Señor jefe del GCBA, ¿para cuándo estará “linda Buenos Aires”? Siento como Borges que “no nos une el amor sino el espanto”. Los inconvenientes se suceden indefinidamente. Las lluvias inundan. El pavimento se “diluye” y las reparaciones se hacen cuando hay más tránsito vehicular. Quizá quiera acercarnos a Dios: porque debemos rezar para que funcionen los semáforos. Si lo hicieran coordinados sería prodigioso. Los únicos cortes seguros son los de luz y agua. Debería alegrarme porque mi barrio (Villa Urquiza) no es discriminado en los impuestos, “todos somos iguales ante la ley”. Se hacen arbitrariamente algunas rampas en cemento que se disuelve con el agua. Con el mismo material se reparan las veredas rotas. La culpa se reparte entre gas, luz y agua. Ocurre un incendio y... después de varias horas de lucha, se señalan las consecuencias anunciadas, pero no prevenidas. Riesgos de derrumbe; lugar no habilitado; depósito clandestino; edificio lindero en peligro; afecciones respiratorias. No se tomaron medidas con la voladura de la Embajada de Israel, tampoco con la AMIA, la muerte de 194 jóvenes en Cromañón no cambió la seguridad en los boliches. Se elaborarían informes técnicos... Se citaría a los organismos de control, al perito, al director de emergencias. ¿Por qué no se hizo antes? ¿Cómo se autorizó? ¿Quién fue? ¿Y la idoneidad? ¿Capacidad? ¿Pericia? ¿No se echaba a los “ñoquis”? ¿O se los reemplazaba por otros?

Discépolo decía “la tierra está maldita. Y el amor con gripe, en cama”. Y preguntaba “¿qué ‘sapa’, Señor? Que todo es demencial!?”. El vecino porteño está a la deriva, y no recibe más embates porque el milagro existe cada vez que no ocurre una desgracia. A los porteños no nos ocurre nada más, porque Dios es grande, si dependiéramos de las autoridades, hace rato no contaríamos el cuento. No sirven las multas, sólo la decencia que causa bienestar y de la que todos somos responsables.

Adriana C. Lenardon

DNI: 13.131.618