CULTURA › JUAN LUIS CEBRIAN Y EL CONGRESO DE LA LENGUA

“Soy optimista, el español se expande”

El fundador y ex director del diario El País, de Madrid, y autor de las novelas La agonía del dragón y Francomoribundia, habla de la descentralización de la lengua. “Quisiera que se comprenda de una vez que el español no puede ser la lengua de los españoles, que el español es la lengua de los hispanoamericanos”, afirma.

 Por Silvina Friera

El señor de barba y anteojos, que conversa con un tono al borde del susurro, fue el fundador de uno de los mejores diarios del mundo hispano: El País de España, y su director hasta 1988. El escritor y periodista Juan Luis Cebrián le dice a Página/12 que tiene algunas discrepancias con lo que se está diciendo en el III Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), que finaliza hoy con las intervenciones del director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha; la senadora nacional y presidenta honoraria del Congreso, Cristina Fernández, y el escritor rosarino Roberto Fontanarrosa, entre otros. “No creo que el español esté amenazado, al contrario, es un idioma en expansión”, subrayó el autor de las novelas La agonía del dragón y Francomoribundia. “No creo que el inglés sea un idioma para la ciencia y la tecnología y el español para la poesía o las humanidades. El inglés es una de las grandes lenguas poéticas y de ficción, es la lengua de Shakespeare, de Joseph Conrad, de John Keats, de Lord Byron y tantos otros importantes escritores. No estoy de acuerdo con las críticas que se hacen a los Estados Unidos. Bush no es la cultura norteamericana; identificar al presidente norteamericano con la cultura del país es olvidar la visión germinal y formidable que tiene esta cultura, y me parece peligroso que haya fundamentalistas del pensamiento que no encuentran valores culturales en esa sociedad.”
“Quisiera que se comprenda de una vez que el español no puede ser la lengua de los españoles, que el español es la lengua de los hispanoamericanos, de los iberoamericanos”, explica Cebrián, ganador del Premio Nacional de Periodismo, que durante dos años presidió el Instituto Internacional de Prensa (IPI). “Sólo el quince por ciento de los hispanoblantes proceden de la península, por eso no podemos seguir insistiendo con la idea de que la norma la imparte la península”, se queja. La norma es la que viene de todas partes y el español es naturalmente un idioma de América. Estoy muy orgulloso de que así sea y pienso que es necesario que todos tomemos conciencia de ello. España puede ayudar, puede ser quizás el mínimo común denominador en un punto de nexo, de unión entre los matices y las diversidades, pero no puede ni debe imponerse.” Cebrián propone la internacionalización del Instituto Cervantes, porque opina que no es saludable que sea una derivación de la administración española. “Puede financiar, amparar, hacer ese papel de padrinazgo, pero tenemos que aspirar a que mexicanos, argentinos, bolivianos o chilenos ocupen cargos importantes en el Instituto porque la lengua es la verdadera patria de todos los que la hablamos”, precisó el escritor.
–¿Por qué esta insistencia de referirse al español como una lengua amenazada?
–Pues no lo sé. Estamos en un mal momento de las relaciones internacionales, de crisis de las democracias en América latina, y quizá muchos intelectuales sienten que la causa de los problemas está fuera de nosotros mismos. El español ha tenido una explosión, fruto de la expansión demográfica, pero no sólo eso: dentro de muy poco tiempo, Estados Unidos será el segundo país hispanohablante del mundo después de México, España será el tercero o quizás el cuarto, si no le gana Colombia. Puede haber esa sensación, pero el español, no sólo no está amenazado sino que está ganando terreno. En unas décadas, el español sobrepasará al inglés como lengua más usada. Esto tiene que ver con el crecimiento demográfico, y aunque quizás estos cálculos sean erróneos, no cabe duda de que no está amenazado el español. Más bien veo que en el último tiempo se están haciendo muchos progresos para mantener las identidades locales y para garantizar esta comunidad profunda que el español tiene y que hace que un habitante de Los Angeles se pueda entender con otro de la Patagonia.
