CONTRATAPA

Homo Feliz

 Por Rodrigo Fresán

Desde Barcelona

UNO Todo esto tiene tiempo y lugar en lo que Rodríguez llama la Zona Feliz. Esos días de nadie y de todo que van de Navidad a Reyes Magos y en los que, se supone, todos flotan en un limbo de paz en el mundo y ho-ho-ho y jingle-jingle y twinkle-twinkle. Risas y campanitas y estrellita. Pero nada es tan sencillo: hace semanas que no llueve, una nube de contaminación cubre la ciudad, no baja el calor ni sube el frío, no hay nieve para esquiar en las montañas, Miss Mundo es una española de Cataluña, los políticos pactan y sacan cuentas y negocian el más dulce de los panes de su circo. Y la gente va por las calles como en un trance de desgobernados almuerzos laborales y negociadoras cenas familiares findeañeras en los que, en teoría, se entierra el hacha de guerra de lo que fue para, en la práctica, dedicarse a afilar los cuchillos de lo que vendrá. Y lo que vendrá siempre viene. Y llega. Y es algo que no es el pavo festivo: es el águila guerrera o el buitre carroñero.

Yupi.

DOS Así, Rodríguez se ha enterado –en uno de esos tantos resúmenes findeañeros– que lo que los españoles le preguntan más al buscador oracular Google es: (a) ¿Cómo ser feliz?, (b) ¿Cómo evitar la eyaculación precoz? (para Rodríguez y para la mujer de Rodríguez toda eyaculación es precoz), y (c) ¿Cómo impedir las flatulencias? ¿Serán estos interrogantes extensibles a Europa, Occidente, y el resto del mundo? Seguramente, sí: somos cada vez más parecidos y parejos y previsibles (aunque los estudios no se ponen de acuerdo en cuanto a si Dinamarca o Paraguay o Fiji es el país más feliz del mundo). Preguntas las anteriores cuyas respuestas vienen encontradas por Google, empresa que se dice “la más feliz del mundo”. Los empleados de Google –según lee Rodríguez– viven en un estado de epifanía y nirvana y éxtasis constante dando saltitos por oficinas de colores rebosantes de buenas vibraciones. Y lo cierto es que algún motivo tienen los ocho mil googlers para que el gozo les rebose: gran lugar de trabajo el Google Plex en Silicon Valley, que parece más un club; facilidades para encarar proyectos propios; beneficios para las familias de los fallecidos que siguen recibiendo el 50 por ciento del sueldo del desaparecido a lo largo de diez años; y licencias por maternidad de dieciocho semanas. Pero lo cierto es que, también, Google es el peor sitio del universo para hallar una respuesta. De hecho, Rodríguez teclea “¿Cómo ser feliz?” y se le ofrecen más o menos unos catorce millones de opciones posibles. ¿Hay que leerlas todas? ¿Hay que escoger una de ellas al azar? ¿O repreguntar “Cuál de las catorce millones de posibilidades de felicidad es la que me corresponde?” Y Google aporta otra nueva forma del ser feliz: Google Smart Reply, o la posibilidad de contestarte automáticamente los mensajes menos comprometidos y más sencillos a partir de coordenadas de un algoritmo: “Gracias”, “De nada”, “Te quiero”, “Que seas muy feliz”. Pero, ¿cómo?

