CONTRATAPA

Trofeos

Por Eduardo Galeano

1. A pesar de los terroristas que nacen, con cierta frecuencia, en sus sagradas arenas, Arabia Saudí es el principal bastión de Occidente en Medio Oriente.
Una monarquía democrática: cada día vende a los Estados Unidos un millón y medio de barriles de petróleo, a precio bajo, y cada día le compra armas, a precio alto, por diez millones de dólares.
Una monarquía que ama la libertad: prohíbe los partidos políticos y los sindicatos, decapita o mutila a sus prisioneros al estilo talibán y no permite que las mujeres manejen automóviles, ni que viajen sin permiso del marido o del papá.
Desde mayo de 2000, Arabia Saudí es miembro de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

2. Este reconocimiento internacional a los méritos de Arabia Saudí, que tanto hace por los derechos humanos de sus cinco mil príncipes, me anima a proponer otras recompensas.
Bien se podría, por ejemplo, otorgar la Copa Mundial de la Democracia Representativa a la empresa petrolera Unocal, de los Estados Unidos. Antes de conseguir empleo como presidente de Afganistán, el elegante Hamid Karzai trabajaba para la empresa, y otro tanto hacía Zalmay Khalilzad, que ahora es delegado del gobierno de Washington en Kabul. La lluvia de misiles que barrió a la tiranía de los talibanes ha despejado el camino a la democracia representativa de los representantes de Unocal, que ya están empezando a concretar su viejo proyecto: el gasoducto que permitirá la salida hacia Occidente del gas del mar Caspio, a través del territorio afgano.

3. Numerosos candidatos tendría, un suponer, el galardón latinoamericano a las Manos Limpias.
Un final cabeza a cabeza: muchos son los gobernantes que han cobrado caro los servicios prestados a sus países, en estos últimos años de la gran rifa de las privatizaciones.
A Raúl Salinas, hermano del que fue presidente de México, lo llamaban “señor Quince por Ciento”. Carlos Menem creó una Secretaría de Asuntos Especiales, para hacer efectivas sus comisiones. El hijo del presidente ecuatoriano Abdalá Bucaram hizo una fiesta para celebrar su primer millón. Con lo que se encontró en una de las cuentas de Vladimiro Montesinos, brazo derecho del presidente peruano Fujimori, se podía haber construido quinientas escuelas.
Mientras fue alcalde de Managua y presidente de Nicaragua, Arnoldo Alemán, que vale su peso en oro, aumentó su fortuna de 26 mil dólares a 250 millones, según denunció su embajador ante la Unión Europea, que bien le conoce los negocios. ¿Sería para llegar a esto que Ronald Reagan desangró en larga guerra a uno de los países más pobres del mundo?

4. También me atrevo a sugerir que se distinga a la empresa DaimlerChrysler con el trofeo a la Responsabilidad Social.
El año pasado, en el Foro de Davos, que es algo así como el Foro de Porto Alegre al revés, un directivo de DaimlerChrysler pronunció el discurso más aplaudido. Jürgen Shrempp emocionó a la concurrencia exhortando a asumir “la responsabilidad social de las empresas en el mundo de hoy”. De hoy, dijo. Al día siguiente, su empresa echó a 26 mil trabajadores.

5. En tren de seguir con las felicitaciones, creo que George W. Bush merece un Premio a la Honestidad Involuntaria. Como se sabe, el presidente de la humanidad tiene algunos problemas con la boca. A pesar de los consejos de su mamá, a veces se olvida de masticar antes de tragar, y se atraganta con algún pretzel marca Enron. Y a menudo se enreda con las palabras que dice, y entonces dice lo que de veras piensa. Sus dificultades de expresión actúan al servicio de la verdad. El 2 de marzo del año pasado, por poner un ejemplo, Bush declaró: “Quiero comunicar este equívoco mensaje al mundo: hay que abrir los mercados”.
Equívoco mensaje, como bien dijo. En los Estados Unidos, mercado cerrado, se han multiplicado por siete los subsidios agrícolas en los últimos cinco años. Y mientras tanto, en los países del sur del mundo, mercados abiertos, millones y millones de campesinos han sido condenados a vivir como el caracol, que puede pasarse un año sin comer.

6. El premio a la Impunidad del Poder tendría que ir a manos de la revista Newsweek.
Un par de meses después de la caída de las torres, la revista ha publicado un artículo de su periodista estrella, Jonathan Alter, que sin pelos en la lengua recomienda la tortura. El periodista hace méritos desarrollando las ideas del presidente Bush, que en sus discursos había advertido: desde ahora, vale todo. Según el artículo, la tortura es el método más adecuado para hacer frente al enemigo en los tiempos que vienen.
El periodista no lo dice, porque eso no se dice, pero la guerra contra Satán y la guerra contra el terrorismo no tienen nada de nuevo como coartadas para ejercer el terror de Estado. Desde los verdugos de la Inquisición hasta los militares que aprendieron a torturar en la Escuela de las Américas, se sabe que la tortura no es muy eficaz para arrancar información, pero es eficacísima para sembrar el miedo.

7. El premio al Dinamismo de la Economía tendría que ser atribuido, me parece, a la industria del miedo.
Ahora que se privatiza todo, también se privatiza el orden. La delincuencia crece y asusta. En el Brasil, por ejemplo, las empresas privadas de seguridad constituyen un ejército cinco veces más numeroso que las fuerzas armadas. Sumando los empleados legales y los ilegales, llegan al millón y medio.
Este es el sector más dinámico de la economía en el país más injusto del mundo. Una implacable cadena productiva: el Brasil produce injusticia que produce violencia que produce miedo que produce trabajo.

8. Habría que colgar la Medalla al Mérito Militar en el pecho del jubilado Norberto Roglich.
Ocurrió en la Argentina, a principios de este año. En plena guerra contra la gente, los bancos habían confiscado los ahorros. Roglich, jubilado, enfermo, desesperado, se lanzó al asalto de una fortaleza financiera. En el puño, apretaba una granada:
–O me dan mi plata o volamos todos.
La granada era de juguete, pero le devolvieron su dinero.
Después, marchó preso. El fiscal pidió de ocho a dieciséis años de cárcel: para él, no para el banco.

9. Para mí, no hay duda. El trofeo de Ciencias Sociales debe ir a manos de Catalina Alvarez-Insúa. Ella ha definido la pobreza mejor que nadie:
–Pobres son los que tienen la puerta cerrada.
Si se aplicara su criterio, habría que corregir los cálculos: los pobres del mundo son muchos más que los que las estadísticas confiesan.
Catalina tiene tres años de edad. La mejor edad para asomarse al mundo, y ver.

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