EL MUNDO

El día que los hispanos le torcieron el brazo a la ultraderecha en EE.UU.

Por doce votos contra seis, el Comité Judicial del Senado norteamericano aprobó anoche un proyecto de ley en los antípodas de las posiciones antiinmigrantes duras. Esto ocurre en medio de las grandes marchas multirraciales iniciadas el sábado en Los Angeles por medio millón de personas.

 Por José Manuel Calvo *
Desde Washington

Con el eco de los gritos de cientos de miles de personas que se han manifestado en Los Angeles y otras ciudades de Estados Unidos, el Comité Judicial del Senado norteamericano dio ayer un giro a la crisis por las propuestas de reformas a la ley de inmigración aprobando la propuesta más opuesta a las tesis republicanas de línea dura. Por doce votos contra seis, en esta primera instancia de lo que será un largo debate se aprobó ayer el proyecto de ley del republicano John McCain y el demócrata Edward Kennedy, que endurece los controles fronterizos, crea un programa de trabajadores temporarios y legaliza a ciertos trabajadores indocumentados. El proyecto se encuentra en los antípodas del aprobado a fines de 2005 por el Comité Judicial de la Cámara de Representantes, que haría de la inmigración ilegal un delito federal y que causó la ola de gigantescas manifestaciones multirraciales iniciadas el sábado en Los Angeles con una marcha de entre 500.000 y más de un millón de personas. El republicano Arlen Specter, titular del Comité del Senado, admitió que “habrá considerable controversia cuando el proyecto llegue al Senado”, pero que “la opción de hacer que los extranjeros indocumentados vuelvan a sus lugares de origen es una definición muy, muy difícil; no hay duda de que han violado la ley estadounidense (...) pero es irrealista”.

El asunto es explosivo en vísperas de las legislativas: iglesias, empresarios y sindicatos entran en la discusión, y George W. Bush pide que “nadie juegue con los miedos de la gente”. El presidente aprovechó ayer la ceremonia de naturalización de 30 inmigrantes procedentes de 20 países para pedir “un debate civilizado y digno” y defender su propuesta de “trabajadores invitados” y un refuerzo de la vigilancia en las fronteras. “No va a ser fácil”, admitió, al tiempo que detallaba el plan: “Un programa de visados temporales es vital para la seguridad de las fronteras”, porque crearía “una vía legal para aquellos que vienen a trabajar y reduciría radicalmente el número de los que entran clandestinamente”. Bajo el proyecto McCain-Kennedy aprobado ayer, se legalizaría en cambio a los indocumentados que hayan trabajado en el país por seis años si pagan una multa y demuestran que no tienen antecedentes penales. También les abre el camino a la ciudadanía. “No queremos once millones de fugitivos, que es lo que tenemos ahora”, dijo Specter. Los senadores pueden presentar nuevas enmiendas al proyecto de ley durante el debate en el Senado, que duraría unas dos semanas. Pero Bill Frist, líder de la mayoría republicana en el Senado, dijo que la Cámara alta, que en principio tenía planeado comenzar a debatir el proyecto de ley ayer mismo, aplazó temporariamente ese debate por razones técnicas.

El proyecto de ley aprobado en la Cámara, que además proponía extender a 1000 kilómetros (un tercio de la frontera con México) los tramos de 180 kilómetros que hoy bloquean el paso en determinados puntos, reforzando el muro también con sensores electrónicos y cámaras de vigilancia y castigar severamente a los empresarios que contrataran a indocumentados, no iba a pasar el filtro de moderación que es el Senado, pero tampoco los senadores tenían una posición común. La propuesta aprobada ayer supone para los grupos contrarios a la inmigración una amnistía encubierta. En palabras de Tom Tancredo, el congresista de Colorado que dirige esos grupos, “cuando se recompensa a millones de personas por cruzar la frontera ilegalmente se da una bofetada a los que lo han hecho como debe ser”. El presidente se mueve en terreno resbaladizo: los planteamientos simplistas contra la emigración tienen amplio eco en ciertos estados, y más en vísperas de elecciones legislativas; lo que menos le interesa a la Casa Blanca es otro espectáculo de desunión como el de los puertos de Dubai. Bush no puede aparentar mano blanda, porque lleva años jugando la carta de la seguridad nacional, y tampoco se puede enfrentar a los hispanos, sensibles a lareforma de la inmigración, porque son una apuesta electoral estratégica (un 44 por ciento de hispanos votaron a Bush en 2004).

Por todas esas razones, el presidente lanzó un aviso a los que agitan las emociones y atizan la xenofobia: “Nadie debería jugar con el miedo de las gentes o enfrentar a unos vecinos con otros; nadie puede decir que los inmigrantes amenazan la identidad de EE.UU., porque son los inmigrantes los que han dado forma a esa identidad americana”. Tampoco, añadió, “se puede reclamar que son una carga, porque su trabajo y su iniciativa ayudan al desarrollo de la economía”. En las siempre simbólicas ceremonias de naturalización están los rostros de los nuevos americanos. Bush mencionó a Verónica Pacheco, que llegó de Bolivia hace 15 años, y a Masoon Shaheen, una kuwaití establecida hace siete años y a la que le gusta EE.UU. porque “la gente respeta a los demás por el hecho de ser personas”. “Cuando ustedes entraron aquí esta mañana”, concluyó Bush, “yo era el presidente de otro país; ahora soy el presidente de su país, y es un honor para mí que les agradezco”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Varios miles de personas marchan por Detroit para protestar contra el proyecto duro.
 
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