CONTRATAPA

Un poquitito muertitos

Por Daniel Goldman (*)

Nunca más que ahora se necesita de la voz espiritual. Y no solo para decir basta, porque decir basta y no jugarse es igual a no decir nada. Este es un momento para subirse a los hombros de las generaciones anteriores y empezar a mirar más lejos. A partir de ahora nada nos es ajeno en este mundo. Ya pasó el momento de las esperanzas idílicas. Yo me subo a los hombros del gran pensador Abraham Iehoshua Heschel cuando en coyunturas históricas similares gritó: “No es tiempo para la neutralidad”. La voz espiritual, aunque parezca trivial, hoy es más necesaria que nunca, no como lugar de refugio y de aislamiento sino como espacio de testimonio y compromiso.
Eduardo Galeano cuenta que en una oportunidad una niña pequeña anunció mientras peinaba a su muñeca:
–Cuando yo sea grande voy a ser música.
Su abuelo, que estaba leyendo el diario, levantó la vista.
–Qué buena noticia. ¿Y que vas a tocar?
–La flauta.
Entonces el abuelo dijo:
–Para tu primer concierto voy a estar en la primera fila.
La nena lo miró, y empezó a contar con sus deditos hasta que cuando terminó de contar dijo:
–Mirá, me parece que no vas a poder ir, porque para ese momento vas a estar “un poquitito muertito”.
Semanas más, semanas menos, esta guerra va a terminar. Pero todos vamos a estar un poquitito muertitos en nuestras afirmaciones, nuestras confirmaciones, nuestros planteos y nuestras preguntas.
Se rompió el recipiente y todo se desparramó.
Lo que creíamos cierto y seguro ya no lo es. La vida humana, única e irreemplazable, se diluye en la violencia de una guerra absurda.
Si creíamos que íbamos a poder sacar los pilotes de las puertas de los colegios o los templos de la comunidad judía más temprano, sospecho que ahora va a llevar un mucho más. Ahora, para tender puentes de diálogo con el otro más rápido habrá que sortear más escollos que antes. Pero igual habrá que hacerlo, para que la humanidad pueda ser humanidad.
Saddam Hussein es un dictador siniestro, pero la paz no surge de eliminar a nadie sino de la comprensión mutua, la equidad, la concordia, la verdad y la justicia.
Cuidémonos siempre de aquellos que invocan a Dios y hacen la guerra, o de los que se presentan como adalides del bien y consideran que el mal es el otro. Así, uno pasa rápidamente a ser el mal. No seamos ilusos. Los Estados no aman o dejan de amar ni liberan a otros pueblos por amor. Y es tan peligrosa la tiranía del fundamentalismo religioso como la del fanatismo consumista.
Es peligroso el que mata y dice que el judío es el mal de la humanidad, que el judío no tiene alma. Y es igualmente peligroso el judío que afirma que el musulmán no tiene alma. Dudo que tenga alma el que considera que el otro no tiene alma. Esa es la ideología subyacente del nazismo.
En estos días marché con muchos compañeros por la paz. Vi que en algunas marchas por la paz no todos los que gritan paz quieren paz. Algunos grupos hablan de “el poder capitalista judío”, o dicen que “Israel debe ser borrado del mapa”. Uno puede disentir con políticas del gobierno israelí, pero no se puede admitir estas expresiones del antisemitismo más raigal y primitivo.
La Biblia dice que la vida es la búsqueda del bien. O sea, no darle la razón a la conveniencia material, ni someter la honradez para sobrevivir, porque cuando sobrevivís vendiendo la honradez no vivís más, no endiosar a nadie ni permitir que nadie se endiose, denunciar a los ladrones como ladrones, a los asesinos como asesinos, a los dictadores como asesinos y alos que se creen dueños del bien como asesinos. La vida es nunca considerar que el fin justifica los medios, creer que todavía hay valores, preocuparse por que exista todavía el mundo para tus hijos y tus nietos, darse cuenta de que los valores dividen a los hombres entre honrados y sinvergüenzas.
En 1939 el rabino Heschel dio una reflexión profética: “No dejemos que las dictaduras modernas sean una excusa para nuestra conciencia. Hemos fallado en hacer ofrendas en el altar de la paz, entonces ahora tenemos que entregar sacrificios en el altar de la guerra. La conciencia de la humanidad esta siendo destruida por los que corren a culpar a otros en vez de mirarse en el espejo de su propia responsabilidad. Hemos cambiado la santidad por la conveniencia, la lealtad por el éxito, el amor por el poder, la sabiduría por la información, la tradición por la moda.
Los tanques y los aviones no pueden redimir a la humanidad. El ser humano con un arma es como una bestia sin arma. La guerra le da victoria a las armas. El gran desafío de nuestros tiempos es sacar al ser humano del abismo”. Y terminaba así: “No dejemos que la blasfemia de nuestro tiempo se transforme en un escándalo eterno”.

(*) Rabino de la Comunidad Bet El.

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