CONTRATAPA

Peligros

 Por J. M. Pasquini Durán

Las revueltas institucionales en América latina se pagan, ante todo, con sangre ciudadana. Volvió a ocurrir en Ecuador, donde el derrocamiento del coronel Lucio Gutiérrez fue precedido por la represión policial que cobró, hasta el momento, cuatro muertos y 181 heridos. Los manifestantes eran familias enteras, incluidos ancianos y niños, que se concentraron en la denominada “Cruz del Papa”, emplazamiento simbólico donde Juan Pablo II manifestó que “en Ecuador nadie podrá dormir tranquilo mientras haya un niño con hambre”. No hay que perder de vista este contexto de injusticia a pesar de que las circunstancias últimas que precipitaron el desbarajuste actual, a partir de diciembre pasado, se presentan centradas con exclusividad en un desmadre político-institucional.
Otra pregunta que está flotando: ¿El presidente ecuatoriano cayó sólo por el descontento popular o también Washington le había bajado el pulgar?
Gutiérrez tiene un legajo de sinuosidades exitosas que terminaron colocándolo en la presidencia de su país, con el apoyo de líderes del movimiento social de indígenas campesinos. A los seis meses de su asunción, volvió a traicionar y se corrió hacia los espacios que hasta ahí había repudiado, los conocidos planes de ajuste que recomienda el FMI, con todo lo que eso significa. Igual que Menem en la primera mitad de los noventa, los resultados de la macroeconomía indican un crecimiento significativo, por lo que comentaristas de Washington se deslenguaban ayer para señalar que la crisis no tenía raíces económico-sociales.
Ninguno aclaró cómo se distribuye esa mayor riqueza, ni los ingresos petroleros, pero un dato sirve de alerta: el movimiento campesino y las clases medias urbanas han sido las fuerzas activas de las protestas antigubernamentales, ahora y antes. ¿Será posible que hayan salido a las calles por su repulsa a las manipulaciones políticas mientras recibían beneficios económicos del mismo gobierno que pedían que se fuera? Es más lógico pensar, sobre caliente, que Gutiérrez desbordó la copa de la paciencia social.
Algunas capas de la sociedad sintieron que el abuso era insoportable cuando Gutiérrez maniobró para que se levantaran las inhibiciones judiciales contra el ex presidente Abdalá Bucaram, separado de su cargo por insania y enjuiciado por corrupción. Para darse una idea de lo que significa, sería lo mismo que Kirchner maniobrara para que una Corte Suprema adicta anulara todos los juicios por enriquecimiento ilícito que afectan a Menem y varios de sus leales. La tolerancia hacia la impunidad ya no es de manga ancha en América latina, aunque la protesta no siempre consiga que los impunes terminen sus días en prisión.
Las razones locales para el descontento deben ser más variadas que las consignadas antes y, con seguridad, arrancan desde hace tiempo, incluso más lejos que Gutiérrez, así como en diciembre de 2001 aquí implosionó una hinchazón que venía de más lejos que la Alianza. ¿Cuáles serían los motivos para que Washington no sostuviera a uno de sus aliados, a pesar de cierta vocinglería “chavista” del ecuatoriano, más retórica que de actos? En la imaginación conservadora de la administración Bush, América latina, el “patio trasero” de Estados Unidos, está sesgándose hacia la izquierda más allá de lo tolerable, porque su daltonismo extremo le hace ver rojo donde hay rosado o gris.
Las especulaciones del espionaje norteamericano no son difíciles de reproducir. Ante los signos de populismo, luz amarilla, pero ante la debilidad del gobierno frente a la fuerza del movimiento social, alarma roja. Ecuador quedó en la zona colorada, después de cuatro meses de concentraciones públicas que no decaían, aumentaban. Un posible beneficio colateral: Ecuador venía votando en la OEA por el candidato chileno, ex ministro de Ricardo Lagos, que no es el de Estados Unidos, pero en cinco intentos los tantos quedaron empatados. ¿No será posible modificar ese equilibrio en medio del incierto panorama institucional ecuatoriano?
Hasta ahora, el vicepresidente electo reemplazó al titular expulsado con tarjeta roja, pero no hay Poder Judicial y el Legislativo camina aempujones de la corriente. Las Fuerzas Armadas no habían conseguido rearmar con rapidez la cúspide de sus mandos y el propio movimiento popular, una vez desfogado, tendrá que encontrar un sentido a sus manifestaciones o se reducirá hasta absorberse en la tierra, como los ríos subterráneos que salen cada tanto pero no permanecen demasiado en la superficie. Todo es precario, todo es incierto en esta historia menor de la gran historia latinoamericana, la madre de las dudas y los peligros.

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