CONTRATAPA

“1984”

Por Eduardo Pavlovsky

Cuando leí la obra de Orwell en 1956 tuve una sensación claustrofóbica intensísima. El protagonista era vigilado desde que se levantaba hasta la noche por una cámara misteriosa que lo seguía en sus actividades diarias. Orwell en su libro desarrollaba el mayor grado posible de control social ejercido desde el Estado.
La inmovilización total de su libertad. La negación de todo derecho a la expresión. El protagonista era cada vez más ignorante de la “cárcel humana” a que era sometido. Se interiorizaba como obvio el mayor grado de vigilancia y control social sobre una persona. El sujeto y la máquina controladora funcionaban como un nuevo tipo de “individuación”. Un “entre” terrorífico de sumisión se instalaba. Creo recordar una sana sesión de gimnasia diaria antes de sus actividades cotidianas –que era dictada minuciosamente por la cámara misteriosa–. Con el tiempo el “control social” se podía instalar como normal. Como cotidiano. El mundo es así y tenemos que adaptamos.
Con todo, la imaginación prodigiosa de Orwell ha sido superada por el nuevo proyecto del Pentágono, conocido como “Zonas de Combate que se ven” (Los Angeles Times, 2/7/03). En dicho proyecto se plantea “un sistema de vigilancia basado en computadoras y miles de cámaras para rastrear, grabar y analizar por ejemplo el movimiento de cada vehículo y sus pasajeros en una ciudad extranjera”.
Algunos norteamericanos temen que este prodigioso aparato de control sea usado para espiar la vida ciudadana de EE.UU. hasta sus mínimos detalles.
Después del 11 de septiembre Bush ha sofisticado los nuevos sistemas de vigilancia, que le permitirían el acceso a la información de los ciudadanos estadounidenses y del mundo entero. Para tener una idea, fundó un superministerio de Seguridad Interior con 22 agencias y 170.000 empleados.
Las fantasías terroríficas sobre el control social de 1984 han sido superadas como creces por el dictador texano y sus cómplices. Un revolucionario software de computación capaz de identificar automáticamente vehículos por su color, forma y número de patente, y el rostro del conductor y pasajeros.
De todos modos lo terrorífico de este proyecto no es solo su implementación, sino la paulatina aceptación subjetiva de la población mundial a todo proyecto que lleve el “control social” a ese nivel máximo de supervisión ciudadana.
El “crimen” de la invasión a Irak parece poco a poco interiorizarse como obvio. El triunfo en las elecciones del partido de Aznar sería una prueba de esta pasividad mencionada.
Lo que más debe preocupar es que nos volvamos cada vez más tolerantes y obedientes a la prepotencia del Pentágono y sus cómplices.

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