–Esta expansión del español parece estar acompañada de una especie de homogenización, una tendencia que se nota en los programas de televisión, que tratan de hablar un castellano neutro que depura el color local.
–Eso lo hicieron los gringos, en Puerto Rico; es ese español neutro que mucha gente oye, pero nadie habla. Casi ninguno de los mitos que se dijeron respecto de los hispanohablantes en la segunda mitad del siglo XX se han confirmado. Almodóvar cruza a América latina sin ningún tipo de doblaje, y en España ven las películas y telenovelas argentinas, mexicanas y colombianas, también sin doblaje, y no hay ningún rechazo de la audiencia. El mismo libro que se lee en la Argentina se lee en México, Los Angeles o España. Es decir que el español mantiene esta unidad en su diversidad. Una cuestión interesante que estoy trabajando en la Academia es el seseo.
–¿Qué es lo que le interesa?
–No sólo América latina sesea. En España más de la mitad de los hispanohablantes sesean; sesean los andaluces, los catalanes, los canarios, los extremeños. Realmente la norma fonética de Castilla está dirigida a una pequeña porción de hispanohablantes, aun en España. Es sencillamente ridículo decir que el seseo es un defecto, un problema o una desviación. El español está unido por el diccionario con muy pocas palabras “prohibidas”. Por ejemplo, en la Argentina se dice salir del placard, en México se dice salir del closet y en España salir del armario. Placard es un galicismo, closet es un anglicismo. Pero el diccionario es el mismo, la gramática es la misma y eso genera una unidad formidable. Insisto en que no veo ningún peligro de homogeneización. El boom latinoamericano con García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Lezama Lima fue boom porque García Márquez incorporó mediante su literatura toda la tradición del Caribe; Cortázar toda la cultura centroeuropea, y sin embargo, todos forman parte de un mismo movimiento cultural.
–¿También se está dando esta formidable expansión del idioma en el ámbito de la literatura?
–Soy optimista, a pesar de que las crisis económicas en América latina y luego también los nuevos hábitos han perjudicado mucho la lectura en las nuevas generaciones. Ha pasado esto en la Argentina y me parece increíble. Mi biblioteca personal de los años ’60 tiene casi más libros editados en la Argentina y en México que en España. Ahora se han invertido los términos: son las editoriales españoles las que están produciendo literatura latinoamericana, mucha y muy buena. Y en la última década, han aparecido autores muy interesantes y muchos de ellos están siendo editados no sólo en España. Asistimos al fenómeno de que autores chilenos se editen en Colombia o en la Argentina. Este es un buen momento, probablemente estemos empezando, aunque no creo que vaya a haber un nuevo boom. Aquello fue un fenómeno especial, muy circunscripto a una época. Pero sí creo que estamos viviendo buenos momentos en el mundo de la edición.
–¿Por qué resulta tan complejo equilibrar las relaciones entre las academias, el Estado y lo que se podría llamar el sentimiento de los hablantes en una lengua? ¿Por qué siempre hay un choque muy fuerte de intereses?
–Las academias tienen que estar con los hablantes, nunca con los estados. Las academias se crean en el siglo XVIII un poco a imagen y semejanza de la francesa. Las academias latinoamericanas surgen en el mismo momento en que se inicia el proceso de independización de la corona. Y aparecen precisamente porque muchos intelectuales de la época estaban preocupados por el idioma y fomentaron la creación de estas instituciones. Las academias deben estar siempre con el pueblo que crea el lenguaje. La intervención del Estado es importante para la difusión de la lengua, pero el Estado jamás debería imponerla. Esto lo han tratado de hacer los franceses y han fracasado. Hay que fomentar las academias como instituciones de la sociedad civil, capaces de tener autoridad por sí mismas.

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“Las academias tienen que estar con los hablantes, nunca con los estados”, dice Cebrián.
 
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