágenes que conservan el carácter anónimo de sus objetos (o sujetos) de interés.
Contra la corriente subjetivista en fotografía, que busca “capturar alma” de sus objetos o individuos fotografiados, la escuela de los Becher propone una pura objetualidad de la cual se deduce esa suerte de construcción social a partir de lo cotidiano, para constituir una tipología, una serialidad, un registro del estado del mundo, su mundo.
Las fotos seleccionadas de Bernd e Hilla Becher abarcan el período 19671992, mientras que las de los discípulos van desde fines de los años setenta hasta principios de los noventa.
La exposición, que en agosto será presentada en Buenos Aires, fue pensada por Wulf Herzogenrath y forma parte del programa del Instituto de Relaciones Exteriores con el Extranjero de Alemania (ifa), e integra la serie de exposiciones sobre historia de la fotografía alemana. (En el Museo Cara- ffa, Hipólito Yrigoyen 651 –Plaza España– Córdoba, hasta el 1º de agosto.)

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Bernd e Hilla Becher Torre refrigerante 1992.
Fotografía en blanco y negro, 60 x 47 cm.
 
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