CONTRATAPA

La amistad

 Por Enrique Medina

Con la violencia que emplean para cortar los churrascos ninguno de los dos podría ser cirujano plástico. El de anteojos pide una segunda botella de vino. Por si hiciera falta una justificación, le explican al mozo que tardó tanto el plato principal que en la entrada se bajaron la primera botella. Engullen con la inocencia del caníbal. Conversan en voz alta y con la boca amplia; son dos lavarropas funcionando con la puerta abierta. Además, a contraluz, ambos emiten chispitas de saliva que se volatilizan en el aire como fuegos artificiales aposentándose en otras mesas. Es un pleonasmo, pero hay que decirlo: es un asquete de ésos. El de rulitos blancos es quien más le da a la labia, sin que ello signifique amenguamiento en el yantar.

–Y vos lo sabés, si yo vengo a comer con vos, es por amistad. No podría estar en una mesa con ellos, ¿está claro? Porque era lo que era. Autoritario. Tipo que se equivocó en cosas, pero del que yo no puedo poner en duda su hombría de bien; te digo. Lo mejor es reivindicarlo y que el discurso sea imperial. ¡O van a volver! Yo estoy muy tranquilo. De alguna manera con este otro hijo de puta lo quisieron destruir. Lo que te quiero decir es que yo saludé a la gente y no estuve en las elecciones. Yo me alejé antes de la asamblea. No estuve de acuerdo en dos o tres puntos...

Como el de anteojos le pregunta cuáles, el de rulitos blancos se extiende y resulta que los puntos son como veinte. Despedazan el pan sin tener en cuenta que es el cuerpo de Cristo. Y encima, al margen del protocolo internacional, limpian el plato apretando y deslizando los pedazos de ese cuerpo. El de anteojos sirve vino y hace una pregunta. El de rulitos blancos empina el codo y, con nuevas fuerzas, le da a la matraca:

–Es una pregunta muy incisiva, muy incisiva. Está este muchacho que está en la secretaría, está. Ahora, yo me alejé para no contaminarme, lo sabés. Yo te dije, al primer piso desde que subió él, yo subí una sola vez. Había otro muchacho, este pelado, le hicieron unas camas, lo quisieron estigmatizar. Y me acuerdo de Pedrito, que siempre tuvo una buena relación con los de arriba. El es buena gente. Pero esto te lo aseguro yo, ponele la firma que no va a pasar nada. Nada de nada. Nada. Acordate. ¿Pero sabés qué...? En última instancia va a ser positivo. Acordate. A mí me ayuda la conciencia, me ayuda el resultado. Acordate, la vida te permite reparar todo. La vida es larga y...

–Ja, salvo que caigas en un Cromañón...

–No jodamos. Te hablo en serio. Me refiero a otra cosa, lo sabés, te estoy hablando en serio. Quiero decir que quien la hace, la paga. En el mismo volante tendrá que salir la separación. El pidió que se dé a publicidad. No te quede duda de que hay una persecución política. Hay que terminar esa parte para exigirle a la Justicia, ¿entendés...? Una cosa es la difamación y otra la injusticia. Primero la secuencia penal. Entonces hice declaración de un delito penal. Coima. Es un tipo que no pagaba, ¿entendés...? Todo llega. ¿Quiénes son los que manejan la lista, eh? ¡Ahí es donde hay que mirar!

El de anteojos llama al mozo. Le preguntan por los postres. El mozo enumera los de siempre. El de rulitos blancos le insinúa al amigo:

–Che, ¿una tortillita quemadita al rhum?

El de anteojos ladea la cabeza balanceando la posibilidad. Mientras recoge los platos y hace como que limpia, el mozo dice algo que lo convence. Y continúan la parla vaciando la botella de vino. Vuelve el mozo con el pedido, le prende fueguito, y los amigos se zampan el postre como si festejaran Año Nuevo. Finalmente toman el café bajativo. El de anteojos le pide la cuenta al mozo. Este la trae. Ambos amigos enciman tarjetas. Que la otra vez pagaste vos. No importa. Bueno, está bien, pero la próxima pago yo –dice el de rulitos– y mete la mano en el bolsillo para dejar una buena propina. Miran la hora en relojes grandes y brillantes. Como tienen tiempo, deciden hacer sobremesa tomando otro café. Esta vez con ginebra. Luego del primer sorbo, el de rulitos blancos, por si hiciera falta, desabanica su abecé:

–Y que conste que si yo estoy acá, hablando con vos, es por amistad, eh...

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