TRES Y es que en las fechas de hiper-mega-maxi-felicidad casi por decreto, se habla y se piensa mucho en sus contrapartes: en la tristeza, la soledad. Abundan esos comerciales televisivos en que una familia no visita a un anciano; pero también se recomienda el volver a quedarse a solas y desenchufarse de tanta red social y recuperar las relaciones cercanas y contadas y cuerpo a cuerpo y adiós a la preocupación por la acumulación de likes y al reporte constante y competitivo de la propia vida para el consumo de desconocidos que siempre parecen pasarla mejor que uno, o al menos eso dicen. Tal vez mientan esas sonrisas desencajadas en primer plano con La Gioconda o el Partenón o Halcón Milenario al fondo (Rodríguez lee que en los principios de la fotografía todos se retrataban serios porque cada foto era una ocasión trascendente y no se fotografiaba en vano y, claro, había que mantener la expresión hasta diez minutos sin alterarla). Y se explica que tampoco está nada mal el cultivo limitado pero profundo de cierta melancolía reflexiva dejando de lado la emisión constante de señales de alegría (las estadísticas afirman que a las mujeres les va más el emoticón smiley y a los hombres el “ja ja”) derribando mitos como que el ser más feliz se traduce en vida más larga o que el cáncer se cura riéndose mucho con los Hermanos Marx o con el festivo especial de Raphael que este año estuvo aún más freak que de costumbre y, ah, su dentada sonrisa de adorable villano-villancico. Es preferible reír que llorar y viva la felicidad casi psicótica del nuevo disco de Colplay, sí; pero en los malos trances, los expertos recomiendan ser realista y mentalizarse para la lucha y buena suerte para todos. Y también se ha determinado que con tener relaciones sexuales una vez por semana alcanza y sobra. Agotado por tanto aquí y ahora, Rodríguez se dedica a explorar las últimas teorías en cuanto a qué había en todo ese espacio-tiempo relativo antes del Big Bang (la respuesta parece ser que nunca hubo un antes del Big Bang y, como reprendió San Agustín, qué sentido tiene preguntar en qué empleaba Dios su tiempo antes de inventar el tiempo) y acerca de la manifestación de un partícula desconocida (con una masa seis veces mayor a la del tan mentado bosón de Higgs) en el acelerador de partículas del CERN. Los cautos advierten que puede tratarse de un “error estadístico”. Pero para estadísticas, Rodríguez ya tiene suficiente con los resultados de las últimas elecciones después de tanta encuesta. Nadie ganó, todos pierden, y ni idea de cómo hacer política o bailar esta coreografía con tantos estilos distintos. ¿O todo acabará en coalición de “grandes estadistas responsables” entre PP y PSOE para poder seguir atendiendo sus juegos y neutralizar las novatadas de los novatos feroces? ¿Colisionar o coalisionar? ¿División o dimisión? Una cosa está clara en este panorama de reunión familiar donde nadie puede verse (incluso en sus propios partidos) pero todos se miran de reojo brindando sin brindarse. Felipe “El Preparado” VI va a tener que ser rey mago y trabajar mucho. Pase lo que pase, acabe como acabe, Rodríguez es feliz de verlos tan infelices. Al menos por un rato. Largo. Después, a Rodríguez volverán a darle tantas ganas de convertirse en gas, de eyacularse precozmente, de preguntarle a la voz de Siri en su iPad (que no es la de Scarlett Johanssen en Her, pero mejor que nada es) cómo era y sería eso de ser feliz y festivo.

CUATRO Respuestas: (a) Hacer ejercicio, dormir más, pasar más tiempo con amigos y familia, salir a la calle con frecuencia, ayudar a los demás, sonreír, planear un viaje (“aunque no se pueda hacerlo”), meditar, respirar profundo, mudarse cerca del trabajo, ser agradecido, perdone sus fracasos (“¡celébrelos!”); (b) Respire profundamente, asuma el control del acto sexual, orine antes del mismo, golpee su paladar con la lengua, acepte siempre un segundo round de revancha; (c) Evite la ingesta de legumbres y granos y cereales y lácteos, nada de gaseosas, comer despacio y respirar profundo, mantenerse hidratado, hacer ejercicio, beber infusiones como manzanilla y anís, probar con alguna de esas pastillas que, seguramente, son malas para la felicidad y estimulan a la eyaculación precoz.

En el fondo y al fondo, Rodríguez respira muy profundo.

Felices y profundas respiraciones nuevas.

Salud.

Alud.

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