CONTRATAPA

Comenzar

 Por Rodrigo Fresán

Desde Barcelona

UNO Comenzar a leer un libro en un tren. Cierta lógica: novela y locomotora son máquinas eminentemente decimonónicas. El viaje es corto (AVE entre Barcelona y Madrid y Barcelona), pero Parallel Stories tiene 1133 páginas, demoró cinco años en ser traducido del húngaro al inglés y su autor, Péter Nádas (Budapest, 1942), se pasó dieciocho años de su vida ahí dentro para que, ahora, nosotros, podamos irnos a vivir ahí. Pasaremos, claro, menos tiempo pero –puedo asegurarlo con sólo transitar los primeros capítulos– lo recordaremos por el resto del viaje de nuestra vida.

DOS Y la elección de Parallel Stories como pesado equipaje de mano fue casual (de camino a la estación, llamaron de mi librería amiga para avisar que ya había llegado; yo llevaba otro libro para el tren, más detalles más adelante), pero de ese tipo de casualidades que no lo son tanto. Me explico: el primer libro que compré al llegar a Barcelona –a principios de 1999– fue, en la misma librería, A Book of Memories, de Péter Nádas, celebrado por Susan Sontag como “la más grande novela de nuestros tiempos, y uno de los grandes libros del siglo”. El siglo era el siglo XX y no me decepcionó Nádas (todo lo contrario) y recuerdo que comencé a leerlo en otro tren (más lento, aunque yo era más rápido), de camino a uno de esos congresos de jóvenes escritores latinoamericanos. Ya no uso ninguno de esos adjetivos. Me queda el puro sujeto. La obra y la elección de lo que se escribe, por suerte, acaba haciendo olvidar actas de nacimiento y pasaportes.

TRES Volví a viajar con Nádas dos o tres años después a Budapest (a Buda y a Pest, mejor dicho); y fue el turno de The End of a Family Story. Allí conocí a Imre Kertész (Premio Nobel al poco tiempo) y comí la mejor milanesa de mi vida. Después, tocó La propia muerte, breve pero contundente crónica de un infarto que casi se lo lleva de paseo sin pasaje de vuelta. Y entonces, cerrando mi tercer libro de Nádas, me pregunté cuánto tiempo pasaría hasta que volviera a buscarme el Nádas Express.

CUATRO Aquí llega, tronando. Editado por Farrar, Straus and Giroux. Y es esa mole extranjera a la que los nativos Made in USA se arriesgan de tanto en tanto. Este otoño le toca a Parallel Stories, de Péter Nádas, y al 1Q84 (927 páginas, en Knopf), de Haruki Murakami. El tercero en concordante discordia no es un libro extranjero, sino un libro alien: la tanta veces invocada Exegesis de Philip K. Dick (940 páginas, en Houghton Mifflin Harcourt) editada por Jonathan Lethem. Aquí los tengo, mientras restan las hojas de los árboles y suman las hojas de los libros.

CINCO Nádas en manos y ojos y voy a Madrid a una rectangular mesa redonda sobre el futuro del libro. Y cada vez tengo más la impresión de que –cuando se habla del futuro del libro– en realidad se está hablando del libro del futuro, de artefactos y de gadgets, de modelos y de prestaciones, de todos los trabajitos de ese primer trabajador: los jobcitos de Job. Parallel Stories –de acuerdo– es más difícil de sostener y más pesado que un iPad. Pero, también, tiene portada (tipografía muy mittel-europa). Y se puede prestar (aunque no se quiera prestarlo) y se puede robar (aunque no sea fácil pero, tampoco, imposible) y se puede releer (¿alguien relee en iPad?). Surfeo por Internet, floto en Google, y antes de salir nadando de allí para alcanzar tierra firme y polvo de estantes, encuentro alguna entrevista a Nádas acerca de la salida en inglés de Parallel Stories y en ninguna, por suerte, le preguntan sobre redes sociales y blogs y todas esas nuevas instancias de (in)trascendencia. “Instance of (In)Trascendence” suena a canción de Yes y no, tampoco tengo ni quiero tener iPod.

SEIS El tren AVE de ida hace una breve escala en Zaragoza y un minuto de silencio (pero ni un segundo de parar de leer, como a él le hubiese gustado) a la memoria del recientemente fallecido y enterrado allí Félix Romeo quien, seguro, habría disfrutado mucho de Parallel Stories. Y habrá otro minuto para él en el AVE de la vuelta y toda una vida para recordarlo. Y –casi me olvido– Parallel Stories no es lo único que llevo conmigo. Va también, en mi bolso, el ligero pero contundente Una vida absolutamente maravillosa, de Enrique Vila-Matas (también buen amigo de Félix Romeo), y quien coincidió conmigo en aquel viaje a la patria de Nádas. Los “ensayos selectos” del movedizo Vila-Matas reunidos para De Bolsillo por Andreu Jaume (junto a los igualmente imprescindibles relatos de Chet Baker piensa en su arte y la narrativa temprana pero vilamatescamente atemporal de En un lugar solitario) son, pienso, el perfecto contrapeso y complementario contrapunto a lo de Nádas. Todos a bordo. Subimos a un libro como a un tren –leo a Nádas, releo a Vila-Matas– y nos dejamos llevar confiando en el genio de maquinistas que conocen los rieles de una trama como las líneas de esas manos que trazan líneas en una página.

SIETE Pero, en el hotel de Madrid, ya llevo leídas unas doscientas páginas del todo de Nádas (Europa estará en crisis pero, de tanto en tanto, desde su núcleo tantas veces dividido surge una nueva y poderosa encarnación de esa ya venerable especie que es la Gran Novela Centroeuropea) y en cada una de esas páginas encontré algo digno de mención y atesoramiento. Mínimo ejemplo, ya en el séptimo párrafo de Parallel Stories: “El era como una cuchilla, pero no podía precisar de qué, tal vez de una navaja o de un pensamiento helado”.

Pues eso. Y nada más que agregar –pero tanto más que leer y añadir– a eso.

OCHO Y, como corresponde, la síntesis argumental de Parallel Stories es el más posibilidoso de los imposibles. La gente de FSG ha sudado lo suyo en solapa para ayudar a todos aquellos que pronto escribirán (o googlearán) sobre Parallel Stories sin sentir que haya que leer antes aquello sobre lo que se escribe después. A saber: hay tres personajes principales moviéndose por la Historia y las historias, entre el 1939 inaugurando la Segunda Guerra Mundial y el 1989 de la caída del Muro. Y la Solución Final y el Problema de Siempre. Y Alemania y Hungría (y, de nuevo, la revolución de 1956, que era el telón de fondo y la fachada de A Book of Memories) y Alemania y la Unión Soviética y Suiza y Holanda y el Mediterráneo. Y política y pasiones y conjuras y la férrea voluntad de dejarlo todo por escrito.

Y todo arranca con la formidable descripción de un cadáver bajo la nieve de Berlín.

Y volteo la esquina de la página 201 pensando en que –sí, una vida absolutamente maravillosa– todo esto recién acaba de comenzar.

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