CONTRATAPA

La bandera de Paz

Por Dalmiro Bustos*

Hace algunas semanas los diarios trajeron una noticia dolorosa. Un hombre de apellido Paz se suicidó arrojándose desde lo alto del Monumento a la Bandera, en Rosario. Terrible decisión y en sí misma una tragedia de las tantas que angustian a diario. A no ser por un motivo. Paz era un ex combatiente de Malvinas. No se puede hacer entonces una lectura puntual del hecho. Cada uno de los hombres que se quita la vida en esta guerra que aún no terminó está diciendo a gritos algo que nos cuesta escuchar.
Paz no eligió cualquier lugar para terminar con su vida. El Monumento a la Bandera, recuerdo de nuestro mancillado honor. Quiero escuchar su grito que me dice que aún hoy, veintidós años después de haber sido arrojados cobardemente a una guerra ingloriosa (¿hay acaso alguna que no lo sea?), deben hacer carpas en Plazo de Mayo para que sean escuchados sus reclamos, o poner un libro para recolectar firmas que rubriquen sus derechos a atención para su salud, pensiones dignas e equivalentes en todo el país, (ya que la guerra fue un hecho nacional y no provincial). Ya el hecho de tener que pedir señala una herida ética. Un país con honor debe honrar sus obligaciones y reconocer sus graves errores. Si no lo hace no aprenderá nunca a ser una comunidad seria. Y si no lo es, será cuna de delincuentes a los que poco les importa el daño perpetrado siempre que se cumplan sus fines. Si no hay una reparación, la herida ética sigue sangrando. Y su sangre habilita a un desaprensivo “vive como quieras”, en un momento histórico en el que se declama el deseo de convertirnos en una comunidad que merezca el respeto interno y externo.
Se puede aducir, como se ha escuchado en varias ocasiones, que no hay dinero para esto. Otra mentira que denuncia complicidad con la falta cometida. Porque los responsables (vocablo que quiere decir “alguien que responda”) tienen bienes y es su expropiación la que debería proveer a los medios para las compensaciones. Agregado a esto hay un hecho que lo agrava. En el censo que trata de determinar el número exacto de ex combatientes, hay varios miles más de los que en realidad estuvieron allí. Quiere decir que hay muchas personas cobrando pensiones sin que les corresponda. Si este dinero se repartiera entre los que realmente pelearon en Malvinas, prácticamente se doblarían las asignaciones que les entregan. Pero como ya es habitual, los “punteros políticos” aprovecharon la oportunidad para congraciarse con sus acólitos. Estos punteros y estos acólitos son fácilmente localizables. Basta con examinar las listas de aquellos que cobran sus pensiones. Y no se trata sólo de una contravención: es un crimen contra la ética del país. Castigable con la confiscación de sus bienes, además de la pena que pueda corresponderles.
La ética de un país es un modelo a seguir por los jóvenes. Mas allá del ejemplo familiar, hay un modelo que imprime normas. Sabemos que desgraciadamente no todos los jóvenes tienen el abrigo de una familia. La miseria a las que se los somete los atraviesa implacablemente. Pero por sobre las circunstancias individuales hay una responsabilidad del Estado de dar pautas de lo que está bien y está mal. Y estas pautas conformarán una subjetividad que impregna a todos.
Ver a los muchachos en calle Florida parte el alma. No deberían pedir nada. Es una obligación social darles el reconocimiento y el resarcimiento que nos devuelvan de a poco el honor. Tan poco se habla de esta palabra que parece haber caído en desuso. Pero no puede caer en desuso su práctica. La bandera que acunó la caída al vacío de Paz puede estar pidiendo el compromiso de todos para reestablecer el orgullo de ser argentinos. Hasta que las Madres dejen de marchar, porque sus reclamos fueron oídos, hasta que los culpables directos e indirectos de la masacre de AMIA no sean castigados, hasta que los nietos de las Abuelas no hayan aparecido, hasta que..., nuestra honra no se reestablecerá, por muchos esfuerzos individuales que hagamos. Sueño con el día en el que podamos ir al Monumento a la Bandera en Rosario para decirle a Paz que escuchamos su mensaje y que hemos puesto nuestra sangre, no para morir sino para vivir mejor, para que resurja la fe en nuestros ideales con la paz de haber pagado nuestras deudas. Que son muchas más que cualquiera de las que reclama el FMI.

* Médico psiquiatra. Psicodramatista.

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